Intercambio comercial y amistad con Ceilán y Pakistán


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Ruinas, Palacio real de Rey Parakramabahu I, Polonaruwa, Ceilán, 1959

De Indonesia pasamos a Ceilán, pequeña isla, inferior a Cuba en cuanto a su tamaño, unos 65 000 kilómetros cuadrados, pero que tiene unos nueve millones de habitantes. Ceilán es llamada la perla del Indico y une a su clima privilegiado una gran organización turística y de gobierno y, a la cultura de los tiempos modernos, el respeto por la vieja.

Todo nos fue allí cordial y amable. Fuimos recibidos inmediatamente por el Primer Ministro Bandaranaike, hombre delgado y nervioso, de gran simpatía personal, vestido a la usanza hindú, con sus largos faldones de tela blanca. Firmamos en Ceilán un tratado de pago tras la venta de veinte mil toneladas de nuestro azúcar y convenimos en establecer algún tipo de relaciones entre ambos países. Sin embargo, no es de las relaciones oficiales de donde surgen nuestros mejores recuerdos, sino de la vida entera del pueblo cingalés.

Dado a nuestro poco tiempo tuvimos que hacer una visita relámpago en la que tuvimos ocasión de visitar algunas de las más interesantes muestras del arte budista. En toda la región norte se desarrolló una avanzada civilización que tuvo su centro en la capital llamada Polanararuba, situada a la orilla de uno de los enormes lagos artificiales que construyeron en esta zona para poder cultivar la tierra seca. Desde la extinción de aquella antigua cultura han transcurrido muchos siglos, pero todavía se levantan estatuas colosales y construcciones magníficas y, sobre todo, perdura el sistema de riego artificial, verdadera maravilla de la ingeniería antigua, cuyas aguas se empiezan a utilizar hoy en un plan para aumentar la superficie irrigable de esta pequeña isla.

Visitamos además, unos de los más extraordinarios castillos que la imaginación del hombre pueda concebir. La historia parece un cuento para niños. El menor de uno de los hijos de un monarca de la región, para obtener los beneficios de un trono que no le correspondía mató a su padre y se apoderó del mismo. Luego, temeroso de la venganza del hermano, construyó su castillo en una escarpada roca de unos doscientos metros de alto. Se llega a la cima por una extraordinaria cantidad y variedad de pasadizos talladas en la peña. Arriba quedan los restos de un refinamiento que se llevaron los siglos y se ven algunos frescos de enorme valor artístico y gran sensualidad. Evidentemente aquel hijo del rey no tuvo otra preocupación en su vida que gozar del poder conquistado. La historia acaba, como en las de niños, con el triunfo del hermano bueno que metió en la cárcel al malo y gobernó unos cuantos años más.

Después de visitar estas regiones de la zona seca, hicimos lo propio con la región montañosa, húmeda y arbolada, donde el aspecto de la vegetación y de la gente era totalmente distinto. Allí se encuentra la antigua capital, Kandy, pequeña y pintoresca, donde hay un templo en el que se encierra, según la tradición, un diente de Buda. En Kandy está la Universidad de Ceilán, que visitara José Antonio Echeverría hace ya algunos años.

Por tropicales caminos de montaña, entre cocoteros, árboles de goma y campos de arroz, se llega a Colombo, capital de la nación. Y aquí se vive la vida moderna de esta isla con un pasado tan pletórico en civilizaciones y hechos extraordinarios. Ceilán está viviendo los albores de una nueva era en la cual se romperán definitivamente los restos de los lazos coloniales, acabando también con la ficción que supone el que un país independiente tenga allí un gobernador general designado por su Majestad británica, bajo la dirección del Premier Bandaranaike, Ceilán campeón de la neutralidad e impulsora del pacto de Colombo y de la conferencia de Bandung, había tomado un decidido rumbo de transformaciones sociales vitales para el país. Su muerte ha sido un duro golpe para la causa democrática. Murió en las manos de un «loco», así califican siempre las agencias noticiosas internacionales a los seguidores del poder colonial que cortan la vida de quienes tratan de liquidar hasta los vestigios de ese poder. De todas maneras, el impulso de ese pequeño pueblo es tan fuerte que no dudamos ha de continuar el camino trazado por la mano firme de su anterior líder.

A Ceilán lo «colonizaron» portugueses, holandeses e ingleses durante ciento cincuenta años cada uno. Los cingaleses opinan que todos los portadores del beneficio de la «civilización occidental» son malos, pero como sus hermanos indonesios, coinciden en que los holandeses son los más negativos.

Buenas perspectivas económicas se abren para el intercambio para los dos países, pues Ceilán no produce azúcar y nosotros consumimos algunos de sus productos como cerda, goma, aceite de citronela, té, etcétera.

En Ceilán nos dirigimos directamente al Pakistán, enorme país de casi un millón de kilómetros cuadrados y 80 millones de habitantes, el séptimo del mundo en cuanto a población.

Actualmente Pakistán está dividido en dos porciones denominadas: Oriental y Occidental respectivamente separados por todo el territorio de la India, nación con la que tuvieron dificultades fronterizas acicateadas por las potencias coloniales, interesadas en mantener en lucha perenne a los países que tratan de salir del continuo estado de subdesarrollo económico, para impedirles una acción constante y unificada dentro de esta aspiración.

Prácticamente no podemos dar una idea del Pakistán de hoy, de sus muchas complejidades y contradicciones, pues solamente estuvimos tres días en la capital, Karachi. Fuimos recibidos por el Jefe del Gobierno, el General Ayub Khan, quien se mostró afectuoso e interesado en la Revolución cubana y en sus proyecciones. En esos días se había producido el intento de los trujillistas y las agencias noticiosas norteamericanas difundían en el mundo entero noticias tremendas para la revolución cubana; nos preguntó el mandatario pakistaní sobre la esencia y magnitud de los conflictos y le contestamos claramente que desconocíamos su estado en ese momento, pero que la esencia era la acción de las compañías monopolistas norteamericanas disgustadas por la Reforma Agraria y que contaban con una anuencia más o menos oculta del Departamento de Estado norteamericano. El Presidente se sonrió haciendo como único comentario: «Así que están en dificultades con los Estados Unidos, eso es peligroso.»

Todas las conversaciones oficiales mantenidas, lo fueron dentro de un marco de gran afabilidad. Por lo poco que pudimos ver, este país está haciendo un gran esfuerzo para lograr su industrialización. En la misma ciudad de Karachi se han establecido los principios de una agrupación industrial que cuenta con unas treinta pequeñas fábricas, entre ellas algunas de tejidos de muy buena calidad. Vimos también una terminal marítima para atender a unos trescientos barcos pescadores que nutrirán de proteínas a la capital y algunos institutos científicos entre los que nos pareció muy interesante el de las fibras textiles.

Para comenzar, nuestras relaciones podrán basarse en el azúcar, por el lado de Cuba; y lana, pieles y el obligado yute para nuestros sacos, de parte de Pakistán.


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