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En pos de la canción lírica cubana


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Tras una prolongada influencia de los géneros y formatos tradicionales europeos, las primeras décadas del siglo pasado se sentaron las bases para el desarrollo en Cuba de un movimiento musical nacionalista que potencio dos vertientes esenciales:

La que combinaba instrumentos autóctonos con europeos para interpretar ritmos vinculados a nuestras raíces africanas y la que reconvirtió las influencias latinas generando un diapasón de modalidades criollas de la canción lírica, la zarzuela, la opera y la opereta que nutrieron la depurada canción trovadoresca tradicional, gestora de  muchas piezas que compiten de tu a tu, con el mas excelso lieder europeo.

Con gran celeridad, muchas de las prácticas teatrales transitaron hacia la radiodifusión:

Entre los años veinte y treinta pasados, numerosos españoles radicados en Cuba y cubanos consolidaron expresiones y géneros de la canción lírica que definieron el rumbo de una de las modalidades más importantes de nuestra identidad cultural.

En la ceremonia inaugural de la radio cubana celebrada en 1922, canta la eminente pianista y soprano Rita Montaner.

Desde 1933, en los rústicos estudios radiales de CMQ Radio se representaron zarzuelas de Ernesto Lecuona y muy pronto, el éter se colma de décimas y cantos africanos.

Poco tiempo después –en medio del analfabetismo imperante en el país- divas del bell canto como Iris Burguet, interpretaron las mas famosas arias de operas europeas en idioma original  en emisiones radiofónicas directas al aire –en vivo- y las mas importantes radioemisoras de Cuba y del resto de Las América las difunde hacia  oyentes de los mas diversos segmentos poblacionales.   

El fenómeno se multiplica con la cinematografía y aunque Cuba antes de 1959, nunca  consolida esa industria; nuestros músicos, orquestas, pianistas y cantantes dieron esplendor a decenas de producciones cubanas, latinoamericanas e incluso anglosajonas.

Desde los años cincuenta pasados, el atractivo de la imagen audiovisual en el hogar, catapulta a través de la pantalla chica –en los espacios privados- los más diversos géneros y formatos musicales.

En contra de muchos criterios consolidados, nuestro peculiar ejercicio del modelo de radiodifusión comercial  constituyó soporte excepcional para la consolidación y expansión general de la cultura más diversa y sobre todo;  de las múltiples vertientes musicales.

Entre 1960 y fines de los años ochenta pasados, los objetivos educativos y culturales de nuestra televisión pública potencian estas tradiciones. El fatídico  Periodo Especial –en los años noventa siguientes- y varias décadas de bloqueo  norteño impactaron profundamente en la costosa programación televisiva: Los géneros mas afectados fueron los de mayor complejidad y costo; es decir, los dramatizados y musicales que cantaban y contaban historias  mezclando la música, el canto, la danza y la dramaturgia. 

Un cuarto de siglo después, recuperamos entre otros; la frecuencia semanal televisiva de varias propuestas de música popular –bailable y canción- en sus  disímiles denominaciones y subgéneros; precisamente la predominante en los más diversos  escenarios públicos y en los medios de comunicación; donde asimila la mayor parte del presupuesto general y de las horas-programación.

La realización de dramatizados sustentados en la música como la zarzuela, la opera, la opereta y la comedia musical – e incluso  la habitualidad de la presentación de solistas y pequeños formatos para interpretar parcialmente esas y otras obras-  es casi inexistente y nada parece indicar que volverán a corto plazo.

Nuestros coros vocales, agrupaciones de cámara, orquestas y solistas instrumentales frecuentemente reciben lauros internacionales pero muy pocas veces cantan o ejecutan música instrumental de cualquier índole en la  pantalla o en la radio. Paradójicamente, ocasionalmente se difunden conciertos vocales o instrumentales muy extensos por efemérides especiales, que por su falta de habitualidad,  repercuten negativamente en su recepción por los televidentes.

Los escasos programas de música lírica o culta nacional o foránea existentes privilegian grabaciones foráneas[1] transmitidas fundamentalmente por los canales educativos de menor  tele audiencia y en horario nocturno alto.

Los conciertos vocales o instrumentales producidos en estudios son muy escasos pues preferimos difundir las interpretaciones de cantantes realizadas en los teatros aunque una vez grabados, carecen de un horario estable de difusión.

La contradicción es evidente. En relación con su tamaño, recursos y población general,  Cuba posee un entorno cultural privilegiado por sus millones de egresados de enseñanza media-superior, miles de técnicos medios y varias generaciones formadas en los niveles intermedios y académicos de la enseñanza artística.

Todos ellos - junto a los aficionados de diversas especialidades afines- nutren el vasto sistema de instituciones culturales –incluido el amplio diapasón de conjuntos de música culta o popular vocales, instrumentales o quienes apoyan a solistas-.

Desde el siglo XX, nuestros géneros de música lírica y popular se extendieron al  mundo y ni cincuenta y cuatro años de bloqueo norteamericano,  anularon nuestro liderazgo latino en lo bailable y gradualmente sucede lo mismo en otras expresiones. 

Buscando rescatar la música lírica cubana, en lo que va de siglo XXI,  han surgido  diversas agrupaciones que con un estilo moderno intentan revitalizar la tradición cubana y universal. Entre otros: La opera de la calle, Los jóvenes clásicos y el Teatro Lírico[2] pero tras la novedad de la primera etapa, su presentación en los medios de comunicación sigue siendo esporádica y excepcional.   

En estos meses de verano emerge un proyecto cultural y programa televisivo llamado Sonando en Cuba, destinado a captar cantantes para fortalecer los  géneros bailables cubanos -precisamente los mas extendidos- que despliega una monumental inversión y sinergia institucional-empresarial entre múltiples entidades del sector mediático-cultural.

Mientras esto sucede, carecemos de un movimiento de pujanza similar que revitalice y consolide la canción lírica, las zarzuelas y las comedias musicales en los espacios culturales y medios de comunicación.

Salvo los estudiantes y egresados que se mueven en los círculos especializados… ¿Quien de las nuevas generaciones, conoce las obras cumbres de la tradición lírica cubana y universal?  

Entre tantos, el colosal caudal de obras líricas creadas por Moisés Simons, Ernesto Lecuona, Rodrigo Prats, Gonzalo Roig, Amadeo Roldan, García Catarla, la familia Romeau, los Cervantes, Sindo Garay y Adolfo Guzmán;  tiene que ser transmitido a los cubanos del futuro antes que desaparezcan físicamente quienes los valoraron y disfrutaron.

Personalmente creo que la mejor manera de homenajear el 120 aniversario del natalicio de Ernesto Lecuona y el 115 de Rita Montaner,  es difundir sus repertorios por doquier.

En las raíces de la cultura musical cubana se hermanaron la canción, los géneros bailables populares, la trova y la más estilizada canción lírica.

No hay justificación racional alguna para que en nombre de la identidad nacional, privilegiemos a unas y releguemos a otras.   


[1] Sus productoras son la mayoría de las veces,  europeas o norteamericanas pero raramente iberoamericanas, latinoamericanas y casi ninguna cubana.

[2] Institución que ha recibido un importante apoyo estatal para la formación de alumnos en estas especialidades.


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