El año 2017 y la lexicografía / Por: Fernando Carr Parúas


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Si el año 2016 fue de conmemoraciones por los aniversarios de las muertes de los más importantes exponentes de las lenguas española e inglesa, Miguel de Cervantes Saavedra y William Shakespeare —y la del tan olvidado en estos aniversarios, Garcilaso de la Vega, el Inca—, en este año 2017 hay varias efemérides relacionadas con la lexicografía que bien valen la pena destacar.

 

EN ESPAÑA

 

A 200 AÑOS DE LA QUINTA EDICIÓN DEL DICCIONARIO ACADÉMICO

Ahora, en 2017, se cumplen doscientos años de la publicación de la quinta edición del diccionario de la Real Academia Española en la Imprenta Real, en Madrid.

El primero de los diccionarios de la Real Academia Española, fundada en 1713, se terminó de publicar veintiséis años después de su fundación: en 1739 vio la luz un diccionario en castellano denominado Diccionario de autoridades, en seis tomos. Varios años más tarde, en 1780, la RAE decidió resumir los seis tomos en uno solo con el fin de hacerlo de más fácil acceso y menor costo para el público. Esta edición de 1780 se considera la primera de los diccionarios de la Real Academia Española.

La quinta edición, de 1817, tuvo varias características que la distinguieron de las anteriores (1780, 1783, 1791 y 1803):

  • En primer lugar, su título cambió, pues los diccionarios de las cuatro primeras ediciones se denominaban Diccionario de la lengua castellana compuesto por la Real Academia Española, reducido a un tomo para su más fácil uso, y a partir de esta edición pasó a llamarse Diccionario de la lengua castellana por la Real Academia Española, nombre que perduró hasta la decimocuarta edición, la de 1914. Fue la primera edición en la que se suprimió la coletilla de “reducido a un tomo...”. En la decimoquinta edición, de 1925, volvió a cambiar su título: a partir de esta edición se titula Diccionario de la lengua española.
  • Como se expresa en el Prólogo de esta quinta edición: “Se han suprimido tambien (sic) muchas palabras y expresiones redundantes, y varias noticias y etimologias (sic) que han parecido poco necesarias y oportunas”.
  • Se aclararon y rectificaron muchas definiciones, principalmente en los artículos relacionados

con las ciencias naturales, como consecuencia lógica de los adelantos científicos. Por ejemplo, en la entrada de la voz aire, en las ediciones anteriores se definía como ‘Uno de los quatro (sic) elementos. Cuerpo ligero, fluido, transparente, capaz de compresion (sic) y dilatacion (sic)’. Y en esta edición de 1817 aparece como ‘Fluido elástico y transparente que llena y constituye lo que llamamos atmósfera. Durante mucho tiempo se creyó que fuese una sustancia simple ó (sic) no compuesta de otras, y como tal se contaba por uno de los cuatro elementos; pero en el dia (sic) está ya demostrado que consta de otros tres fluidos, conocidos con los nombres de oxígeno, hidrogeno y azoe’.

  • A partir de esta edición se siguieron normas muy estrictas para la ubicación en el corpus de las frases proverbiales, refranes, locuciones y otras formaciones multiverbales.
  • Se reformó el sistema de marcas de uso imperante hasta entonces, lo cual contribuyó a la uniformidad del diccionario y a la simplificación de su uso.
  • Se incluyeron términos químicos, y esta es, quizás, la mayor novedad de la quinta edición del DRAE, y se hizo por la necesidad de dotar al público de elementos imprescindibles ante el desarrollo tecnológico y científico que tenía lugar en Europa. España, aunque tardíamente, se sumaba a la Ilustración.

Ya en 1817 habían sido descubiertos los únicos elementos químicos debidos a españoles: el platino, en 1748, por Antonio de Ulloa y de la Torre-Giralt (1716-1795); en 1783, el wolframio, por los hermanos Fausto (1755-1833) y Juan José D’ Elhúyar y Lubice (1754-1796); y el vanadio, en 1801, por Andrés Manuel del Río Fernández (1764-1849). Y ya el famoso químico francés Antoine Lavoisier (1743-1794), a quien se le considera “el padre de la Química moderna”, había publicado Métodos de nomenclatura química y Tratado elemental de Química, en 1787 y 1789 respectivamente, y en España se habían empezado a crear laboratorios químicos. Además, químicos extranjeros de la talla del francés Louis Proust (1754-1826), ya enseñaban Química a los españoles. Proust había sido contratado en 1786 por un acuerdo real entre Carlos III, de España, y Luis XVI, de Francia, ya que este último había sido asesorado por Lavoisier al efecto de que los españoles contrataran a Proust. También los españoles recibieron las enseñanzas de Pierre François Chavaneau (1754-1842), quien llegó a ser director de la Real Escuela de Mineralogía de Madrid. La enseñanza de la Química llevó consigo la impresión de libros de texto de esa materia y la existencia de un lexicón que contuviera terminología química, más que una necesidad se convertía en una obligación.

Valga decir que la tirada de esta quinta edición fue de seis mil ejemplares, cifra que hoy nos parece irrisoria, pero resultó significativa para la época.

CENTENARIO DE OTRO DICCIONARIO ESPAÑOL

También este año 2017 es el centenario del Diccionario de la lengua española, de José Alemany Bolufer (Cullera, Valencia, 1866-Madrid, 1934), publicado por Ramón Sopena en 1917. Alemany fue un filólogo y lexicógrafo, además de helenista y conocedor de varios idiomas. Fue miembro de la Real Academia Española y de la Real Academia de la Historia.

En este diccionario, con alrededor de 120 000 entradas, Alemany Bolufer no incluyó refranes y giros en aras de no hacer una obra voluminosa; sin embargo, mantuvo en él términos anticuados.

Ahora bien, las novedades que tuvo este Diccionario de la lengua española en su época fueron las siguientes:

  • Tiene un apéndice en el cual aparecen los modelos de conjugación regular e irregular, además de una lista de verbos con sus respectivas etiquetas de si son regulares o irregulares y se señala a cuál de los modelos pertenece cada uno.
  • La inclusión de un número significativo de andalucismos no registrados por la Real Academia —alrededor de 400—, que si bien no representan un porcentaje notable de las entradas, sí resulta novedoso en ese tipo de diccionario.
  • También incluyó numerosos regionalismos americanos, aunque —con excepción de los andalucismos ya mencionados— hay pocos españoles.

Con la publicación de este diccionario de Alemany Bolufer, la Editorial Sopena inició una enorme producción editorial.

 

EN AMÉRICA

 

CENTENARIO DEL DICCIONARIO DE PROVINCIALISMOS DE PUERTO RICO Y CINCUENTENARIO DE LA MUERTE DE SU AUTOR

(Ya en un número anterior hablé extensamente acerca de Malaret y su obra).

El lingüista puertorriqueño Augusto Malaret Yordán (1878-1967), de formación lingüística autodidacta, pues era maestro y abogado, publicó el Diccionario de provincialismos de Puerto Rico, en 1917.

Si bien el libro fue todo un éxito, muchas de las voces incluidas como puertorriqueñismos eran de uso común en otros países americanos y hasta en la propia España, y de esto se percató el propio Malaret. Este error, debido fundamentalmente a una pobre investigación acerca del origen de las voces incluidas, dio como resultado que el autor investigara más profundamente y publicara, en 1925, el primer diccionario de voces características de la América hispana: su Diccionario de americanismos, que después tendría varias ediciones.

Varias serían las obras de este notable lexicógrafo, entre ellas: Errores del Diccionario de Madrid (1936); Vocabulario de Puerto Rico (1937); Los americanismos en la copla popular y en el lenguaje culto (1947); y Lexicón de fauna y flora (1961).

Augusto Malaret fue miembro fundador de la Academia Puertorriqueña de la Lengua, y miembro honorario de las academias de varios países.

El 23 de febrero de este 2017 se cumplieron 50 años de su muerte.

CIENTO CINCUENTA AÑOS DE UNO DE LOS PRIMEROS DICCIONARIOS GEOGRÁFICOS AMERICANOS Y DOSCIENTOS DEL NATALICIO DE SU AUTOR

El chileno Francisco Solano Astaburuaga y Cienfuegos (Talca, 1817-Santiago de Chile, 1892), aunque llegó a ser decano de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Chile, más que literato fue político y parlamentario. Sin embargo, le cabe la gloria de haber sido el autor de uno de los primeros diccionarios geográficos americanos, publicado hace 150 años, en 1867, por D. Appleton & Company, bajo el título de Diccionario jeográfico (sic) de la República de Chile. En sus 421 páginas aparecen con todo detalle los ríos, cerros, pueblos y localidades que existían en esa época.

El 21 de julio de 2017 se conmemorarán 200 años de su natalicio.

 

Publicado: 5 de noviembre de 2017.


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