El Hurón Azul: la Casa Museo se engalana


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Después de arduos y largos meses de intenso trabajo intelectual y manual, la Casa Museo Hurón Azul, Monumento Nacional, reabre sus puertas, con la satisfacción del esfuerzo realizado y a los resultados alcanzados por el equipo técnico del museo, encabezados por su director Alberto Valcárcel y un grupo de especialistas, restauradores, constructores y obreros, gracias a los cuales el Hurón Azul se baña de colores, de erotismo, de palmas, corceles, y sobre todo de cubanía.

La restauración de obras del pintor de la vanguardia cubana, del inmueble y de la finca en su conjunto, va sellando con maestría heridas producidas por el tiempo y revitalizando ambientes interiores y exteriores, que provocan la sensación de un Carlos Enríquez revivido y la posibilidad de acercamiento de las presentes y futuras generaciones a la vida y obra de un artista que defendió principios culturales y políticos con gallardía y acorde a su momento histórico.

En una serie de artículos publicados desde esta columna por el periódico cubarte, se señalaba la necesidad de estudiar y divulgar el lado humano del artista, por demás inseparable de sus aportes a la cultura cubana y universal.

Decir Hurón Azul es decir Carlos Enríquez, allí pasó los últimos 18 años de su vida hasta su fallecimiento en 1957, allí fue feliz, allí luchó y venció sinsabores; compartió con amigos y colegas de la cultura y del mundo y allí creó, para suerte de todos los cubanos gran parte de su legado cultural. Carlos es de los que enorgullecen a su país, a su gente, aunque no lo hayan conocido en persona, pero sí a través de su obra plástica y literaria.

El “Hurón Azul” fue construido en 1939, en una finca que el pintor cubano heredara de su padre, junto a sus hermanas.

La casa de estilo ecléctico, se dice fue inspirada en la edificación de madera de la estación de trenes en Pensilvania que hubo de ver el artista y a la que se le adicionarían elementos de nuestra arquitectura colonial, tales como el mediopunto y la reja con motivo de lira.

Al fondo de la finca, el amplio terreno con diversos árboles, entre ellos algunos cedros originales, podría haber resultado un acercamiento a su infancia y a la tranquilidad no encontrada en las áreas urbanas donde predomina el cemento, el ruido y los espacios cerrados.

Su nombre, Hurón Azul deviene de una piel de un roedor que le regalara a Carlo un artista y amigo, y que este clavara, teñida con azul de metileno, en la cara interior de la puerta de entrada para armonizar con el color de las puertas y ventanas.  

Su estudio, estaba ubicado en la planta superior, al mismo se asciende por una escalera de madera de pino, marcada con unas huellas blancas, que, según la leyenda, fue de un misterioso fantasma que vivió en la zona, lo que le proyecta una mística adicional al Hurón Azul, junto a su cábala.

Desde allí y a través de una ventana, podía Carlos disfrutar de un paisaje natural, o entonces casi natural, en el cual sus queridas palmas eran reales.

Muchas de sus obras fueron realizadas aquí. Algunas de ellas alcanzaron premios nacionales e internacionales. Tales son los casos de Dos Ríos (1939), Combate y La Arlequina, (1941).

La biblioteca es otro de sus principales atractivos, allí estaba otrora la literatura más moderna, y documentos sobre el surrealismo, y otras corrientes artísticas.

Las frecuentes tertulias del Hurón Azul fueron notorias. No es descabellado imaginar que en ellas apareciera la fragancia de alguna dama y el no menos deseado olor al “chancho” y congrí, untada premeditadamente la garganta con un poco de “alcohol destilado de caña”. Todo lo cual sería un “home ron” para mucho de lo asistentes.

En aquellas condiciones, no era para menos que surgieran sobre el Hurón Azul, como manantial, multitud de anécdotas, de hechos, de encuentros y desencuentros, de ideas discutidas y en discusión, y sus proyectos, en fin, un espacio de creatividad cultural.

Allí acudieron intelectuales como Pablo Neruda (poeta chileno miembro del Partido Comunista en su país), Rómulo Gallegos (escritor, educador, periodista, político venezolano y presidente de la República. Considerado uno de los innovadores de la narrativa hispanoamericana del Siglo XX), Juan Ramón Jiménez (relevante figura de las letras hispanas y Premio Nobel de Literatura), Alejo Carpentier (Premio Miguel de Cervantes), Rene Portocarrero, Víctor Manuel, Emilio Vallagas, Amelia Peláez, Mariano Rdríguez, Félix Pita Rodríguez, Lezama Lima, entre otros.

Se dice que podían encontrarse en ocasiones hasta unas 60 personas y que podían hablarse a la vez 6 idiomas.

Sería posible, al menos por un instante, imaginar un encuentro en este ambiente. Considérelo una invitación, entonces, entórnese los ojos y retrotráigase a aquellos momentos y, como un observador atento, verá caminar e intercambiar y discutir ideas a todas esas personalidades y otras como Félix Pita Rodríguez, Nicolás Guillén, Agustín Guerra, Fidelio Ponce, Juan Marinello, Félix Ayón, Alberto Alonso, Fernando Alonso, Antonio Fernández de Castro, Fernando Campoamor, Juan David.

¡Debió ser muy estimulante y rica aquella experiencia!

Es que un aura aun emana en la Casa Museo y que sus trabajadores la han tomado como herencia, para convertir a la institución, cada vez más, en un centro de la identidad cubana y de la identidad de Carlos como cubano. Un centro que está llamado a aportar aún mucho más al conocimiento de la cultura cubana.

Originalmente, la Casa Museo abrió sus puertas el 21 de mayo de 1987 y fue declarada Monumento Nacional el 20 de octubre del año 2000, año del centenario del artista.

Los daños producidos por el ciclón Irma (2017), sumado a deterioros acumulados por el tiempo y carencia de recursos para su adecuado mantenimiento, aconsejaron su cierre al público para su remozamiento y restauración integral. La preocupación y ocupación de las máximas autoridades del país sobre los Monumentos Nacionales ha posibilitado una importante contribución e impulso a la pronta terminación de su reparación y reapertura.

Actualmente la alegría de los trabajadores colma sus rostros, aunque es necesario señalar que nunca el espíritu de investigar y velar por el patrimonio atesorado disminuyó ante las limitaciones para resolver algunas de las dificultades constructivas y las restauraciones de obras y objetos del artista.

Una de las restauraciones importantes es la del llamado “Mural de las Bañistas”, además de otras 37 obras que también han recibido atención, junto a libros de la exposición permanente.

Desde lo constructivo se reparó toda la madera dañada y el cercado de acceso al lugar, el enlozado de barro de la terraza y las tejas criollas. Mejoró la protección del papel de techo y el sistema de sellado y se repararon las columnas dañadas. La jardinería también recibió atención.

Entre los quehaceres de sus especialistas, unido al apoyo del Centro Provincial de Patrimonio Cultural, estuvo un nuevo guión museológico, ajustado a los nuevos tiempos. El mural de las bañistas, seguirá impresionando, por su estilo, sensualidad y erotismo en la pared que rodea la chimenea.

Los fantasmagóricos pasos marcados en la escalera continuarán allí, para mantener el aire místico y la atmósfera que rodeó al artista en este oasis apartado de la ciudad.

Su biblioteca conserva el hechizo del pintor y el exterior expresa el ambiente campestre de siempre, presto a acoger a los visitantes en nuevos intercambios y reflexiones sobre plástica y literatura. 

De este modo la institución responde a las vertientes fundamentales del trabajo y a la satisfacción de las necesidades culturales de la comunidad, a la vez que se potencia como centro de promoción cultural, más allá de las fronteras territoriales.

Al resaltar los valores del Hurón Azul, Valcárcel expresó en mayo de este año: “es que el extranjero viene buscando, en su mayoría, la cubanía” y, es verdad, eso desborda Carlos, tanto en sus pinturas como en sus novelas. “En la narrativa, Carlos pintaba con palabras” afirmaba también el director de la Casa Museo.

Enhorabuena patrimonio, enhorabuena cultura y educación, Cuba y su pueblo lo aprecian y agradecen y para usted amigo lector, la invitación permanente. Los trabajadores del Hurón Azul están alegres y a su disposición.


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