Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, en la Cumbre de Río, 1992


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No hablemos de hechos, sucesos, acontecimientos, como tampoco de alguna que otra anécdota referida a épocas/períodos alguno ya históricos, que antecedieron a la constitución de uno de los proyectos más hermosos y humanos creados con firmeza, dignidad y, ante todo, apoyo y contribución solidaria y desinteresada por parte del pueblo de un Archipiélago caribeño y, en específico de sus galenos de la salud.

En estos difíciles tiempos que corren para la existencia del hombre en todas sus manifestaciones, la seguridad, salvaguarda y protección de la salud humana está con total desinterés económico y comercial en las manos, el pensamiento y la disciplina de un numeroso personal de salud dispuesto hasta a brindar sus vidas si fuese necesario para hacer de aquel pronunciamiento en un discurso histórico herramienta gloriosa de trabajo, durante la Conferencia de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo, el 12 de junio de 1992:

“¿Alcanzarán las próximas generaciones la tierra prometida hace medio siglo? ¿Cuántos son los centenares de millones que han muerto ya sin contemplarla? ¿Cuántas las víctimas de la opresión y el saqueo, de la pobreza, el hambre y la insalubridad? ¿Cuántos más tendrán que caer todavía?

“Queremos un mundo sin hegemonismos, sin armas nucleares, sin intervencionismos, sin racismo, sin odios nacionales ni religiosos ni ultrajes a la soberanía de ningún país, con respeto a la independencia y a la libre determinación de los pueblos, sin modelos universales que no consideran para nada las tradiciones y la cultura de todos los componentes de la humanidad, sin crueles bloqueos que matan a hombres, mujeres y niños, jóvenes y ancianos, como bombas atómicas silenciosas.

“Queremos un mundo de paz, justicia y dignidad, en el que todos, sin excepción alguna, tengan derecho al bienestar y a la vida”.

Hablamos de la constitución de un ejército armado de medicamentos, como únicas municiones disparadas por parte de profesionales experimentados que lo conforman.

Cuba, el Archipiélago golpeado por un criminal bloqueo económico, comercial y financiero por la potencia más poderosa del mundo, inscribiría en letras doradas que sí se puede hacer de los vocablos imposible o inalcanzable divisa de acción para hacer de este mundo un universo de paz y de corazones abiertos al respecto, a la igualdad y a la contribución plena.

Infinidad de mensajes de apoyo para el otorgamiento del Premio Novel de la Paz a  los galenos de la Mayor de las Antillas llegan desde todas partes del mundo. ¡Bienvenido sería! ¡Un otorgamiento tremendamente justo! Mas, no sería el único que Cuba y su Revolución recibieran. Su más alto honor como ejemplo de pueblo que en tribunas nacionales e internacionales ha luchado y continúan luchando por la Paz, la igualdad, la independencia y la soberanía para todos los pueblos del mundo es sobradamente reconocido.

El Premio Nobel de la Paz y lo tiene Cuba y su pueblo desde hace siglos, cuando sus Padres pensadores lo enriquecieron a través de sus ideas para la formación de una Nación sin explotadores, ni explotados, sin sujeción a medidas anexionistas o de cualquier otro tipo ante las amenazas de grandes potencias europeas; cuando de sus tres contiendas independentistas emergieron hombres y mujeres valientes, sacrificados y desprovistos de cualquier interés material o de riqueza, y dispuestos a ofrendar sus vidas como bien definiera uno de sus más connotados héroes Antonio Maceo,  Titán de Bronce:

“Quien intente apoderarse de Cuba, sólo recogerá el polvo de su suelo, si no perece en la lucha”.

El Premio Nobel de la Paz lo tiene Cuba y su pueblo sobradamente también desde hace siglos, cuando en este pequeño Archipiélago, llave de las Américas al mundo, surge la figura de su Héroe Nacional José Martí, visionario de todos los desmanes de nuestra América debido a la presencia y peligro de su enemigo más cercano quien, desde su sitial norteño y armado de garras imperiales apuntalaba su dominio mediante discursos, intervenciones, conflictos internos armados y asesinatos de líderes obreros y campesinos en tierras latinoamericanas y caribeñas.

Era la Paz lograda mediante la política de las cañoneras, del llamado Buen Vecino, de la política hegemonista Monroe, de América para los Americanos.

Es el mismo enemigo que arrebató el prestigio de un insigne médico cubano Carlos J. Finlay en su descubrimiento del agente transmisor de la fiebre amarilla en décadas anteriores, y es el mismo también que atenta contra cualquier negociación o venta de medicamentos especializados –y de suma urgencia para nuestros niños y ancianos en lo fundamental--, con vista a la cura o control del cáncer en todas sus manifestaciones.

¡Sí, bienvenido sería el otorgamiento de un Premio Nobel de la Paz a nuestros galenos! Pero, si ello no ocurriese… ¡Bienvenida millones de veces la Orden Carlos J. Finlay! ¡Muy nuestra, muy cubana, más luminosa, exenta del análisis y aprobación de un jurado desconocedor de nuestras dignas raíces, sumamente irrevocables legítimamente patriotas!

Estos son tiempos desafortunados, cuando la ocurrencia de epidemias, pandemias y de infinidad de enfermedades aún incontrolables; de males de salud que merecen ser enfrentados y combatidos sobre la base de la unidad entre los hombres; de hombres representantes de la salud del mundo entero.

¿Para qué? ¿Por qué? ¿Tantos intereses económicos, tantos ajustes comerciales con entidades prestigiosas en la fabricación de medicamentos?

Todos, absolutamente todos, formamos parte de una gran familia: la de la especie humana, como bien avizorara --con absoluta vigencia--, el más grande Líder revolucionario y de ideas del siglo XX, Fidel Castro Ruz, ante el XXXIV Período de Sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas, efectuado en Nueva York, el 12 de octubre de 1979:

 “(…) ¿Hasta cuándo habrá que esperar antes de que se hagan realidad la democratización de las Naciones Unidas, la independencia y la igualdad soberana de los Estados, la no intervención en sus asuntos internos y la verdadera cooperación internacional?

“Los portentosos avances de la ciencia y la tecnología se multiplican diariamente, pero sus beneficios no llegan a la mayoría de la humanidad, y siguen estando en lo fundamental al servicio de un consumismo irracional que derrocha recursos limitados y amenaza gravemente la vida en el planeta, ¿Hasta cuándo habrá que esperar para que haya racionalidad, equidad y justicia en el mundo?

“Disminuyen los bosques, se envenena el aire y contaminan los ríos, perecen incontables especies de plantas y animales. Se empobrecen los suelos. Se extienden antiguas y nuevas epidemias mientras crece la población, multiplicando las legiones de los desposeídos.

“¿Alcanzarán las próximas generaciones la tierra prometida hace medio siglo? ¿Cuántos son los centenares de millones que han muerto ya sin contemplarla? ¿Cuántas las víctimas de la opresión y el saqueo, de la pobreza, el hambre y la insalubridad? ¿Cuántos más tendrán que caer todavía?

“Queremos un mundo sin hegemonismos, sin armas nucleares, sin intervencionismos, sin racismo, sin odios nacionales ni religiosos ni ultrajes a la soberanía de ningún país, con respeto a la independencia y a la libre determinación de los pueblos, sin modelos universales que no consideran para nada las tradiciones y la cultura de todos los componentes de la humanidad, sin crueles bloqueos que matan a hombres, mujeres y niños, jóvenes y ancianos, como bombas atómicas silenciosas.

“Queremos un mundo de paz, justicia y dignidad, en el que todos, sin excepción alguna, tengan derecho al bienestar y a la vida”.

Más de 200 organizaciones de 26 países acompañan hoy una plataforma activada en Francia para solicitar la entrega del premio Nobel de la Paz 2021 a las brigadas médicas cubanas que enfrentan la Covid-19 por el mundo.

Grupos de solidaridad, partidos políticos y fuerzas sindicales de Europa, América Latina y Asia firmaron el llamamiento a favor de reconocer al Contingente Internacional de Médicos Especializados en Situaciones de Desastres y Graves Epidemias Henry Reeve, creado en 2005.

También intelectuales, parlamentarios, periodistas, autoridades locales y ciudadanos dieron su respaldo a la campaña, que para divulgar su causa cuenta con herramientas como un grupo en Facebook, integrado ya por cuatro mil 146 miembros, y una petición en el portal francés MesOpinions.com, apoyada por dos mil 71 personas.

Francia, Honduras, España, Hungría, Italia, Suiza, Brasil y República Dominicana son los países con más organizaciones, en una relación que crece a diario e incluye a una veintena de coordinadoras, las cuales aglutinan a decenas de asociaciones.

Completan la lista de naciones representadas Alemania, Argentina, Bélgica, Canadá, Chile, Cuba, Dinamarca, El Líbano, Eslovaquia, Grecia, Irlanda, México, Perú, Portugal, Reino Unido, Rumanía, Rusia y Túnez.

La labor humanitaria de Cuba y sus médicos llegó además en el actual contexto de ataque del coronavirus Sars-Cov-2 por primera vez a Europa Occidental, a través de brigadas que lucharon contra la pandemia en Andorra e Italia, y a territorio francés, con los galenos presentes en el departamento de ultramar de Martinica.

Estos ya no son los tiempos de aquellos misioneros del siglo XVI, ocultos en ropajes religiosos o supuestos benefactores de la salud y de la Paz; como tampoco son los de tantas otras organizaciones supuestamente no gubernamentales, como los Cuerpos de Paz. ¡NO! Estos son tiempos de manos fraternas, de lucha codo a codo, hombro con hombro. Una lucha que necesita con urgencia ganarse a pensamiento, con orden, disciplina, conocimientos y estrechísima unidad.

Esta es la verdad que amerita el infinito esfuerzo de la Brigada Henry Reeve a su paso por el mundo: vadeando ríos caudalosos, como el Amazonas;  empinando montañas accidentadas, enfrentando el crudo frío en lugares sumamente lejanos (como el Tibet); empinando esfuerzos de salud y de Paz sin descanso en cada rincón visitado y para muchos desconocido o perdido en este universo; trasmitiendo sus deseos y aspiraciones de salvar, de hacer el bien no como dioses, ni como misioneros o agentes pacíficos subvencionados, sino y tan sólo para dignificar la imagen de un pequeño que necesita ser salvado y vivir en Paz; de cada anciano, mujer y hombre de esta gran humanidad que así lo necesita y lo exige.

¡Gracias mil a todos quienes desde las redes sociales; quienes desde cualquier rincón del mundo apoyan el otorgamiento del Premio Nobel de la Paz para la Brigada Herny Reeve! Premio que, jamás compensaría, ni sería tan digno, valioso y patriótico por su alto sentido del deber cumplido en la lucha por la Paz, como la Orden Carlos J. Finlay, inspirada en nuestra Cubanidad y en los atributos históricos e internacionalistas más sentidos, profundos y tesoneros del pueblo cubano.


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