El Club de confidentes de Ciego de Ávila durante la guerra de 1895


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 Al estallar la guerra de Cuba, el 24 de febrero de 1895, cundió el pánico por todo el territorio de las provincias orientales, Camagüey y muy especialmente en la región de la Trocha de Júcaro a Morón, teatro de pasadas contiendas revolucionarias. Conocedores ya los moradores de la zona de la histórica Trocha del 68, valladar inexpugnable de los ejércitos de España y que tantas vidas hubo de costarle a los españoles, por aquella época era un verdadero peligro para los simpatizadores de la Revolución, prestarles su concurso a los alzados en armas contra España. El estado de sobresalto en que se vivía, debido a la excesiva vigilancia por las autoridades españolas en muchas personas que habían formado parte de la guerra del 68 y que aún radicaban en toda la Trocha, obligaba a los que aún tenían ánimo para luchar por la santa causa de la Independencia, a andar con cuidado.

Con gran tacto y cordura, tomando por base para su organización las reuniones familiares en el poblado, hubo de hacer su formación el gran Club denominado “JOSÉ B. ALEMÁN”, que tan eficaces servicios prestó a la Revolución en toda la Trocha. Ya en perfecto estado de organización, sus componentes desempeñaban los más arriesgados servicios confidenciales y conducción de materiales de guerra, correspondencia y medicinas al campo. Fueron tan eficaces estos servicios, prestados en toda la guerra, que gracias a ellos pudieron sostener las comunicaciones las partes opuestas de la Trocha. Heroicos podemos llamar los trabajos realizados por los integrantes del Club; todos ellos enaltecedoras, y por demás, de alta estimación y valer para nuestra historia.

Esta perpetua organización, encargada de burlar la estrecha vigilancia de los fuertes españoles y auxiliar a las fuerzas del Este y del Oeste en la Trocha, estaba integrada por las personas siguientes: Manuel Torres Cruz, jefe, conocido como Chicho Torres (en la imagen),  Abelardo Rico, Amador Morales, Cecilio de la Cruz, Pedro Torres, Miguel Gómez Mayo, Felipe Márquez, Nicolás Jorge, José Miguel Téllez, Pedro Antonio Castañeda, Plutarco Moya, Joaquín Echemendía, Luis Gómez Ángel Bello, José Córdova, José Elías  Bregas, José Páez, César Castañeda (Secretario), Juan Díaz Santos de la Paz, Manuel Borges, Mariano Díaz Madrigal, Manuel Diego Venegas, Santos Carbonell, Rafael Valdés Delgado, Santos de la Cruz, Silvestre Pérez de Corcho, Antonio Viciedo, Benito Fajardo, Antonio Benguría, Juan González Legón, Manuel O’Relly y Antonio Téllez; y las no menos importantes servidoras de Cuba, meritísimas patricias, las respetables señoras Inés de la Cruz y Elvira Villanueva, las cuales fueron verdaderas heroínas en la confidencia y en el servicio de sacar útiles para las fuerzas mambisas.

La correspondencia era cruzada por los confidentes Juan Muro y Julián Montesino, soldados españoles del Cuerpo de Ingenieros. Muchos de estos abnegados patriotas de Ciego de Ávila, Júcaro y Morón, fueron apresados más de una vez y maltratados de palabra y de obras, por las autoridades españolas, penalidades y vejaciones estas que no pudieron impedir nunca la confidencia y la comunicación hablada y escrita entres las fuerzas cubanas y las colindantes provincias de Camagüey y Las Villas, llevando las noticias a las demás. Cada componente del Club tenía su número por nombre, lo que evitó que fuesen descubiertos muchos de ellos, sorprendidos a cada rato por los contrarios. Una gran parte de estos luchadores por las libertades cubanas, al terminar la guerra, ya formaban parte de las fuerzas del Ejército Libertador, pues tuvieron necesidad de abandonar la población, en evitación de ser presos o caer asesinados. Los grandes servicios prestados por el Club patriótico son dignos de figurar también en las páginas gloriosas de nuestra Historia de la Revolución Cubana.

 


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