Chucho Valdés, toda la genialidad del jazz / Por Alain Valdés Sierra


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Chucho Valdés es un extra clase, siempre tiene un as bajo la manga para sorprender a quienes piensan lo conocen del todo; sus mejores invenciones puede superarlas con una genialidad que deja boquiabiertos a los más exigentes seguidores del jazz.

Y es que, además de virtuoso, el músico cubano logra deslumbrar con actitudes bien distantes de la parafernalia que rodea cuanto acontece hoy en los grandes escenarios.

Chucho es fuente inagotable de creación, un universo en sí mismo que resulta de años de incesante búsqueda y es capaz de dibujar el horizonte hacia el que enrumba su camino.

Así mostró credenciales el multiganador del Premio Grammy en la segunda noche del 33 Festival Internacional Jazz Plaza, ante una repleta Sala Avellaneda que contuvo la respiración para no perder hasta el más mínimo detalle de la propuesta de virtuoso pianista, acompañado esta vez solo de bajo y dos percusionistas.

La elección no fue fortuita, el fundador de Irakere explora en cada oportunidad las posibilidades de cada movimiento instrumental, reacomoda sonidos y saca el máximo a quienes con él comparten el escenario.

No cree en guiones preestablecidos, si antes de subir a las tablas tenía pensado un hilo conductor para el concierto una vez ante las 88 teclas se deja llevar por ese espíritu creativo del jazz que le ha consagrado como uno de los grandes del género.

Sin rodeos, Chucho es el latin jazz, un “jazzman”; es el piano y todos los pianos, en sus movimientos están sus raíces: Manuel Saumell, Ignacio Cervantes, Ernesto Lecuona, Lily Martínez y por supuesto Bebo, su padre; los clásicos Chopin y Lizt, y los revolucionarios Duke Ellington y Thelonius Monk.

Dinámicas y electrizantes transcurrieron las piezas del concierto, como El Rumbón o el Scherezade de Rimski-Kórsakov, de la que se apropió para devolverla como un sentido blues capaz de agitar al notable compositor ruso.

El maestro también sabe ceder espacio a sus músicos, que brillaron sobremanera, soberbio Rodney Barreto en la batería, virtuoso Yaroldi Abreu en las congas, y un infatigable Yelsy Heredia en el contrabajo; además convida, con inteligencia y buen gusto compartió el escenario con el saxofonista estadounidense Joe Lovano, que en primer plano dialogó con la formación de manera fluida, impecable.

Noche de jazz para quienes reconocen en esa música sus sonidos liberadores de la mano de uno de sus más grandes exponentes, un cubano de Quivicán que tiene el relevo asegurado, pues fue precedido en el escenario por el proyecto Valdés Brothers, iniciativa de sólida propuesta liderada por sus hijos Leyanis y Jessie.   


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