A 180 años del arribo de la fotografía a Cuba.


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La relación entre fotografía e historia es de vieja data. Se remonta al inicio mismo del surgimiento y patentización del invento de Daguerre en el París de 1839 (hubo dos momentos de informe a la Academia de Ciencias francesas, en enero, primero, y ya de manera oficial, en agosto de ese año).

Lo interesante del caso es que, entre esas dos fechas, el 28 de marzo de 1839, El Diario de La Habana publicó en su primera página, un artículo traducido de La Gazzette de France, del 6 de febrero, sobre los progresos alcanzados por J.M Daguerre en su “medio de fijar las imágenes”, con lo que dio la primera noticia sobre fotografía a los lectores de la isla.

Al siguiente año, otros dos hechos relacionados marcaron los primeros pasos del invento en Cuba: se vendió el primer libro sobre fotografía en una librería de la capital (y de Cuba), La librería de Ramis, situada en Obrapía no 8, titulado Exposición histórica y descripción de los procedimientos del daguerrotipo, de Daguerre (edición de Don Joaquín Isen y Molleras) y arribó al puerto de La Habana la primera máquina de daguerrotipo, importada en el mes de abril por el hijo del entonces Capitán General de la colonia, Don Pedro de Alcántara. El joven, de igual nombre que su padre, tomó la que se considera por los historiadores como la primera imagen fotográfica realizada en Cuba, una vista de una esquina de la Plaza de Armas (mirando desde el Palacio de los Capitanes Generales hacia la bahía). Ese fue el comienzo. De tal acontecimiento nos separan justamente 180 años.

Sin embargo, fue el estadounidense George Washington Halsey, el verdadero introductor y divulgador del daguerrotipo en la colonia española. Trabajó con intensidad durante el año 1840 para abrir, en enero del año siguiente, el primer estudio de daguerrotipo. En el periódico Noticioso y Lucero de La Habana, el 3 de enero, se anunció “a las señoras y caballeros de esta capital, que se halla completamente habilitado para sacar retratos (…) un cuarto y la espaciosa azotea de la casa número 26, calle del Obispo…”.  Parece haber sido una inteligente selección pues esa calle era la principal arteria comercial de la ciudad.

A partir de ese momento, todo el vínculo de Cuba con la fotografía se aceleró vertiginosamente. Durante 1841 otros hechos fundacionales aparecieron informados en la prensa: el aparato de hacer retratos en miniatura por Don Antonio Rzzonico, el estudio de R.W Hoit en el mismo espacio donde estuvo la galería de Washington Halsey, la publicación de Isla pintoresca de Cuba, libro con vistas fotográficas de diversos lugares de La Habana (hasta Guines), a partir de imágenes provenientes de daguerrotipos y litografías, y la exhibición del Gran Diorama, de Daguerre, en Obispo no 110. Fue 1841 un año en el que la daguerrotipia se asentó y consolidó en la capital de la colonia.

No fue hasta dos años más tarde que se anunció el primer daguerrotipista nacido en Cuba, Don Esteban de Arteaga, recién venido de París, quien ofreció al público, mediante noticia publicada en El Diario de la Marina, “los mejores retratos de daguerrotipo, en Lamparilla no 71 (hoy 324), entre Aguacate y Compostela, incorporando al anuncio un detalle: “Daguerrotipos en colores. Verdadera identidad”.

Los años siguientes mostraron el incremento de los estudios fotográficos, entonces conocidos como galerías, en distintas zonas de la ciudad intramuros. Fue la calle O’Reilly la que mayor cantidad de estudios albergó, lo que le proporcionó el calificativo de “la calle de los fotógrafos”. Las máquinas o cámaras Kodak y todos los productos asociados a ellas, de la empresa Eastman Kodak Company, de Rochester, Nueva York, se pusieron a la venta en una tienda situada en Obispo no 79 (hoy 361).  En 1855 había suficientes estudios y fotógrafos en la ciudad como para que se le dedicasen algunos artículos en la prensa. Pocos años más tarde, las galerías de fotografía se habían expandido por otras regiones de la isla, pues en 1857 el periódico El Eco, de Manzanillo, daba noticia de un estudio en la ciudad sureña del oriente cubano. Estos establecimientos se multiplicaron velozmente y a la altura de 1875 se consignaron, solo en la capital, la cantidad de 24 galerías, de los cuales 13 estaban en la calle de los fotógrafos. En el filo del cambio de siglo, en 1899, en el primer censo de población realizado en la época postcolonial, se recogieron 212 fotógrafos, de los cuales 7 eran mujeres (6 criollas y una extranjera).

Es relevante la participación femenina en el oficio. Un grupo de mujeres fotógrafas también se destacaron en una actividad profesional que realmente, como casi todas, no estuvo conceptuada para el “bello género” durante los primeros tiempos, pero ello no fue obstáculo para que Encarnación Irástegui, Francisca Maderno, Ida Concha, Isolina Amézaga, Clara García, entre otras, unieran sus nombres a los de los fotógrafos a partir de los años cincuenta del siglo XIX.

En la primavera de 1893 visitó la colonia la Infanta Doña Eulalia de Borbón, primer miembro de la familia real española en llegar a Cuba y su estancia fue registrada visualmente por el fotógrafo español-estadounidense José Gómez de la Carrera.

En 1883 se creó la primera asociación gremial de fotógrafos, la Asociación Fotográfica de Aficionados de La Habana, fundada en el mes de abril. La aparición de las revistas (El Fígaro, la primera de ellas en 1885) ayudó poderosamente a la divulgación de las imágenes fotográficas. Otras publicaciones seriadas como Social, Carteles y Bohemia, también fueron decisivas en esa promoción (ya en el siglo XX).

Llegados al siglo XX el desarrollo de la fotografía continuó produciéndose de manera indetenible, destacándose en 1835 la creación del Club Fotográfico de Cuba (CFC), que agrupó a los mejores fotógrafos de la capital. Se destacaron, entre los numerosos miembros de este gremio, los nombres de Joaquín Blez, José Manuel Acosta, Roberto Rodríguez Decall, Tito Álvarez y Emilio Contreras. La creación y el funcionamiento del CFC fue considerada por estudiosos e historiadores como el acontecimiento más relevante del itinerario de nuestra fotografía durante la época republicana.

Con el triunfo revolucionario de enero de 1959, la relación entre fotografía y sociedad en Cuba se abrió a una nueva etapa. Se produjo entonces una verdadera apoteosis de la imagen social. Los años turbulentos de consolidación del poder revolucionario tuvieron en un grupo de fotógrafos a destacados artistas que gestaron una iconografía extraordinaria que luego se acuñó por la crítica como “fotografía de la épica”. Osvaldo y Roberto Salas, Alberto Díaz (Korda), Raúl Corrales, Ernesto Fernández, Liborio Noval, entre otros, sobresalieron en esa etapa genésica de la imagen histórica y del fotodocumentalismo de la revolución.

Entre las décadas de los setenta y los ochenta del siglo XX, otro grupo de fotógrafos fue gestando un cambio gradual en la imagen, Raúl Martínez, Mario García Joya, María Eugenia Haya (Marucha), Grandal, José Figueroa, Gory, Iván Cañas, Enrique de la Uz, Alfredo Sarabia (padre) y Chinolope, por citar algunos de los más relevantes, le dieron un cambio gradual a la fotografía insular, tanto en los temas como en las técnicas y los enfoques.

Pero a finales de los ochenta e inicios de los noventa fue que se produjo el gran cambio y actualización de los códigos visuales a tono con las tendencias internacionales en boga. Nombres como José Manuel Fors, Marta María Pérez Bravo, Juan Carlos Alom, René Peña, Abigaíl González, Cirenaica Moreira, Eduardo Hernández Santos, entre otros, revolucionaron la imagen fotográfica. A partir de sus operatorias y obras todo fue radicalmente diferente en la fotografía insular. Hoy, se puede afirmar que esta expresión de las artes visuales cubanas goza de buena salud y nuevos nombres han engrosado la relación de magníficos exponentes de una fotografía que se abre hacia los nuevos usos que le permite el denominado arte contemporáneo y las nuevas tecnologías de la información.

En este largo período de tiempo también surgió en el país, y se desarrolló, el estudio, la historiografía y la crítica sobre fotografía en el país. Nombres como Rafael Pegudo, José Antonio Navarrete, Juan A. Molina, Ramón Cabrales, Cristina Vives, Nelson Herrera Ysla y Grethel Morell, entre otros, han examinado con seriedad el nacimiento, consolidación y evolución de la fotografía nuestra, aportando criterios y juicios de valor de mucha valía.

No podría finalizar este sucinto recuento de 180 años sin dejar de mencionar a grandes figuras de la fotografía internacional que han visitado nuestro país y tomado fotos: Henri Cartier Bresson, Walker Evans, Enrique Meneses, Pedro Meyer, Peter Turnley, Rodrigo Moya, Roger Pic, entre otros reconocidos artistas han trabajado en la Isla de las Imágenes, como una vez se le llamó al archipiélago cubano por su estrecha vinculación con la fotografía desde sus mismos inicios.

Sirva este recuento para evocar todo el despliegue de talento que rodea a la vinculación de Cuba con la fotografía.

 

 


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