Recordando a Santiago García


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Hoy, 23 de marzo, hace un año de la partida del maestro Santiago García, y sus compañeros del Teatro La Candelaria lo conmemoran con un performance callejero en el barrio donde viviera el director, actor, dramaturgo y pensador, que es el mismo donde trabaja el grupo cada día en la creación. Han invitado a sus amigos y a todos los que quieran sumarse a marchar con ellos en fila india, con dos metros de distancia entre cada uno, traje y tapabocas negro, desde la Calle 19 con 7ª hasta la antigua casa de la Calle 12, que les ha servido de sede y de bastión, donde hay un rosal en el patio al que siempre se acercaba el maestro, y hoy habrá música de violín y canciones para brindar por él, por la vida y por el teatro.

Fundador del grupo que hoy honra su memoria y referente esencial para innumerables artistas nuestroamericanos, Santiago García marcó el teatro y la cultura de nuestra región por su inmensa sabiduría y su compromiso con un teatro consagrado a debatir la realidad de su país y de su tiempo, sin perder de vista a Latinoamérica, al mundo y más allá, pues el arte en todas sus expresiones y el conocimiento científico fueron para él tan importantes como la historia y la teoría teatral, que contribuyó a enriquecer pensando conscientemente cada experiencia y compartiendo generosamente sus reflexiones.

Como acaba de escribir el educador colombiano Julián de Zubiría en El Espectador, a propósito de Santiago y del Laboratorio de creación colectiva y su aplicación en los entornos educativos, celebrado recién por La Candelaria:

La creación colectiva es un aporte al patrimonio social y cultural de la humanidad. Fue pensada y llevada a cabo por los maestros Santiago García y Enrique Buenaventura en los años sesenta y setenta del siglo pasado. La Candelaria y el Teatro Experimental de Cali (TEC), le dieron vida y, desde allí, tomó vuelo y vida propia. Hoy la practican cientos de grupos de teatro en América Latina. Reivindica el papel de la investigación y la improvisación en el arte, el rol activo del actor, e invita a unas relaciones menos jerárquicas con el director. Sigue siendo esencial el papel de un director que oriente, interprete, evalúe y elabore un modelo mental de la interrelación entre las actuaciones, pero el libreto se construye colectivamente. Antonio Machado diría: “Se hace camino al andar”. Serrat puso música a sus poemas.

(…)

Santiago García era “Un hombre del renacimiento”. El país está en deuda con sus innumerables aportes a la búsqueda de nuestra propia identidad y a la construcción de utopías posibles. Hoy se cumple un año de su partida. Desde aquí, miles de quienes lo vimos actuar, crear, dirigir y construir, le decimos a coro: ¡Gracias!

Y para sumarnos al tributo desde la Casa de las Américas, que fue también su casa, quiero citar un fragmento de uno de los textos de Santiago publicados en la revista Conjunto:

Creo en un teatro para un público, nuestro público, desconfiado, inconforme, incrédulo, pero con una gran disposición de credulidad. Creo en un público para mi futuro teatro, como lo soñara Brecht, un público de entendidos como Jos apasionados del fütbol o del boxeo, de conocedores fervorosos de lo que pasa en la escena, el público que me imagino llenaba las plateas de Jos tiempos de Shakespeare, marineros, putas, comerciantes, truhanes, bullangueros y procaces; un público que haga que el actor antes de salir a la escena o a la arena sienta las tripas del torero.

No sueño para mi teatro un público serio, solemne, culto, encorbatado.

Creo, pues, sin pretender hacer ningún vaticinio, pero jugando a leer en Jos cielos de mi patria signos de presagios, en un teatro que como un alcaraván no sólo se recree en la hermosura de su plumaje sino en la acción de su vuelo que atraviesa la inmensa tranquilidad de los firmamentos llaneros.

Creo en un teatro que es por lo que pasa.

Como lo vería Einstein; dinámico en la precaria quietud de la escena, por virtud y magia de la relación entre la acción y el cronotopo.

Hace años leí y conocí al gran poeta de nuestra América precolombina Netzahualcoyotl, también llamado Yoyotzín, y compuse unos versos que desearía decir para saber vaticinar mi arte y mi teatro.

Yo, como Yoyotzín

Soy pájaro que aletea sin rumbo

Que se alegra de la vida

Pero que ignora su destino

Que sabe que el viaje

Es uno solo y no hay retomo

Cada aletazo me aleja del comienzo

Y me aproxima a un fin que desconozco

Pero yo, como Yoyotzín

Nosotros los comunes

Digo en mitad del vuelo

Alegrémonos, aunque no hay retomo

Y sólo una vez recorremos

Presurosos el camino

Yo, como Yoyotzín

Digo… quedo.

 


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