Ovidio González: el equilibrio entre la tradición y la virtud


ovidio-gonzalez-el-equilibrio-entre-la-tradicion-y-la-virtud

El disco, desde el mismo momento en que Thomas Alva Edison patentó el gramófono, se fue convirtiendo, y de hecho lo es, en el más trascendente registro de una memoria social infinita. Aquellos primeros registros, tomados al azar, fruto de la necesidad de masificar el consumo de la música;  fueron dando paso a un sistema más ordenado de diseño, producción y selección de intérpretes, músicos y sobre todo del repertorio.

El repertorio, y no es manido decirlo, es la columna vertical de todo disco, pues garantiza su realización en el mercado; para decirlo en términos de la economía clásica: es el origen y la fuente fundamental de la plusvalía musical. A ese fin la industria desarrolló e impulsó la figura del repertorista con una potestad similar a la del productor general y musical; cerrando el triángulo equilátero que define a parte importante de la industria.

Este personaje debía tener conocimiento y dominio de todo el mundillo de los autores de canciones que abarcaran todos los géneros posibles, de las cualidades vocales y de simpatía que pudiera (o puede) tener un determinado intérprete sobre determinado tipo de público; y lo más importante, sugerir aquellos complementarios que hacen más fácil y dinámico el trabajo de directores musicales y productores.

Sin embargo, en los tiempos que corren, esta profesión por momentos parece condenada al olvido; sobre todo a partir de la fuerza que los derechos autorales –royalties— han ganado y la inmediatez en el consumo de la música que se ha generado con las nuevas tecnologías impulsadas por la era digital.

Aún así; la figura del repertorista, atesorando música y buscando nuevas propuestas, se resiste a desaparecer y se puede afirmar que se prepara para retornar con más bríos en la medida que el orden parece llamar a las puertas del futuro con el anunciado retorno del sonido analógico.

Sirvan las anteriores líneas de preámbulo necesario para poder entender y comentar el CD Como nunca nadie, del cantante cubano Ovidio González y el Septeto Nacional; editado por BIS MUSIC (CD1230) y producido por José Manuel García Suárez y orquestado por Lino Lores García.

Parto del presupuesto de que las discográficas cubanas hoy no dan el debido peso a la figura del repertorista, pues a ellas los artistas llegan con sus propuestas pre elaboradas que la mayoría de las veces son ciclos cerrados a perpetuidad, pues rara vez admiten sugerencias; o en otros casos –y son las contadas excepciones— el involucrado en la producción musical del disco ya ha seleccionado los temas en base a sus propios criterios. Y lo más doloroso aún, a muchos avergüenza o no interesa incorporar a su trabajo temas de otros autores, simplemente hacer una versión adecuada a sus posibilidades vocales.

Con esas luces se entenderá que el repertorista se convierte en figura decorativa del hecho musical.

Mas toda regla tiene su excepción, y en el caso de Ovidio González el repertorista es su mano derecha; y curiosamente en cada una de sus producciones con BIS esa tarea la ha desempeñado José Manuel García, quien además se ha convertido en su productor personal.

Como nunca nadie es un disco de riesgo al mezclar tradición con contemporaneidad; es decir, se trata de reinventar lo tradicional desde una perspectiva distinta y ese papel lo asume el Septeto Nacional; y el vehículo musical es el bolero. Tal y como lo afirmo: el bolero clásico; el de martillo en el bongó, tres y trompeta; en una suerte de retorno del bolero de victrolas o de bares y cantinas; con todas las implicaciones sociales, filosóficas y humanas que ello implica.

Solo que esta vez los textos reflejan una realidad distinta a la que los padres fundadores de este estilo tomaron como referencia y los implicados literalmente componen un variopinto abanico de nombres que incluyen a conocidos como Silvio Rodríguez, Carlos Varela, Polo Montañez, Descemer Bueno y Tony Ávila; hasta poco comunes como Fernando Aramís o Vicente Trigo; entre otros.

Y como siempre se hizo la industria cuando fuera necesario –desde el mismo momento en que descubrió el impacto del bolero en la dinámica social y humana—, el productor apela a la simbiosis de voces que tengan puntos en común y no respondan a “coyunturas de mercado” o simples nombres para llenar créditos y potenciar ventas a partir de efectos colaterales. Cada invitado cumple un rol en la estructura dramática del fonograma; algo que se debe agradecer.

Ovidio González es hoy por hoy una de las voces más interesantes de la música cubana; no importa que sea un ausente constante en los medios de difusión y que su discografía no esté incluida ni en las listas de éxito –esos listados donde los gustos son tan eclécticos y reales como las posibilidades a sobrevivir a un juego de la ruleta rusa con arcabuces— o en las relaciones que difunden críticos y otras fuentes.

Personalmente creo que esa no es la razón de ser de su trabajo discográfico, y al menos esa es la filosofía con que ha sostenido su carrera discográfica dentro del catálogo de BIS MUSIC. Cada una de sus producciones tiene el sabor y el encanto de la buena cocina –música gourmet—esa que definen las guías de excelencias y en la que cada ingrediente sublima todos los sentidos.

Y como la alquimia debe ser consecuente con la perfección, encuentra complemento sonoro en la maestría musical de los músicos del Septeto Nacional; toda una institución nonagenaria que en este fonograma muestra por qué razón la vitalidad es uno de sus fuertes. Nada suena a anticuado; ninguna nota es gratuita. El golpe de bongó es el adecuado, el sonido de trompeta –ora con sordina, ora natural— no satura; ello lo agradece el oyente.

La madurez no es solo ser consecuente con el paso de los años y la suma de las vivencias. Es también una actitud cultural y con esa máxima el binomio cantante/productor se adentra en nuevas aventuras pero sin hacer concesiones a “la modernidad” y a su hija “la post”; si quiera se inscriben en la necesidad de protagonismo que otros fonogramas anuncian donde los efectos son hijos de un entusiasmo víctima de los tiempos.

Como nunca nadie es un disco de todos los tiempos; de esos que, incluso, en discos de metal para ejecutar en el gramófono de Edison, no han de fenecer. Será cuestión de tiempo que las aguas retornen a su cauce, y este fonograma y otros afines, dejen el clandestinaje sonoro y exhiban a los cuatro vientos lo que anuncian: música para todos los tiempos.


0 comentarios

Deje un comentario



v5.1 ©2019
Desarrollado por Cubarte