Encontrando a Silvio Rodríguez


encontrando-a-silvio-rodriguez

Nada ha enriquecido más el habla popular cubana que las letras de las canciones de moda; no importa si son obra del talento nacional o si su origen se encuentra en la radio. Lo cierto es que bien sea una frase o un pasaje del tema en cuestión se convierte de la noche a la mañana en bocadillo de moda.

Los hay que perduran en el tiempo y están los de vida efímera; pero sea cual sea su durabilidad son reflejos de un momento histórico o social dado.

Corría el comienzo de la década de los años setenta y la sociedad cubana era convulsionada por determinados acontecimientos sociales y culturales que serían determinantes en su vida posterior y la música no estaba ajena a esos acontecimientos.

Tal vez el más notable a nivel musical sería la fundación de los Van Van en diciembre del 69; orquesta que se habría de erigir en la cronista por excelencia de toda la vida musical cubana de las décadas posteriores y en su trascendencia  tendrán un papel fundamental los estribillos o coros.

De aquellos primeros tiempos aún algunos recuerdan aquel que cantaba Miguel Ángel Rapsal, el Lele, y que definía la personalidad de cualquier persona o que también era aplicable al comportamiento de un niño X --al que en una época se consideraba malcriado, en otra hiperquinético y en los tiempos más reciente un paciente de T(rastorno) por D(éficit) de A(tención)--  que nuestros mayores solían llamar “sangrón”, la frase era lapidaría: “es una bola de humo”.

Frases de canciones aplicables a cualquier acontecimiento relevante

Sin embargo; hubo en esos mismos años una frase de mayor impacto en la memoria colectiva, aplicable a cualquier acontecimiento relevante en las relaciones sociales: “…matando canallas…”. Si Juan se vestía de forma elegante para asistir a una fiesta o salir a pasear por las aceras de la heladería Coppelia, quienes le veían salir de su casa a su destino le espetaban la frase.

Si Cuquita tenía necesidad de exhibir sus encantos con aquellos chores diminutos que escandalizaban el vecindario siempre había alguien presto  a hacer el comentario malicioso que terminaba con la frase en cuestión “…ahí donde la ves está matando canallas… debería darle pena…”

No había acontecimiento en esos primeros años de la década del setenta al que no fuera aplicable la frase antes mencionada. Y aquí viene lo más interesante: la frase forma parte del cuerpo del tema la Canción del Elegido, compuesta por Silvio Rodríguez, un tema de una profundidad filosófica tal que sacarla de su contexto poético y musical pudiera resultar una herejía cultural; pero el mundo del habla popular no se detiene ante escuelas o postulados filosóficos. Si una frase resume un acto social importante ella se apropia y san se acabó.

Desde la altura de los que éramos niños y adolescentes en esos años la figura de Silvio Rodríguez no nos decía aún nada, es más me atrevo a afirmar que muy pocos reparamos en el tema compuesto por él para la película “El hombre de Maisinicú”; más los textos finales de Reinaldo Miravalles –que interpretaba al forajido Cheíto León—eran tan populares que muchos recuerdan el filme por ellos y desconocen el nombre de su director.

Un hombre se levanta y sale a la ventana…

Es el mismo Silvio que compuso el tema La era y que muchos conocimos en la versión de Omara Portuondo, aunque su primera intérprete fuera la cantante Maggie Prior. El mismo Silvio que escribió la letra y la música de aquella serie de aventuras mítica en la tv cubana y que respondiera al nombre de Los comandos del silencio y que interpretó Sara González y que fuera tan recurrente en nuestras canciones cotidianas (Nadie se olvida de aquello de Un hombre se levanta y sale a la ventana…” a lo que después cada cual podía añadir lo que quisiera).

Todos fuimos creciendo y con los cambios hormonales, las decisiones estudiantiles que nos habrían de marcar a futuro, un buen día nos encontramos repitiendo y descubriendo la grandeza poética de la obra de Silvio.

Debo confesar que más que la obra de Silvio, la primera referencia era decir la Nueva Trova; fenómeno cultural –más que musical y poético, pienso yo—que ha sido determinante en la vida de parte importante de la población cubana; a la cual por asociación se vinculaban los nombres de Pablo Milanés y Noel Nicola en un primer razonamiento y después comenzaban las enumeraciones correspondientes.

Al final, todos los sabemos, el asunto de entender, seguir y asumir la Nueva Trova término reducido a “silvistas” y “pablistas”; lo que de alguna forma reducía en asunto a dos bandos de seguidores de la música escrita por cualquiera de ellos.

Escuchando los conciertos de Silvio Rodríguez en casetes

“Silvio es mucho más complejo… muy rebuscado…”; así fue como cierta tarde de 1979 tuve mi primera referencia sobre la obra total de Silvio Rodríguez y fue fruto de un intento de seducir a una joven que vestía amplia saya de tela india, usaba decenas de pulsos y una parafernalia de collares de cuentas hechas con caracoles y algunas piedras raras y que repudiaba a todos aquellos que fueran capaces de recitar “Oleo de una mujer con sombrero” o “Resumen de noticias”.

Confieso que en ese instante mis gustos musicales primarios estaban en la asimilación de la música salsa, los Reyes 73, la Ritmo Oriental y los Van Van; por lo que desconocer tales temas musicales y no estar en la órbita de la poesía de Silvio me convertía en “el cheo” del grupo al que me estaba vinculando.

No me avergonzaba aceptar que de Silvio solo conocía “Pequeña serenata diurna” y que intentaba convertir en realidad su premonición de “…amo a una mujer clara…”; cosa que no llegó a ocurrir al comprender que aún no estaba a su altura poética. No sabía nada de esa poesía que ella mencionaba; nombres como los de Mallarme, Apolinaire, Ribaut y otros que no recuerdo no estaba en ese entonces en mis búsquedas literarias.

Era más primitivo y me convertía en ávido lector de Antonio Machado, Miguel Hernández, García Lorca y Nicolas Guillén, poetas a los que había descubierto años antes, a los primeros por obra y gracia de las versiones hechas por Joan Manuel Serrat y al último en un baile de los Van Van cuando versionaron su poema “Si no hablo de ti”.

Mentiría si dijera que aquel fracaso me impulso a buscar y devorar toda la poesía francesa conocida y sobre todo a escuchar horas y horas de casetes orwod u otro cualquiera los conciertos de Silvio Rodríguez y de Pablo Milanés (el Pablito de muchas de nuestras madres); hasta el día en que llegó la hora del Unicornio Azul. Silvio volvía a generar una frase de la que se apropiarían todos para expresar algún momento o aspecto importante de la vida.

La frase del unicornio, extraída de la canción, se convirtió en popular

Unicornio, y no azul, era la forma de decir que solo tenía una unidad de cualquier cosa, bien podía ser un peso, un pantalón, un huevo que no se podía compartir con el vecino y una infinidad de cosas que hoy no puedo recordar.

El unicornio y los discos de la serie Trípticos fueron los grandes sucesos de parte importante de la vida musical cubana de los años ochenta, ellos marcaron nuestras vidas y nuestras actitudes sociales y culturales; moldearon parte de nuestra estética social y política y se convirtieron en recursos que nos conectan generacionalmente donde quiera que podamos estar.

Silvio Rodríguez es parte importante de nuestras vidas aún, no importa que sus canas y las nuestras nos definan como hombres maduros, que algunos de sus amigos y los nuestros no estén. Sus canciones, su poesía cargada de simbolismos y metáforas nos alimentan y son parte importante de los sueños de muchos adolescentes que guitarra en mano le imitan aunque públicamente afirmen que sus influencias son X o Y; Silvio está a flor de piel en su trabajo.

Lo sé por experiencia, nunca más volví a encontrar a aquella que me abrió las puertas de su música, ella y su breve locura nunca estuvieron debajo de mí y parece que nuca podré cantarle su canción.

 


0 comentarios

Deje un comentario



v5.1 ©2019
Desarrollado por Cubarte