LA QUINTA JOYA DICE ADIOS PARA HACERSE ETERNA 1ra parte


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La muerte no es verdad

cuando se ha hecho bien

la obra de la vida

                        José Martí

Aunque la muerte es un acontecimiento más cotidiano que la propia vida, siempre nos sorprende cuando nos golpea la realidad que algún ser querido o conocido se eleva a un plano inmaterial para dejarnos con la nostalgia de los tiempos idos, sean gratos… o no. El pasado 17 de abril dejaba el plano físico la prestigiosa y muy querida maestra de ballet Ramona Elcira de Sáa Bello a los 84 años.

Fue el 23 de julio de 1939 cuando nació en La Habana junto a su hermana gemela Margarita, la cual fue identificada con el nombre de una de sus abuelas mientras a ella le tocó el más grueso de su otra abuela, Ramona. Idénticas y muy unidas por una familia de tradiciones españolas conservadoras, acentuaban el parecido físico con tenerlas siempre juntas, vestirlas de igual manera… hasta llegar a que ellas mismas intercambiaren sus identidades para evitar alguna recriminación.

Esa “identidad doble” las llevó un día de 1950 a los salones de la Academia de Ballet Alicia Alonso en N y 21, El Vedado, para audicionar aspirando a unas becas para estudiar ballet.

Las niñas de Sáa fueron escogidas, junto a otras que luego llegaron a altos niveles en el arte de la danza como Mirtha Plá o Aurora Bosch, pero en ese ámbito exclusivo del ballet, el nombre de Ramona para una niña de apenas 10 años resultaba demasiado grueso, y allí entre las futuras artistas Ramona comenzó a llamarse Chery, según era llamada en su casa, mientras su hermana, para no demeritar, sería conocida como Mangui. Mangui y Chery, ¡las jimaguas de Sáa!

La formación como bailarina estuvo a cargo, fundamentalmente, del maestro Fernando Alonso, quien además de enseñarles los códigos del ballet, conformó en ellas un estilo o escuela que aunaba todas sus experiencias con maestros rusos, ingleses, americanos, de lo más selecto y tradicional del ballet mundial, a partir de sus experiencias con compañías y compañeros en los Estados Unidos y el descubrimiento de la forma distinta con la que Alicia Alonso asumía el baile escénico para darle un carácter cubano a cisnes, campesinas románticas, princesas de leyenda o personajes contemporáneos. Así el maestro, con sus conejillos de Indias, fue configurando lo que con el tiempo sería reconocido como la escuela cubana de ballet.

El Ballet Alicia Alonso había acabado de fundarse en 1948, pero por la falta de talentos nacionales, la mayor parte de sus integrantes eran extranjeros y los Alonso pretendían formar un ballet nacional de ahí la fundación de la Academia, cantera para lograr ese objetivo.

Apenas con pocos años de entrenamiento, el debut de Chery sería en 1953 entre los copos de nieve del ballet El cascanueces y al año siguiente realiza una gira por Sudamérica con el Ballet Alicia Alonso, aun siendo menor de edad.

Se acercaba el año 1956 y sin dejar sus estudios de bachillerato ni las funciones con el entonces Ballet de Cuba, Chery se aprestaba para la primera graduación de la Academia de Ballet Alicia Alonso, pero ante los sucesos de la supresión de la pequeña subvención del gobierno a la compañía y su disolución en ese año, esta no tuvo la connotación pública que merecía por ser la que iniciara los resultados de las enseñanzas Alonso. No obstante, junto a las alumnas Mirta Plá, Carmen Prieto, Arminda Martínez y su hermana Margarita de Sáa, el 28 de septiembre en los salones de la Academia, Chery culminó sus estudios académicos de ballet bailando el pas de paisant del ballet Giselle junto al bailarín Joaquín Banegas. Comenzaba aquí un difícil período para ella y sus compañeras al tener un título y no poder ejercerlo por haber recesado el Ballet de Cuba.

Pero los Alonso no dejarían desprovistas a sus alumnas y en la sede de la Academia realizaban presentaciones donde podían bailar tanto selecciones de las grandes obras del repertorio como nuevas creaciones de Ramiro Guerra, José Parés, Carlota Pereyra y nuevos creadores. Por su parte, Alicia incluía en sus contratos internacionales la presencia de las alumnas -entre ellas Chery- cuando era reclamada como coreógrafa en diferentes compañías norteamericanas en Coppélia y Giselle entre 1957 y 1959. Así mismo, una nueva faceta en su carrera apareció gracias a la idea del maestro Fernando de desarrollar a estas graduadas sin empleo: comenzaron su formación pedagógica en las sucursales de la Academia en La Habana. Este fue el inicio de la Chery-pedagoga.

Así llegó 1959, las cosas cambiaron en Cuba y ya ni Chery ni ningún otro artista reclamarían por un empleo, y la reciente bailarina profesional asumiría esa carrera con absoluta seguridad.

Continuará…


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