El desconocido Vicente García


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El León de Santa Rita y Héroe de Las Tunas, han sido algunos de los apelativos con que se ha reconocido a Vicente García González.

Valiente, decidido, corajudo, apasionado, persona de criterios propios pero a la vez indisciplinado, polémico, insubordinado, contraproducente y regionalista, han sido los apelativos empleados por no pocos autores para caracterizarlo.

Es el Patriota Insigne de la provincia de Las Tunas, el epónimo en la historia combativa de esa región, pero de Vicente no debería hablarse solamente en “el balcón del oriente cubano”, al general García debemos venerarlo en toda Cuba, más allá de las polémicas que tradicionalmente ha suscitado su actuar. En la modesta opinión de este autor, es  mucha la honra que lo cubre, al punto que no permite que el demérito sea el calificativo apropiado para determinadas conductas personales.

Hay dos hechos de la Guerra de los Diez años que marcaron a Vicente y por los cuales se le juzga, no pocas veces, como si fueran los únicos acontecimientos importantes de su ajetreada existencia: los actos ocurridos en Lagunas de Varona y Santa Rita.

Los acontecimientos conocidos como la sedición de Lagunas de Varona ocurrieron el 28 de marzo de 1875 cuando Vicente se negó a enviar refuerzos a las tropas invasoras que combatían en Las Villas, creando las bases para que se convirtiera en líder de un grupo de jefes inconformes con la política seguida por el gobierno de la república en armas.

Los antecedentes inmediatos se remontan a inicios del mes, cuando el día 5, sostuvo una entrevista con el presidente de la Cámara de Representantes, Eduardo Machado, a quien presentó ocho demandas de las cuales solo tres fueron aceptadas.

Posterior a Lagunas de Varona, el 25 de junio, se produjo otra entrevista, en esta ocasión con una comisión presidida por Máximo Gómez en Loma de Sevilla, en la que Vicente cedió en todas sus exigencias excepto la referida a la sustitución del presidente de la república Salvador Cisneros Betancourt, el Marqués de Santa Lucía, la que se produjo cinco días después.

El otro acto sedicioso de Vicente al que refiere la historia, es el de Santa Rita, acontecido el 11 de mayo de 1877.

En ese lugar del Camagüey estaba acampado el general tunero a su regreso de la marcha que había iniciado en diciembre del año anterior hacia Las Villas cuando fue nombrado Jefe del Tercer Cuerpo cuyo territorio era la mencionada provincia pero al que no llegó por las constantes deserciones de su tropa y la difícil situación político-militar de la región villareña.

Por la jerarquía militar y el prestigio del general, este fue convocado a liderar un movimiento político que se gestó en Santa Rita pero que fue un pronunciamiento del francés Charles Philibert Peissot, gran sargento de la Comuna de París y el venezolano José Miguel Barreto.

Hay contradicciones entre los historiadores acerca de la actitud de Vicente García ante el hecho, algunos señalan que asumió el liderazgo y otros, que lo rehusó a partir de las amargas experiencias de Lagunas de Varona, aunque lo permitiera y se mantuviera informado de la marcha de los acontecimientos.

Resultan sumamente interesantes las demandas de Santa Rita. Allí se pedían demandas muy avanzadas y se proclamaba una “República Federal Social o Socialista” en un país atrasado, feudal y esclavista, donde el modo de producción capitalista apenas se abría paso, cuyo pueblo luchaba básicamente por dos objetivos: su independencia de España y la abolición de la esclavitud.

Indiscutiblemente que los sueños socialistas de Peissot estaban alejados de la realidad cubana pero este hecho ha motivado a pensar en una simpatía de Vicente García por esas ideas novedosas y elevadas.

Aunque Santa Rita y Lagunas de Varona son, sin lugar a dudas, sediciones desde el punto de vista militar, al tratarse de tropas amotinadas contra el gobierno de la república, con sus jefes al frente, son ejemplos de la dualidad de condición que presentaban los integrantes del Ejército Libertador Cubano pues, por un lado, eran militares y en ese sentido obedecían al mandato incondicional del gobierno pero por otro, eran los ciudadanos de la república a los que la constitución y las restantes leyes les garantizaba derechos entre los cuales estaba presentar demandas al gobierno.

Lo interesante de todo estriba en ¿De qué estado de derechos se trataba? Pues de una república en armas sin más territorio libre que el que pisaba su ejército y que no podía permitirse desliz de convencionalismos civilistas cuando había un enemigo poderoso que derrotar y un país por liberar.

Pero, con justicia, debe recordarse también otras aristas del Patriota Insigne de Las Tunas.

Vicente García estuvo presente en los Mangos de Baraguá en 1878 cuando el General Antonio Maceo protagonizó su enérgica protesta contra el Pacto del Zanjón.

El día 14 de marzo, el día precedente a la protesta, ambos jefes mambises sostuvieron una entrevista en las que el tunero le expuso a Maceo sus puntos de vista. Al día siguiente, fecha de la entrevista del Titán con el Capitán General español Arsenio Martínez Campos, Vicente García estaba en el escenario del histórico acontecimiento, su misión fue la de cuidar los montes cercanos para garantizar la seguridad del evento.

El día posterior, 16 de marzo, el Mayor General Vicente García es electo General en Jefe del Ejército Libertador con Maceo, también Mayor General, de Lugarteniente General.

Pero llegado a este punto, en que se reconoce a Vicente García como máximo jefe de las tropas cubanas, considero oportuno valorar cómo había iniciado su vida revolucionaria este patriota cubano y cómo ocurrió su trágica muerte.

Vicente García González pertenecía a una familia acomodada con varias fincas de su propiedad, descendiente del propietario inicial del Hato Las Tunas donde surgiera la ciudad así nombrada; su esposa, Brígida Zaldívar Cisneros, también era de origen terrateniente.

Había quedado muy impresionado cuando el patriota camagüeyano Joaquín de Agüero atacara Las Tunas en 1851.

Junto a su primo Francisco Varona González, también de la alta sociedad y el artesano negro holguinero Ramón Ortuño Rodríguez, iniciaría en 1865 las lides conspirativas en la región de Las Tunas.

A partir de 1867 establecerían contactos con otros conspiradores de las regiones del Camagüey, Holguín, Bayamo y Manzanillo, participando en la Convención de Tirsán, que sesionó clandestinamente en una finca propiedad de su madre y en la cual se unificaría el movimiento revolucionario bajo las órdenes de Francisco Vicente Aguilera aunque la reunión la dirigió Carlos Manuel de Céspedes.

Vicente participó en otra reunión, también efectuada en la región de Las Tunas, en la finca Muñoz, el 1ro. de septiembre de 1868 y otra, en El Mijial, el 4 de octubre, en la cual quedaría fijada la fecha del alzamiento de los cubanos contra la metrópolis española para el 14 de octubre de ese año.

Otros motivos condicionaron el adelanto del alzamiento por Céspedes para el 10 de Octubre, fecha en que se produjo su pronunciamiento en la finca Demajagua, de su propiedad.

Como vemos, Vicente fue de los iniciadores en las labores conspirativas contra el colonialismo español antes de 1868 y en correspondencia con ello, cuando el 11 de octubre de ese año, le llegó la noticia de lo ocurrido en Demajagua, estableció contactos con sus hombres y el día 13 atacó a su ciudad natal y la tomó casi totalmente. Para entonces, Céspedes en la zona del Cauto, había sufrido la derrota de Yara y aún no había tomado Bayamo por lo que la toma de Las Tunas por García, fue en realidad la primera victoria insurrecta en la recién iniciada contienda y no la toma de Bayamo como tradicionalmente refiere la historiografía.

Fue Las Tunas también la primera ciudad en esa guerra donde ondeó la bandera del triángulo rojo, la estrella solitaria y las listas azules y blancas, por la influencia que tenía Vicente del alzamiento de Joaquín de Agüero, pues en Demajagua y Yara había ondeado la bandera de Carlos Manuel de Céspedes. Y este hecho también se mantiene en ocasiones en el clandestinaje y la mayoría afirma que fue en el alzamiento de los camagüeyanos en “Las Clavellinas” el 4 de noviembre donde ondeó por primera vez en el 68 la bandera de la estrella solitaria y que fue secundado por el levantamiento villareño de febrero del siguiente año.

Varias son los hechos gloriosos que rodean la vida del Mayor General Vicente García González, uno de ellos, fue cuando los españoles recuperaron la ciudad de Las Tunas aquél mismo mes del alzamiento y el 24 de octubre asume el mando español de Oriente con sede en Las Tunas, el coronel Eugenio Loño quien encerró a la familia del bravo jefe mambí en su casa, clavó las puertas y ventanas y prohibió suministros de todo tipo incluyendo los alimentos. Allí estaban prisioneros la esposa y la madre de Vicente, Brígida Zaldívar y Rosa González con más de 70 años de edad y los tres pequeños hijos del matrimonio. Un vecino, escabulléndose a través del techo, les pudo hacer llegar alguna que otra vez, una botella de leche y ese fue el único alimento suministrado. A los tres días murió de hambre la hija más pequeña, María de la Trinidad, de cuatro meses de nacida, Brígida mantuvo el pequeño cuerpo en sus brazos y los españoles ante el reclamo de la madre, desclavaron una ventana y lo recogieron en una cajita de fideos. Más tarde, se repitió la escena cuando falleció Saúl, otro de los hijos, pero Brígida fue incapaz de pedirle a Vicente que se rindiera y ante la repulsa del pueblo por hechos tan repugnantes, la familia fue liberada.

Las Tunas fue tomada e incendiada en otras dos ocasiones durante la Guerra de los Diez Años. La segunda vez fue en una acción dirigida por el General en Jefe del Ejército Libertador Manuel de Quesada y Loynaz el 16 de agosto de 1869 en la que tomó parte Vicente García. La ciudad fue incendiada y se destruyeron totalmente 13 manzanas. Cuando se retiraron los insurrectos por una orden de Carlos Manuel de Céspedes, los españoles recuperaron la ciudad adjudicándose una pírrica victoria y rebautizaron la urbe como “Victoria de Las Tunas”, nombre que conservó hasta 1976.

El otro gran incendio fue el dirigido por el propio Vicente el 23 de septiembre de 1876 y que anualmente se rememora en Las Tunas. Después de ocho horas de combate, los españoles rindieron la ciudad pero ante la imposibilidad de mantenerla, el general decide la retirada pero antes incendiarla profiriendo una frase que ha quedado para la historia: “Quemada antes que esclava” y frente a su propia casa le ordenó al capitán Manuel Reyes Silva:

“Capitán Silva, tome esa antorcha y empiece por ahí, -y señala a su casa por lo que el oficial subordinado replicó:

  ¡General, pero esa es la casa de su familia!

 Esa es la razón por lo que le digo que empiece por ahí.”

Y contemplando después quemada a su ciudad, observó una torre en pie, era la iglesia y ordenó ponerle dos bombas de 20 libras y tumbarla también.

Vicente García dirigió y participó en disímiles combates y su ascenso a mayor general ocurrió en julio de 1869, en el segundo año de la guerra. Entre los cargos en los que fue nombrado están: Jefe del Distrito de Las Tunas, Jefe del Departamento Provisional del Cauto,  Secretario de la Guerra, Jefe interino del Departamento Oriental, Jefe del Segundo Cuerpo que abarcaba a Camagüey y Las Tunas, Jefe del Tercer Cuerpo que comprendía Las Villas y General en Jefe del Ejército Libertador.

El 6 de junio de 1878, ya con pocas posibilidades de continuidad de la guerra, capitula en la finca Del Medio, en un sitio conocido como San Miguel y al día siguiente embarcó para República Dominicana en el vapor Guadalquivir. De allí continúa para Venezuela estableciéndose en Río Chico, donde funda una cooperativa con su familia de sangre y de armas, siempre presto para una nueva campaña libertadora por lo que colaboraba para la guerra necesaria que se gestaba.

El espía español Ramón Dávila lo asesinó en una comida el 4 de marzo de 1886 al proporcionarle vidrio molido en el plato de Quimbombó, que tanto le gustaba y que cínicamente le ofreció.

De aquél triste momento, José Martí escribió:

“Allá, en un asilo infeliz, moría tiempos hace, en la rústica cama, un General de Cuba, rodeado de sus hijos de armas, y se alzó sobre el codo moribundo, no para hablarles de los intereses de la tierra, sino para legarles, con el último rayo de sus ojos, la obligación de pelear por su pueblo hasta verlo libre del extranjero que le odia y extermina”.

Así fue la vida de un héroe de Cuba, uno de los más bravos generales de nuestras gestas independentistas del cual Víctor Manuel Marrero Zaldívar, historiador de la ciudad de Las Tunas, tiene una amplia bibliografía propia sobre esta importante figura de nuestra historia. Les recomendamos su lectura, aunque varios son los autores que lo han abordado.


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