Sobre la nueva función de los medios en las redes sociales


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Foto tomada de Internet

Para suerte de la sociedad cubana actual, los pensamientos críticos y movilizadores de proyectos inteligentes ocupan los espacios de numerosos medios de información masiva. Debemos agradecer la existencia de estos, en particular los digitales, en virtud del desarrollo progresivo de la tecnología como vehículo capaz de garantizar el intercambio ágil e inmediato entre los intelectuales y los lectores ávidos de noticias y conocimientos, así como la existencia de políticas abiertas al flujo del criterio público. Pero, sobre todo, el desarrollo progresivo, durante sesenta años del poder revolucionario y de la cultura del entendimiento sobre los problemas neurálgicos de la sociedad cubana.

Los niveles educacionales de los diferentes sectores de la población posibilitan los diálogos críticos con la gobernabilidad bien sean abiertos o privados, académicos o profanos. Puede existir la tecnología más sofisticada en poder de todos los ciudadanos del país y si no hay pensamiento crítico y creador, la banalidad se tornará la férula del mundo de las comunicaciones. De hecho, su uso aún dista de ser una herramienta eficaz de transmisión de la buena cultura si apreciamos la prevalencia de contenidos bisuteros por encima de los que nutren la inteligencia y los cultos saberes. De todas formas, siempre hubo buena y mala literatura, cuestión que se repite en la actualidad con independencia del sustento comunicacional utilizado. No se trata solamente de tecnologías, repito, sino de y para quienes se utilizan.

La Revolución cubana ha posibilitado, mediante su sistema de desarrollo cultural, la formación de generaciones capaces de crear proyectos de desarrollo social. El avance cualitativo de las ciencias no solo resulta apreciable en la búsqueda de soluciones prácticas a nuestros grandes problemas, de cualquier índole y naturaleza, sino también en el ejercicio del pensamiento crítico orientado hacia la renovación y fortalecimiento del sistema político incluyendo, por supuesto, la gobernabilidad.

La ciudadanía es parte fundamental del poder político si de democracia participativa se trata. La ética conforma sus políticas y constituye un elemento caracterizador de la sociedad en su conjunto en tanto desde ella resultan apreciables los comportamientos de los diferentes sectores y grupos sociales sean históricos o contemporáneos. La ética es, en sí, una realidad concreta que se construye sobre una determinada estructura socioeconómica.

Foto: Acceso360.com

A diferencia de los medios oficiales, los temas abordados en las redes sociales develan con mayor nitidez la complejidad de nuestro país. Por lo general, los primeros visualizan una sociedad perfecta con ligeras complejidades, mientras que las segundas problematizan los grandes avatares generados por la construcción del presente socialista. De esta forma, existen dos observatorios. Uno que filtra las políticas oficiales y otro de carácter polisémico que critica sus comportamientos y señala las aristas y debilidades del conjunto social que las sustentan. Visto así, puede verse al primero como el vocero del poder político y de una parte de la sociedad civil, y al segundo como el de los diferentes grupos que pugnan por el ejercicio pleno de la diversidad ideológica. Lo cierto es que tanto uno como el otro someten a la gobernabilidad al juicio de los diferentes sectores poblacionales.

  • Son las redes sociales, con independencia de sus orígenes y sentido de pertenencia, las que visibilizan las problemáticas derivadas de las contradicciones internas de un país que intenta construir un proyecto de desarrollo autóctono. A la altura del desarrollo obtenido por nuestro movimiento intelectual y por el pueblo en general, los grandes flagelos del país merecen la crítica inteligente y sabia de quienes tienen en sus manos la socialización informativa. Sin embargo, semejante misión tiene deficiencias que imposibilitan el cumplimiento cabal de sus objetivos fundacionales .Los medios oficiales comentan el suceso y parcialmente lo dan a conocer. El lector, radioyente, televidente  o internauta conoce la opinión del periodista o comentarista, no así el contenido de la noticia. Sin embargo, directa o veladamente se exige la adhesión popular o especializada y de no obtenerse tal y como se espera, se reprocha el silencio en tanto lo que se pretende es crear una masa de adeptos al juicio del publicista.

La confrontación con los enemigos del norte y sus cómplices internos sigue latente desde hace más de sesenta años. Mientras exista la Revolución y el ideal independentista el diferendo estará presente en la vida de los cubanos donde quiera que residan. Este es parte de nuestra cultura de combate más que de resistencia. No deben olvidarse nuestras raíces antimperialistas. Pero los tiempos cambian y con ellos sus pensamientos rectores. Si durante las primeras décadas del proceso revolucionario nos movilizábamos a tenor de las combativas consignas políticas, voceras de los sentimientos populares, a la altura del presente el fervor político es obra de la cultura cimentada en la academia y en las diferentes esferas del poder gubernamental y de la sociedad en su conjunto. A lo que debemos agregar la presencia cada vez mayor del resto del mundo en la vida cotidiana e intelectual de los cubanos. La información externa es constante, dinámica y diversa con sus consecuencias en la conformación de mentalidades, gustos y saberes. El cubano contemporáneo requiere y exige que se le muestre el suceso sin verbalismos parcializados y paralizantes de pensamientos. Necesita conocer el suceso con sus propios contenidos, sin que se desdeñe su complemento analítico. Las respuestas a las agresiones mediáticas de los eternos enemigos exigen taller intelectual y, sobre todo, conocimiento de su cultura. De no ser así, el enfrentamiento es meramente instintivo y, sobre todo discutible  para los bandos contendientes.

Foto: Acceso360.com

Otra de las cuestiones necesitada del análisis colectivo lo constituye el tratamiento publicitario a las personalidades y aconteceres del ámbito cultural. Si asumimos la cultura en su dimensión universal no resultan justificables las omisiones de las ciencias sociales. Las llamadas “culturales” del noticiero de la televisión así como los restantes espacios similares de la prensa escrita y radial están dedicados exclusivamente a la creación artística y literaria. Los aconteceres inherentes a la filosofía, la sociología, la historia, la antropología, entre otras disciplinas, son dados a conocer solo de forma parcial cuando algo muy relevante se descubre o relaciona con alguna efeméride importante.

El científico social es prácticamente un desconocido para el gran público. Sus quehaceres a favor del mejoramiento humano se registran con palidez en los ámbitos comunicacionales. Loable resulta, por su carácter humanista y educativo, la socialización de los natalicios, los fallecimientos y las obras de nuestros escritores y artistas, elementos recién incorporados al mundo de las noticias. Pero, ¿por qué no se incluyen a los restantes escritores e investigadores (y científicos y pensadores) cuyas obras y vidas también merecen el reconocimiento popular?

Resulta doloroso e injusto, por citar un ejemplo relacionado con mi área de trabajo, que no se divulgaran los recientes fallecimientos de Guillermo Jiménez Soler, Alejandro García Álvarez (Premio Nacional de Historia 2019) y Rolando Álvarez Estévez, cuyas obras son de obligatoria referencia para investigadores y docentes. Como tampoco se socializan los cumpleaños y los éxitos de quienes entregan sus esfuerzos por el mejoramiento de nuestra sociedad desde sus respectivos campos científicos. ¿Solamente los premios patrocinados por el Instituto del Libro y el Ministerio de Cultura merecen atención de los espacios informativos? ¿Hay que esperar a la celebración de las ferias del libro para conocer algo de lo mucho que hacen los excluidos por la cultura del país? Los debates de la sección histórico-social de la Uneac son prácticamente ignorados por nuestros medios, salvo cuando asisten los dirigentes del gremio. ¿Por qué, si la noticia no es solo la presencia de ellos, sino también el contenido de los encuentros? Lo mismo sucede con las actividades organizadas para condecorar a nuestros trabajadores donde los únicos mencionados son los que ostentan los altos cargos políticos

A lo anterior debe agregarse lo relativo a las acciones policíacas contra la corrupción. Tal parece que solo han existido en tiempos de pandemia o que ahora es cuando se tiene conciencia de su peso en la economía y en la vida social del país. ¿Por qué no se dan a conocer los resultados de las investigaciones y sí el momento en que sus autores fueron apresados? ¿Por qué se visibiliza el eslabón y no la cadena en su conjunto? Semejante mutilación se hace ostensible en los cambios que ocurren en el poder gubernamental cuando se anuncian “las liberaciones” de los dirigentes hacia “otras responsabilidades” y nos preguntamos, sin recibir respuestas oficiales, las causas y sus destinos. ¿No somos acaso un país con democracia participativa cuyos ciudadanos eligen y deciden su destino? ¿Qué sabemos de semejantes decisiones más allá de la escueta noticia? ¿Por qué son las redes foráneas y las no oficiales las que ofrecen lo que nos corresponde conocer por boca de los protagonistas?¿Quiénes deciden y determinan en el mundo de la información y cuáles son sus presupuestos ideoculturales?

Se divulgan las campañas institucionales contra el racismo, la violencia de género, el sexismo, la xenofobia y la discriminación sexual, entre otros flagelos, pero no se les personaliza. No estoy abogando por la recuperación de las otroras nefastas “páginas amarillas” con su morbo e indecentes exaltaciones a la promiscuidad, el crimen pasional y demás indigencias morales, sino por su visibilidad a través de las manifestaciones del arte y la literatura, el diálogo artístico y científico y el comentario. Un ejemplo de lo que se puede hacer a favor de la movilización de pensamientos lo constituye la última telenovela. Las opiniones críticas de los diferentes sectores  sociales develan la existencia de disímiles niveles de comprensión con respecto a los problemas familiares y de la sociedad en su conjunto. Pudo apreciarse el conservadurismo reaccionario en quienes no aceptan la modernidad como parte de un largo proceso de búsqueda de la emancipación social. También resultan observables las manifestaciones concretas del dogma paralizante de la libertad individual y colectiva, así como el quietismo y la indiferencia frente a la inmoralidad. Es de celebrar la valentía de quienes hicieron posible la telenovela “El rostro de los días “por propiciar el encuentro con el presente desde sus propias verdades.

Mucho podemos hacer desde dentro y con todas las energías creadoras que hemos acumulado a lo largo de nuestras vidas, y también de las que nacen de la esperanza en quienes ya son parte del futuro. Cada generación tiene su destino, su razón de existencia y sus grandes retos. El legado es perpetuidad cuando se le asume para hacer avanzar los tiempos a favor de la libertad plena de la justicia social. No hay que modelar a quienes tienen el protagonismo de las nuevas y renovadas hazañas del porvenir, solo hay que formarlos y dejarlos hacer para el bien del país. Y los medios de información masiva desempeñan un papel decisivo en la conformación de un futuro sin los atavismos del presente.

 


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