La historiadora cubanoamericana Ada Ferrer (La Habana, 1962) ha vuelto nuevamente a la Isla, esta vez acompañando la exposición itinerante Aponte visionario: arte y libertad negra que se exhibe hasta el 25 de octubre en el capitalino Centro de Desarrollo de las Artes Visuales y, posteriormente, se mostrará a partir del 5 de noviembre en la galería Oriente, de Santiago de Cuba.

Las descripciones que se vio obligado a hacer José Antonio Aponte de las láminas de su Libro de las pinturas, durante el juicio que lo llevó al patíbulo en 1812, han sido fuente de inspiración para la veintena de artistas que gustosamente han dado cuerpo a un proyecto que mitiga, al menos en parte, la frustración de la también profesora universitaria por no encontrar la hasta hoy desaparecida obra.

¿Cómo se origina la idea de la exposición?

“Empecé a trabajar el tema de Aponte alrededor de 1999 durante la investigación para un libro sobre la influencia que tuvo en Cuba la Revolución Haitiana, con la que tuvo mucho que ver el movimiento que él encabezó.

En el 2002 me obsesioné con la idea de este libro perdido de Aponte, luego de leer el testimonio que transcribió José Luciano Franco; por lo que empecé a buscarlo por todos los Archivos de España y de Cuba.

En uno de esos viajes de investigación que hice a España, todas las tardes cuando regresaba del Archivo mi hija mayor, que entonces tenía siete años, me preguntaba si lo había encontrado. Y, cuando tenía como trece años, me empieza a decir que lo que yo tenía que hacer era conseguirme un grupo de artistas que se leyeran el testimonio y me hicieran el libro de Aponte. Fíjate, de niña siempre tuvo esa idea.

A Édouard Duval Carrié, el artista haitiano más importante actualmente, le gusta mucho la Historia y leyó mi libro que se publicó en inglés en 2014. Como artista y curador que es, cuando llegó al capítulo 7 que está dedicado a Aponte, se dio cuenta de que eso tenía que ser una exposición y me llamó.Eso fue en diciembre de 2016

Empezamosa trabajar en ella intensamente en el verano de 2017 y se inauguró por primera vez en diciembre de ese año en Miami, en un festival de arte que se llama ArtBasel, en el Centro Cultural de la Pequeña Haití, del cual él es uno de los directores”.

¿Cómo se hizo la selección de los artistas?

“Como él mismo es artista y se mueve en el medio, invitó a algunos colegas que les interesaba el tema. Nosotros siempre nos propusimos varias cosas: que no fuera un solo artista, ni un solo estilo. Como no sabemos cómo es el libro de Aponte, no queríamos que predominara una idea de lo que éste era.

Decidimos invitar a artistas que hicieran esculturas, pinturas, dibujos, abstractos, más realistas. Esa fue parte de la idea y también que fueran de más de un lugar. El concepto de Aponte como una figura universal que tiene algo que decirle al Caribe, a los americanos, a los cubanos…

Entonces, desde el principio, Diago era el cubano de la Isla que estaba. Había varios cubanoamericanos, varios afroamericanos. Luego, en cada lugar que la hacemos añadimos artistas. Empezamos con trece en Miami; después se hizo en la Universidad de Nueva York; más tarde en Carolina del Norte, en la Universidad de Duke. En La Habana ya vamos por veinte artistas”.

¿Influyó de alguna manera la presidencia de Barak Obama en el hecho de que la idea de esta exposición pudiera avanzar?

“No, no tuvo nada que ver. En el Centro de Édouard y Marielle (Plaisir), ellos escogen sus propios proyectos. Yo estoy en la Universidad de Nueva York desde 1995 y tengo ahí muchos vínculos y mucho apoyo. Quise hacer esta exposición y ellos estaban contentos porque surgía, en parte, de una investigación histórica mía, pero iba completamente a otros medios, al arte contemporáneo”.

Una vez clausurada a inicios de diciembre en Santiago de Cuba, qué recorrido continuará Aponte visionario.

“La exposición regresará a los Estados Unidos y se mostrará en la Universidad de Vanderbilt que es una universidad privada muy buena, en el estado de Tennessee. Ahí es profesora la cubana María Magdalena Campos-Pons, artista incluida en la exposición de La Habana.

Después irá a Harvard y luego a Martinica, a una Fundación que tiene un museo y una galería muy grandes, la Fundación Clement. Va a estar ahí no sé cuánto tiempo y después a lo mejor sigue. No sabemos todavía”.

Supongo que la figura de Aponte no era conocida en los Estados Unidos, a pesar de que hay quienes afirman que estuvo entre los soldados negros que enviaron desde Cuba para luchar por su independencia.

“La mayoría de los americanos no saben nada de Aponte. Ese fue uno de los retos, porque cuando pides dinero para algo quieren un resumen muy breve. Pero, como no conocen a Aponte, hay que explicarles un poco.

La verdad es que es que es una historia que a la gente le fascina y le apasiona. La idea del líder de un movimiento que era también creativo, artista, pensador. Que había hecho un libro de pinturas, que el libro fuera tan inusual y que haya desaparecido. El mito de qué se hizo del libro, dónde está y qué significaba. Por qué tantas diosas romanas y diosas griegas…

La gente se apasiona por el tema. Y, también entre los cubanos, porque sí había algunos que lo conocían, pero sólo como el líder de un movimiento abolicionista y, a lo mejor, como precursor de la independencia. Pero muy pocos sabían que Aponte también era artista, que tenía una biblioteca. Era un hombre que leía, tenía conocimientos y le gustaba pensar. Esa parte de Aponte se conoce muy poco, creo”.

Junto con la exposición se está presentando en nuestro país la edición cubana de su libro “El espejo de la libertad. Cuba y Haití en la era de la revolución”. ¿Qué idea fundamental desarrolla en este texto?

“Trata de las repercusiones de la Revolución Haitiana en Cuba que, como sabemos, tuvo un impacto enorme en muchos sentidos. No sólo fue el impacto migratorio o el del temor a Haití que después influyó en que no hubiera guerra de independencia a principios del siglo XIX.

Pero a mí siempre lo que me atrae es una historia humana, desde abajo; con los pensamientos y experiencias de las personas comunes. En ese momento en Cuba ocurrían dos cosas a la misma vez: el despegue de la industria azucarera y de la esclavitud y, al mismo tiempo, se estaba difundiendo el ejemplo de la Revolución Haitiana.

Entonces yo me pregunto cómo asimilaban los negros libres ver el arribo por el puerto de La Habana de tantos barcos con aquella carga humana, en el momento en que también entraban tantas noticias y proclamas de Haití.

¿Cómo asimilaban esas dos cosas tan contradictorias a la vez? Esa es la idea principal del libro, en la que me adentro de varias maneras”.

¿Cómo ha sido su vínculo con los historiadores de Cuba?

“Soy una historiadora que primero trabajo mucho con los archivos. Los que necesito están aquí y en España, así que tengo que viajar mucho para consultarlos.

Desde que comencé en los años noventa, hice contacto con historiadores cubanos y me han ayudado muchísimo. Han sido mis interlocutores. Siempre intercambiamos las obras que hacemos y se mantiene el vínculo.

Muchos ya han fallecido: Enrique López Mesa, Jorge Ibarra, Fernando Martínez Heredia, Gloria García, que fue muy amiga mía…”

¿Será un reflejo de su nostalgia por Cuba el que Ud. le haya dedicado tanto tiempo de su vida a estos temas?

“En la Universidad empecé estudiando Literatura Británica del siglo XIX, pero a menudo pensaba que soy de Cuba y no sabía nada de este país. Así empecé a meterme en el tema y escribí mi primer libro que se llama Cuba insurgente y es sobre la participación negra en las guerras de independencia. Ese se publicó en Estados Unidos en 1999 y más tarde aquí. Después hice el que se presenta ahora,El espejo de la libertad, cuya investigación me llevó casi 15 años.

Pienso que sí. Tenía diez meses cuando me fui de acá. Claro, no me acordaba de nada, pero mi mamá siempre me crio con historias de Cuba. Me hacía cuentos, me cantaba canciones…”

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