De cuando el Charangón de Revé era el comienzo de algunos caminos (II)


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El disco del jolgorio

Ocurre que la Orquesta Revé, el Charangón como se le llama en confianza, entra en el club de las agrupaciones de la música cubana que ya pasan del medio siglo en activo. Un club que lidera la orquesta holguinera Hermanos Avilés, en el que se incluyen la Aragón y alguna que otra institución musical que haría harto larga esta relación; una relatoría que no ignora a aquellas que alguna vez se disolvieron por equis razones y hoy se reagrupan, retoman, o rescatan. Última definición esta con la que no estoy de acuerdo, pues desconoce el ciclo natural de la vida que también aplica a la música; o para decirlo en clave de Charangón: “…nacen, crecen… se desarrolla y mueren…”.

En fin, ¡al rumbón!, ¡al fetecún!, o como se diría en la Loma del chivo allá en Guantánamo: ¡a changüísear! Elito Revé ha invitado a todo el que le ha sido posible y el resultado es el CD La salsa tiene mi son; producido por Bis Music y que ya está a la venta en todos los formatos que hoy conviven con nosotros (solo falta el LP).

Con el disco en mis manos, seducido por el título y el leitmotiv que lo ha generado, me dispuse a un agradable ejercicio de memoria musical; una memoria que necesita ser alimentada y reinventada para mayor gloria de la música cubana; que por momentos se me queda a medias; pero qué voy a hacer si es obra de humanos.

Me explico.

Como no es “mi jornada de solidaridad”, me puedo permitir criticar; no importa si comí cake, pasteles, dulces, bocaditos y tomé ron, cerveza o refresco. Mi condición de invitado me permite opinar sobre la rumba de otros, no así de la mía.

En trece temas se nos propone un recorrido por una parte importante del repertorio más exitoso de la orquesta y en su ejecución intervienen valiosos nombres de la música cubana y afrocaribeña; sí porque el son y la salsa forman parte del imaginario sonoro de eso que se llama Caribe y que es más que una condición geográfica, es expresión de una nacionalidad.

Personalmente considero acertado el hecho de poner en voz de Pablo Milanés un tema como La Ruñidera -son de Bienvenido Julián Gutiérrez-, aunque al escuchar las primeras notas se hace inevitable no recordar la voz y el estilo de Héctor Valentín, un sonero cubano que hoy nadie recuerda. Milanés sigue recordándonos que a él el son le viene como anillo al dedo. ¡Ojalá el disco de sones clásicos que le debe a la música cubana llegue alguna vez!

El mismo sabor me dejan las intervenciones de Gilberto Santa Rosa, Sixto “El Indio” Llorente, Issac Delgado, Moisés “Yumurí” Valle, Mayito Rivera y Armando Cantero, quien ha venido creciendo según han pasado los años y ha afianzado su carrera. Cada uno desde su estilo ha reinterpretado el repertorio, personalizando sus intervenciones y, cosa rara en estos tiempos, tal parece que el Charangón cuando se lo propone se convierte en una orquesta acompañante de altos quilates.

Las voces femeninas se empastan con ductilidad a las exigencias de una música que suena macho de principio a fin; lo ratifica aquella máxima que reza: “…el son si suena hembra, no es son…”. Aquí el tema género no cabe. Si no suena “macho” perece, de eso se trata.

Por momentos no entendí el haber incluido un tema del compositor Omar Alfano; que implica per se la presencia de Israel Rojas - ¿no es un disco del Charangón? -, pero el sentido común me puso sobre la senda de la realidad adecuada. Sencillo, fue un éxito de Santa Rosa y estamos hablando de que “la salsa tiene mi son” ¿no? Hubiera preferido escuchar a Rojas changüiseando -a fin de cuentas, la Loma del Chivo es parte fundamental de su identidad-, pero su intervención funciona y satisface a una parte del público al que va dirigido esta propuesta.

La otra duda que me suscitó la escucha del disco estuvo relacionada con el tema 1999, todo un hit del desaparecido grupo Orishas y que propicia la intervención de Alexander Delgado (Gente de Zona); pero suscribo en este caso lo expuesto en las líneas superiores.

Hacer versiones de temas conocidos no demerita la impronta de la Revé, creo que tal vez sea una brizna de aire fresco a su música y que debiera repetir.

No quisiera terminar estos apuntes sin antes referirme a la intervención de Los muñequitos de Matanzas. Sin “Muñecos” la rumba no está completa, máxime cuando el cierre es un tema tan recurrente como Rumberos latinoamericanos.

La “jornada Revé” parece que será por algún tiempo; solo que convertir el disco en concierto para clausurar el acontecimiento será difícil; ¡qué pena!

Bailar con el Charangón ha sido una parte importante de nuestras vidas en los últimos treinta y cinco años. El “viejo” Revé y Mariano Suárez ya no están entre nosotros; los ídolos de la pelota son otros. Industriales sigue siendo el equipo al que todos quieren ganar; y el changüí ha sobrevivido al regguetón, a la música disco y a otras corrientes.

El son y la salsa, a pesar del paso del tiempo y los hombres, se han propuesto trascendernos; en un maridaje que parece no tener fin.


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