El Instructor de Arte eslabón en la gestión de los valores identitarios en Cuba


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Cuando de relación entre el instructor de arte y la gestión de los valores identitarios en Cuba se habla, necesariamente hay que situarse desde la propia aparición de ésta figura como agente comunitario en la década del 60, recordemos cuando se graduaron en los cursos del Hotel Comodoro y el Hotel  Habana Libre de la capital los primeros galenos destinados para la instrucción del arte y la cultura con la mena misión de conquistar el espíritu y llegar a las fibras y corazones de todos los cubanos a través de las riquezas y potencialidades que nos brinda con holgura y plétora los valores creativos e identitarios; floreciendo así uno de los ejércitos más consagrados y comprometidos en la historia de nuestro país, siendo apenas adolescentes invadieron las comunidades más intricadas de la geografía cubana en busca del desarrollo espiritual y la formación artística y cultural de la población, mientras desde el punto de vista experimental representó el afortunado y fructífero intercambio de saberes y conocimientos, proceso heredado y testamentario  hasta nuestros días por varias generaciones. Tal fue la sorpresa para estos jóvenes en su osadía de encontrarse hasta ese momento con un mundo totalmente desconocido para ellos; en cada uno de estos sitios existía una historia y una riqueza inigualable por descubrir y escrudiñar, cultivada hasta ese entonces solo por los habitantes como hacedores de su propio patrimonio, quienes la generaban en sus lógicos procesos tradicionales de transmisión generacional de forma espontánea y contextual, precisamente por ser parte de sus vidas como necesidades sentidas y heredadas; tanto por vía oral como por imitación, pero desconocidos en su totalidad por parte de los cubanos. Se gestaba entonces los primeros descubrimientos antropológicos y etnodemográficos devenidos como resultado de los procesos migratorios de todas las partes del planeta por siglos como complemento de los eventos socioculturales reconocidos como tal en el recién proceso revolucionario después de la Campaña de Alfabetización ocurrido apenas un año antes.

Por eso en ocasiones es indignante cuando se le concede el crédito a otros agentes e instituciones, por mucho ha sido el instructor de arte el primer agente comunitario que tuvo contacto directo con las prácticas tradicionales y sus portadores existentes en el mapa cubano, un ejemplo significativo en este sentido lo encontramos cuando veinte años después aparece el ejercicio de la confección del Atlas Etnográfico de Cuba: Cultura Popular Tradicional, donde precisamente no se reconoce el rol predominante de los instructores de arte en el afán de poseer tanta información se necesitara por parte de los diversos equipos conformados para el resultado final de lo que sería la obra investigativa jamás enfrentada por el Ministerio de Cultura en Cuba, dada la complejidad desde los estudios etnodemográficos y cartográficos a través de los procesos in-situ realizados en cada comunidad; sin duda, los instructores de arte ubicados desde hacía ya dos décadas, conviviendo y nutriéndose de cuanta vivencia encontraba  en estos sitios, constituyeron el vehículo idóneo entre los portadores de tradiciones en su rol de informantes, ejecutores y guardianes de un legado y los facilitadores institucionales con objetivos precisos de recogida y proceso de información para el futuro trabajo de recopilación o de mesa,  felizmente años después  aparecen los primeros resultados, se reconoce entonces como una obra transcendental por su valor científico y metodológico realizada por el Departamento de Etnología del Centro de Antropología y el Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello,  la cual obtuvo el Premio de Investigación de la Academia de Ciencias de Cuba en 1998, además publicado a través de una versión sintetizada de los textos introductorios a cada sección como Cultura Popular Tradicional Cubana (1999) y otra en CD-ROOM (2000), versión bilingüe en español e inglés, pues créenme; he asistido a espacios y fórum donde de una manera u otra se ha tratado el tema y en ninguno de ellos se ha mencionado la encomiable labor de los instructores de arte en tan significativo y revelador producto investigativo.

Ejemplos significativos hacen fe de estas reflexiones, tales son los casos de instructores de arte que hicieron historia con su desempeño sociocultural en comunidades cubanas y que hoy se consideran aportes y referentes de gran valor para la cultura cubana en el acápite de la gestión de los valores identitarios; podemos mencionar a Nieves de Armas, instructora de arte ubicada en aquel entonces en la comunidad de Bejuco, en la provincia Holguín, escenario donde se genera desde el siglo XIX la Tumba Francesa; después de un extenso periodo de ruptura de la expresión era de esperar el anecdotario por muchos de sus pobladores, los cuales comienzan a contarles a Nievecita que hacía años conocieron y practicaron dicha práctica tradicional, audaz como se caracteriza la instructora comienza a sospechar que un manantial existía, después de un proceso de participación y devolvimiento a la comunidad se logra recuperar lo que hoy conocemos entre las manifestaciones tradicionales más raigales y auténticas, declaradas Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO en el 2003. Otro de los ejemplos significativos es el del instructor de arte Ángel Moran, el cual llega a la comunidad de Majagua en Ciego de Ávila a cumplir con su servicio social, logrando vastos resultados en el orden de la práctica cultural misma a través de profundos estudios sociodemográficos y contextuales  relacionados con un posible repertorio que en algún momento existió en esa comunidad de estirpe campesina; se revitaliza así junto al ejercicio del Atlas Etnográfico de Cuba liderado por Ada Mirtha Cepeda las populosas Fiestas de los Bandos Rojo y Azul de Majagua, Moran logra también formar una de las agrupaciones insigne del movimiento de artistas aficionados; la Compañía músico danzaría “XX Aniversario”, mientras otros instructores de arte cumplimentan más que un servicio, yo diría que un legado que ha sido paradigma para nuevas generaciones, gracias a ellos conocemos hoy de un repertorio veraz y auténtico, recordemos que primero surgieron los instructores de arte y después las Casas de Cultura y mucho más después el sistema de Casas de Cultura, por lo que demuestra el papel primogénito y concerniente en cuanto a la labor de iluminar y despertar sensibilidades a través del arte y la cultura de nuestros instructores de arte. Si nos trasladamos a la Isla de la Juventus, específicamente otra instructora de arte; María del Carmen Leyva Ruiz hacía de los “Caimaneros de Cocodrilo” un arsenal de revitalización de bailes, danzas y toques de estirpe caribeño devenidos de inmigrantes asentados en la zona desde Caimanera, al igual; Dalia Aguilar en Camagüey, quien desde décadas brinda sus conocimientos a favor de las agrupaciones de aficionados y compañías profesionales de gran reconocimiento nacional e internacionalmente, como el propio grupo “Maraguan” y el “Ballet Folklórico de Camagüey”. Qué orgullo sentimos cuando en cada Festival del Movimiento de Artistas Aficionados al arte, en cada evento, en cada actividad o en cada espacio que favorece la vida cultural de las comunidades participan Compañías (tanto profesionales como aficionada al arte), agrupaciones y unidades artísticas que representan en el escenario aquel mismo repertorio que solo conocían los que practicaban esas manifestaciones tradicionales en un lugar específico, eso se lo debemos a aquellos galenos que con su constancia y sapiencia supieron sobreponer su rol en la cultura cubana, sobre todo, en el cumplimiento de la gestión de procesos identitarios que se generan desde los procesos creativos en las comunidades cubanas. 

Precisamente uno de los elementos más fructíferos en la gestión de los valores tradicionales desde los procesos creativos por parte de los instructores de arte ha sido sin duda la continuidad de priorizar la conciencia identitaria por parte de los noveles gestores, quienes han heredado la voluntad y gallardía de perseverar sin importar el polvo, el fango o la lluvia, así como los conocimientos y postulados elaborados desde los inicios, durante los años  aparecen como parte de su acompañamiento otros agentes comunitarios que le imprimen con sus alianzas y trabajo conjunto fortalezas indiscutibles en un nuevo contexto y modelo de participación desde lo cultural, nos referimos al promotor cultural y al especialista de cultura popular tradicional, donde también encontramos actualmente experiencias vitrinas con resultados satisfactorios. Los instructores de arte que hoy laboran en cada escuela, en cada plantel educacional, en cada Casa de Cultura poseen en sus manos las herramientas necesarias para despertar en cada niño, adolescente o joven cubano el compromiso de acercarnos y amar a nuestros sellos identitarios y su significado para la cultura cubana como parte del fortalecimiento de la Identidad Cultural. Con satisfacción nos sentimos también cuando representan a sus prácticas y sus portadores en los eventos científicos más reconocidos, tal es el caso de Yoel Enríquez de Mayabeque, joven instructor de arte, ganador de la Beca de Investigación de la cultura popular tradicional “Samuel Feijóo” en su tercera edición, el cual  ha tomado bien en serio lo de las investigaciones de corte antropológico, participando en los espacios académicos más importantes de los celebrados en el país, además con publicaciones relevantes sobre el tema, homenajeando así a sus colegas que un día comenzaron la instrucción del arte hace más de 40 años.

Si de homenaje dentro de la gestión de los valores tradicionales como parte de los procesos creativos generados en el escenario comunitario se trata, aprovechamos la ocasión para reconocer una ocasión más aquellos instructores de arte que han sido merecedores del Premio Nacional de Cultura Comunitaria y el Premio Nacional Memoria Viva; precisamente por su labor desempeñada a favor de la salvaguardia del Patrimonio Cultural Vivo, su obra será siempre agradecida y precederá cada uno de los referentes y principios con que diseñemos y apliquemos nuestros presupuestos técnicos- metodológicos; su mensaje siempre será interpretado con sentido bíblico, se trata de beber con cautela y respeto cada esencia que nos emitieron con su ejemplo.   

Todo esto demuestra a creces el lugar cimero que ha ocupado la figura del instructor de arte ante el proceso revolucionario y cultural que se ha llevado a cabo, aunque pensamos que aún ha sido poco visibilizado y reconocido en su labor relacionada con la gestión para la salvaguardia y viabilidad  de sellos identitarios,  es evidente su protagonismo en las diferentes etapas durante la aplicación de la política cultural; sobre todo, en el marco más local, en los pequeños espacios, ahí donde se concreta los procesos, nos sentimos orgullosos cuando escuchamos una noticia en la televisión protagonizada por un instructor de arte, cuando obtienen premios y reconocimientos, cuando no temen participar en las cruzadas literarias si tener en cuenta las inclemencias del tiempo, cuando aparecen concursos con más de miles de aficionados al arte de las tempranas edades con la figura de Martí como el “Donde Crece la Palma”, cuando con dignidad asumen cargos importantes en instituciones culturales y docentes en todos los niveles del país, cuando protagonizan una fiesta popular tradicional; lo mismo en la confección de escenografías que montando comparsas de adultos e infantiles o vestido de payaso para las actividades infantiles, en fin, en cada escenario se convierten en imperecederos del alma de todos los cubanos.   


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