Bonifacio Byrne, nació un tres de marzo.


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Era matancero. Nació  el 3 de marzo de 1861. Murió en 1936,  a los 75 años de edad.  Desde muy niño mostró interés por la escritura. Los periódicos locales le publicaron los primeros textos. Llegó a cultivar su intelecto y se le veía frecuentar los Círculos literarios de su ciudad natal.  Al dar a conocer su primer libro de versos titulado “Excéntricas” en 1893,   Julián del Casal expresó en el Semanario La Habana Elegante,  “que el poeta había interrumpido el tono monótono de la poesía cubana  hasta ese momento”. Algo renovador veía Casal en los versos del matancero y a partir de  este descubrimiento,  comenzó a ser  muy reconocido en el escenario poético de su época.

La Guerra de Independencia estalla. Las cosas se complican. Arrecia  la represión. En ocasión del fusilamiento de Domingo Mujica,  héroe y mártir del separatismo, aparece un apasionado soneto cuya autoría se adjudica a Bonifacio Byrne. Todo hacía indicar que no existía otro autor.   Después de este texto,  ya  no era sólo el poeta de los Círculos literarios, sino el hombre no bien visto por las autoridades. El vibrante soneto, lo llevó a la triste condición de desterrado. Salió de Cuba. En Tampa fue lector de tabaquería. Colaboró intensamente en apoyo a nuestra causa libertadora, escribió tanto por la causa libertadora, que Nicolás Heredia,  que fue el prologuista de su primer libro, lo llamó “el poeta de la guerra”.

Su sentimiento antiesclavista se demostraba, entre otros textos, en “El sueño del esclavo”,  un soneto del cual transcribo los dos últimos tercetos:

¡Ora durmiendo está/ Tened cuidado/Los que cruzáis de  prisa por su lado/¡Ninguna voz en su presencia vibre!/.

/Dejad que el triste de dormir acabe/y no lo despertéis, porque ¡quién sabe!/ si ese esclavo infeliz sueña que es libre!

Era el matancero, un hombre culto, incursionó en la poesía con varios textos, la prosa periodística, la crítica literaria,  el teatro.  Dejó inédita una novela,  un libro de narraciones y otros trabajos  poéticos.

Byrne  fue un creador   sensible,  de ideas renovadoras.  Algunos estudiosos  lo consideran  como el poeta  más importante del período que va desde Casal hasta Boti”.

Sería interesante, en esta ocasión,  remontarnos al año 1899.

 Para algunos historiadores,  uno de los momentos más complejos de nuestra historia.  La lucha por la  independencia del coloniaje español,  que había costado tantas vidas,  era  amenazada por la intervención de los Estados Unidos   y su  voraz corriente  anexionista. El ejército libertador se encontraba marginado y el pueblo cubano,   basado en un cuerpo ético- patriótico legado por nuestros grandes pensadores: Varela, Luz y Caballero, Céspedes, Agramonte, José Martí, Gómez y Maceo, fundadores de nuestra nacionalidad,  estaba  dispuesto a defender su derecho histórico de ser independiente y soberano.

En ese año,  llegaba Byrne del exilio  con su   bandera llena de orgullo por  la tierra valerosa, la enseña  que nunca jamás fue mercenaria, la de una sola estrella, la  que el sol  ilumina en el llano, en el mar y en las cumbres, y   encuentra, decepcionado,  ondeando en la bahía,  otra bandera  además de la suya  y ahí,  el poeta, el patriota, el cubano, el revolucionario,  crea aquellas estrofas ardientes  que se  vienen  repitiendo a  lo largo de los años por  nuestros niños y jóvenes y por  todos  los que tuvimos el honor de estar en aquella inolvidable concentración del 26 de octubre de 1959, frente al antiguo Palacio Presidencial,   después del triunfo del glorioso primero de enero, cuando repetimos a coro, junto al querido Comandante de la Revolución Camilo Cienfuegos, los últimos versos  del  emblemático texto:

/Si deshecha en menudos pedazos/ llega a ser mi bandera algún día/¡ nuestros muertos alzando los brazos/ la sabrán defender todavía!/.

Mi Bandera, es un texto emblemático de Byrne,  que hoy recordamos en ocasión de su nacimiento.

Es como diría Cintio Vitier:”el último canto de genuina y entrañable emoción patriótica en el tono acuñado por nuestros poetas revolucionarios”.

/Del destierro en el alma la traigo/entre tantos recuerdos dispersos/y he sabido rendirle homenaje/al hacerla flotar en mis versos/.

Fue el preciso instante  de  nuestra historia,  en que después  de los grandes esfuerzos realizados para conquistar la soberanía y la independencia de  nuestra Isla,  se vio la misma amenazada   por  las fauces devoradoras del  gigante de  las siete leguas,  como Martí sabiamente había calificado al vecino imperial.

 “Mi bandera”, más que un poema, es un símbolo, un himno, y un grito, que se mantiene vivo y alerta  en la memoria imperecedera  de todo  nuestro pueblo.


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