Educar, ¿puede cualquiera?


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Educar, ¿puede cualquiera? No. “Sólo quien sea un evangelio vivo”, afirmó el insigne maestro en el que pudiera ser considerado el más conocido de sus aforismos, donde compara la funcionalidad de la instrucción frente a tarea tan magnánima.[1]

Y es que para José de la Luz y Caballero (1800-1862), la educación es proceso indispensable, objetivo de su vida entera, ocupación constante. Puede apreciarse en su propia formación intelectual (filósofo, políglota, graduado en los más prestigiosos colegios de su época, seguidor y émulo de José Agustín Caballero y Félix Varela), así como en la impronta que dejó: un método científico y filosófico para el conocimiento y el aprendizaje, donde han de marchar unidas la teoría y la práctica, la cultura, la formación ciudadana y la ciencia. Un legado de obligatoria atención para los de su tiempo, un arma indestructible para los nuestros.

La huella del pensamiento de Luz y Caballero está, de manera indeleble, en sus Aforismos. Son ellos frases concisas, resultados de la propia experiencia, que funcionan como apotegma o máxima para definir una regla de enseñanza o principio moral. Fueron sus discípulos (Enrique Piñeyro, Alfredo Zayas) los primeros en publicarlos, y hacia 1945 se presentó una muy completa edición de la Universidad de La Habana. Aparecen, además, como un volumen de la Colección Biblioteca de Clásicos Cubanos, en 2001; bibliografía escogida como referente para escribir estas líneas.

Él, considerado el pedagogo más universal del siglo XIX, ubica su propia profesión como patrón y clave: “Casi todas las profesiones pueden pasarlo sin entusiasmo: la de maestro es la que no puede absolutamente: lo ha menester para inculcar la doctrina y para vencer los obstáculos”. Un maestro “ha de ser todo inspiración, sacerdocio, mansedumbre, carácter, templanza, flexibilidad”, sin dejar de lado la propia cultura del conocimiento, la capacidad para la autopreparación, y el comportamiento social intrínseco: “Quien no sea maestro de sí mismo, no será maestro de nada” (…) “Espinoso apostolado es la enseñanza: que no hay apóstol sin sentir la fuerza de la verdad, y el impulso de propagarla”.

Es el maestro paladín para lograr el sistema de enseñanza con la que el pensador soñó y aplicó en la medida de las posibilidades de su época: un proyecto independiente, que desarrollara capacidades ajustadas a la realidad del país y en función de su desarrollo, formador de conciencia para una nación en forja: “Los mejores planes de enseñanza pasan de meros pliegos de papel sin honrados y hábiles preceptores. Esperar lo uno sin lo otro, sería aguardar la cosecha sin haber labrado ni echado la semilla. Valiera más no establecer escuelas absolutamente que poner la niñez a cargo de entes inmorales o inexpertos” (…) “No estemos en cómo se enseña, sino en el espíritu con que se enseña”.

El alcance de la educación va más allá de la escuela; centra espacio en la familia, en la historia, en la praxis, en lo que hoy llamaríamos un enfoque sociocultural y holístico:  “También es sumamente interesante para la patria infundir a sus hijos, con la leche, un amor entusiasta por ella, no habiendo modo más propio de conseguir tan precioso fin como el de familiarizar a los niños con ciertos recuerdos de la historia peculiar de su pueblo nativo —porque estas impresiones se graban hasta la muerte— para que sirva como de núcleo a la de su nación, y después de las demás del mundo, según su grado de importancia relativa”. [2]  Lo destaca en sus Aforismos: No pasa un día sin que ganemos algún conocimiento útil, aun de los más ignorantes” (…) “Todo hombre es un libro: la dificultad consiste en saber leerlo” (…) Es menester aprovechar al paso cuantos conocimientos se puedan, aun los que parezcan más indiferentes o inconexos con nuestras investigaciones favoritas. Así se junta insensiblemente un caudal preciosísimo, cuando menos se piensa, al prójimo, a cada instante, a la patria, a la humanidad. Sobre todo, esa curiosidad habitual (y aquí otro gran mérito) nos vuelve esencialmente observadores reflexivos” (…) “La infancia gusta de oír la historia, la juventud de hacerla y la vejez de contarla. He aquí enlazadas las tres edades y armonizadas entre sí y con el mundo. Todo se corresponde: en tres maneras: lo físico con lo físico, lo físico con lo moral y lo moral con lo físico. Esta trinidad que por do quiera se aparece como la unidad de Dios”.

Es la certera necesidad de recabar el conocimiento a partir de una posición crítica y reflexiva sobre la realidad, no aprender las cosas de memoria, sino aprehenderlas como herramienta vital: Una mediana aplicación nunca produjo más que frutos mediocres” (…) “Siendo la ciencia de la educación un ramo tan experimental, como la Física o la Medicina, quedaría harto defectuoso todo plan de escuela normal si no se destinase una parte del curso a la práctica de las doctrinas explicadas”.

Esencial en su pensamiento y acción, la educación de los jóvenes: No se concurre a los establecimientos para aprender todo lo aprendible, sino muy singularmente para aprender a estudiar y para aprender a enseñar. Los institutos de educación son los teatros donde la juventud debe tantear y robustecer sus fuerzas para marchar después sin ajeno apoyo” (…) “¡Ay de la juventud si no siente el estudio como una religión!”

Muestras de sabiduría, estudio profundo, capacidad de análisis, síntesis y sensibilidad, en los Aforismos de Luz y Caballero encontramos pauta y consejo, invitación y ejemplo para ser mejores. Lectura indispensable para la conciencia de lo que soñamos hoy.  “Tengamos el magisterio y Cuba será nuestra”, dijo y sabemos. Porque “Educar no es dar carrera para vivir, sino templar el alma para la vida”.

Notas:

[1] El aforismo dice textualmente: “Instruir puede cualquiera: educar, solo quien sea un evangelio vivo”. Excepto algunos cuya cita será especificada, todos los textos escritos en negritas están tomados de: Luz y Caballero, J. (2001) Obras. Aforismos (tomo 1). Ediciones Imagen Contemporánea, Colección Biblioteca de Clásicos Cubanos, no.17. La Habana. (N. del A.)

[2] Luz y Caballero, J. Informe presentado a la Clase de Educación de la Real Sociedad Económica sobre el establecimiento de educación fundado por Don Ramón Carpegna en San Juan de Puerto Rico. p. 261. En: Lahera Martinez, F. y Lahera Portelles, F. (2015). Luz y Caballero: La educación nacional como una vía para pensar en Cuba como nación. Luz. Revista electrónica trimestral de la Universidad de Ciencias Pedagógicas “José de la Luz y Caballero”. Holguín, Cuba. Año XIV. No. 2. Abr.- Jun.


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