Fina, la sencillez de la grandeza / Por Juanita Conejero


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Acaba de cumplir 95 años de edad. Fina García-Marruz, un baluarte de la cultura cubana y de la lengua española. La conocí, junto a Cintio Vitier, el esposo querido, en la Biblioteca Nacional de Cuba, cuando en la década del 60 se desempeñaban como investigadores de esa importante institución.

Así Cintio escribió a Fina:

La vi en la multitud

rugiendo paz, bramando alegría,

pero no era ella,

era la multitud amándola.

Una vez, Fina le vaticinaba:

Sé el que eres, que es ser el que tú eras,
al ayer, no al mañana, el tiempo insiste,
sé sabiendo que cuando nada seas
de ti se ha de quedar lo que quisiste.

Sin que ellos lo supieran, los jóvenes de aquella época, amantes de la poesía y el arte en general, nos sentíamos muy identificados con sus vidas y sus obras.  Muchas veces conversábamos entre nosotros, sobre la fundación de la Revista Orígenes por Lezama Lima y aquellos poetas que lo acompañaron, entre los que además de la entrañable pareja, se encontraban Eliseo Diego, Gastón Baquero, Virgilio Piñera, y algunos más. Como ha expresado Virgilio López Lemus: “(…) con tal membresía, no podía dejar de ser una de las agrupaciones  poéticas más importantes que haya dado Cuba, en la que el entrañamiento de las búsquedas y hallazgos de lo cubano, alcanzó la universalidad de que estos poetas fueron capaces”.

La cultura cubana hoy se enorgullece de tener entre nosotros a ese tesoro que es Fina García-Marruz. Arribar a los 95 años, consagrada, es atesorar una historia que recoge hechos trascendentales que han llenado de luminosidad las letras cubanas.

Solo recordar que conoció a Neruda, que estuvo bien cerca de Gabriela Mistral, que escuchó su voz, su imponente presencia y sus consejos; que intrépida y vivaz, joven creadora, sintió la proximidad de un Juan Ramón Jiménez y de su esposa Segovia; que entabló amistad y palpó el humanismo y la inteligencia americana de un Alfonso Reyes, al que consideraba del grupo que llamaba “de los saludables”, es más que impresionante para sentirnos felices de esta habanera, muy especial, que nació un 28 de abril de 1923.

Haber dedicado su vida, junto a Cintio, al estudio bien detenido y documentado de nuestro Héroe Nacional, merece el mejor de los reconocimientos. Trabajó por más de diez años en el Centro de Estudios Martianos. Sus poemas, sus ensayos sobre la obra martiana, entre otros, le granjearon el Premio Nacional de Literatura en 1990 y en el 2005 el Premio Nacional de Investigación Cultural.

Del Maestro escribió:

Desde niños nos envuelve, nos rodea, no en la tristeza del homenaje oficial, en la cita del político frío, o en el tributo inevitable del articulista de turno, sino en cada momento en que hemos podido entrever, en su oscura y fragmentaria ráfaga, el misterioso cuerpo de nuestra patria o de nuestra propia alma. Él solo es nuestra entera sustancia nacional y universal. Y allí donde en la medida de nuestras fuerzas participemos de ella, tendremos que encontrarnos con aquel que la realizó plenamente, y que en la abundancia de su corazón y el sacrificio de su vida dio con la naturalidad virginal del hombre.

Fue en el 2015 cuando se le otorgó la Orden José Martí. Ya había recibido en el 2011 el Premio Internacional de Poesía Ciudad de Granada “Federico García Lorca” y el “Reina Sofía” de Poesía Iberoamericana.

Volvamos  a 1990.  Su  poemario Créditos de Charlot alcanzó, en 1991, el Premio de la Crítica.

He sido una admiradora de la obra poética de Fina, pero este sencillo libro, editado de forma artesanal en su primeria edición por Ediciones Vigía de Matanzas, me resultó  fascinante; la edición de Zaldívar, con el apoyo de su equipo, y el diseño y los dibujos de R. Estévez.

Muchas generaciones nos deslumbramos con las actuaciones de Charles Chaplin y su “Charlot”. Este personaje, en la pluma espectacular de Fina, cobra en este libro una especie de resurrección  que impresiona. Se observa una manera muy original de abordar a Charlot, y retrotraer la mente a los orígenes del cine, especialmente en su poema siete:

No es que le falta

el sonido

es que tiene

el silencio

Con solo esos versos, el libro sería un éxito. Pero son cuarenta los textos que aparecen en el mismo. Obligan a querer ver de nuevo al personaje, a reconocer al equilibrista, a reír con el cómico, a encontrar en él la poesía, a aceptar las lecciones de Charlot. Hay que hacer pasar al público del aplauso a la participación, y hacia allí nos lleva el verso de Fina, con el baile de los panecitos, la encantadora melodía, y mucho más simple, hasta el “extra”, ese personaje que pasa deprisa entre dos máquinas.

No podría escapar de su pluma La Quimera de Oro, ni los zapatos de Charlot, ni Chaplin y Yorick. Resulta el cuadernillo un documental de la palabra, una especie de retrospectiva necesaria, urgente, para no olvidar al:

Vagabundo, boxeador, utilero del circo,

pobre de solemnidad y caballero,

salva a la huérfana, y luego

dobla solo por una callecita.

No debo dejar este interesante libro, sin compartir con mis lectores los últimos versos de este poema que cierra el texto y que da título al mismo:

Todo está en ese instante

En que, humilde como la vida, se da de nuevo

                                                       / ánimos,

y la espalda rota, otra vez ilusionada,

inicia un baile mínimo con el bastoncillo

                                                        / girador.

Un día le preguntaron a Fina si era cierto que ella había hecho alguna resistencia a publicar su obra. Cintio decía que los poemas de ella eran “movimientos del alma”.

Se tomaba su tiempo, y nunca se preocupó por apresurarse a publicar, afirmaba.

No buscaba al verso. El verso llegaba a ella. El valor del silencio para la creadora es fundamental.

Mucho de nuestro Héroe la iluminaba. No por gusto lo estudió con profundidad.

Quizás ella coincidía con Martí, cuando dijo:

A veces la poesía es la esencia de toda una vida, destilada en un momento de emoción, sobre el lenguaje que la recibe, como una hoja de lluvia.

Reciba, en esta ocasión,  por su cumpleaños 95,  una flor blanca cultivada por todo su pueblo.


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