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La novela Cienfuegos, 17 de agosto


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Hace años, unos diez u once, recibí un libro acabado de publicar en España, en 2004, por Roca Editorial de Libros S. L.: Cienfuegos, l7 de agosto, de Pablo Bonell Goytisolo y Empar Fernández, que me lo hizo llegar desde Barcelona Raúl Acevedo Fonseca, al cual se lo agradecí, pues es una magnífica novela. Por lo menos, a mí me gustó mucho. Sé de amigos cienfuegueros que se deleitaron leyéndola, pues ellos consiguieron para sí otros ejemplares.

Ahora he vuelto a leerla. Cuánto gusto uno recibe al volver a leer un libro que, en su momento, nos hubo de encantar. Creo que a la vuelta, nos place más la segunda lectura.

Se trata de un libro de cartas, una novela basada en unas supuestas cartas de Cuba a España y de Barcelona a Cuba, escritas con todo detalle.

Porque la trama comienza por un manojo de cartas que se encontró el nieto de un librero barcelonés, cuando este murió y el nieto comenzó a vender las pertenencias de la librería por no poder atenderla. Las vio en una gaveta, pero no sabiendo de qué se trataba comenzó a leerlas, y cuando se lo comunicó a su abogado, este le dijo que correspondían al abuelo de un tal Goytisolo, a quien él, el abogado, conocía, y después les fueron entregadas a ese nieto. Esto sucedió en l957. Nunca se supo, en la novela, la causa por la cual las cartas habían dado a parar con el librero.

Por supuesto, aquí en la novela hay mucho de ficción y mucho de historia; hasta qué punto la ficción envuelve a la historia o la historia a la ficción es algo que el lector deberá imaginar o no. Simplemente puede deleitarse con la novela y pensar que todo es ficción o todo es historia. En la vida real, los Goytisolos dejaron muchas cartas escritas, sobre todo hay muchas de épocas después de la que trata esta novela, pero como novela al fin, entonces sigámosla.

Hasta ahora lo que no he podido averiguar es, por más inquisitorias que he hecho, de uno de los coautores, Pablo Bonell Goytisolo, cuál es el parentesco o su grado familiar con quien fue el principal Goytisolo que trata la novela, que se convirtió en el terrateniente de amplias zonas de Cienfuegos.

Son cartas entre miembros de la familia Goytisolo, quienes habían hecho mucho dinero en Cuba, en la zonas cercanas a Cienfuegos, en la rama del azúcar. Poco a poco fueron adquiriendo grandes extensiones de tierra que convirtieron en plantaciones de caña y, a su vez, edificando varios ingenios, y llegaron a tener cuatro, según la novela: El Lequeitio, muy bien equipado y con una residencia familiar de lujo, que estaba en la zona de lo que hoy se denomina Rodas —antes El Lechuzo, en el partido de Cartagena— y cuyo nombre fue copiado del de una localidad de Vizcaya; además del Simpatía, el Lola y el San Agustín. Sin embargo, por investigaciones posteriores se sabe que existía un quinto ingenio propiedad de la familia, el Concepción, el cual se encontraba en la zona de San Fernando de Camarones. Ya lo dije: Todos en zonas cercanas a la ciudad de Cienfuegos, y dentro del perímetro de la hoy provincia de igual nombre.

El vizcaíno don Agustín Goytisolo y Lezarzaburo —quien a todas luces había nacido en la población de Lequeitio, en Vizcaya— fue quien comenzó el negocio y es uno de los principales personajes de la novela; en ella se extiende mucho en sus cartas, y es quien más datos aporta.

Don Agustín estaba casado con Estanislaa Digat —ella y sus hermanas, en la novela, eran oriundas de la villa de Ciudadela, cerca de Mahón, en las islas Baleares—; el matrimonio tenía cuatro hijos: Agustín, el primogénito de los varones —que estaba al frente de los negocios en Cienfuegos y sus alrededores—, Antonio, el segundogénito de los varones —quien había quedado al frente de las propiedades en Barcelona— y las muchachas, Trinidad y Flora, que estaban con Estanislaa y Antonio en la Península. Pero, en la vida real, don Agustín y su esposa Estanislaa Digat tuvieron siete hijos, todos nacidos en la ciudad de Cienfuegos, así que a estos cuatro que son los que aparecen en la novela, hay que agregar tres hembras más: Fermina, Josefa y Luisa.

Por su parte, es cierto que Estanislaa Digat era oriunda de la villa de Trinidad, cercana a Cienfuegos, aunque en la novela se dice que ella y sus hermanas eran naturales de las Baleares, pues hasta allí se traslada parte de la novela, y así quisieron ubicarlas los autores.

Las cartas del manojo encontrado en la librería barcelonesa, comienzan en l873, el l7 de agosto, cuando ya don Agustín hace pocos días ha vuelto a Cienfuegos. Hacía algo más de cuarenta años que comenzó a trabajar en Cuba, tuvo hijos cubanos y ha acumulado ya una gran fortuna, que, en parte, ha trasladado a Barcelona, también con los hijos menores, para convertirse en un nuevo indiano, y como todos ellos, está construyendo allí un palacete, que decidió levantarlo en la Ciudad Condal, toda una gran ciudad, y no en la villa de Lequeitio, en Vizcaya, la cual es una pequeña población sin importancia. Don Agustín ha dejado a Antonio estar al tanto de esa construcción y de otros negocios allá, a la par de que el muchacho está estudiando Derecho. En realidad, poco a poco, los dineros traspasados a Barcelona sumaron una cantidad astronómica.

Don Agustín Goytisolo y Lezarzaburo ha vuelto a Cuba, pues quiere conocer de cerca cómo van los negocios, mientras está andando la Guerra de los Diez Años y la trocha de Júcaro a Morón no ha podido impedir que las tropas cubanas hayan llegado muy cerca de sus propiedades con la tea incendiaria. También vino a fiscalizar a su hijo Agustín, al que, a veces, reprueba su comportamiento en silencio, pero, finalmente, está muy contento como va todo, aunque Agustín tiene tantos quebrantos de cabeza con todo lo que hay que atender en las propiedades cienfuegueras, que al llegar el padre se ha tomado unos días para darse unos baños de aguas medicinales en Madruga.

Y allí se instala don Agustín, en la casa solariega que construyó en Cienfuegos, en l858, en la esquina de las calles Santa Elena y D’Clouet, la cual pasó a la historia como lo que realmente fue: el Palacio Goytisolo, una monumental edificación que tenía tres pisos, y contaba con un amplio sótano, con entrada directa por la calle de D’Clouet que, por el declive que hace esta, convertía al sótano en un piso, más las dos plantas principales. En la portada de la novela, aparece una foto de esta edificación de fecha de su total esplendor.

El Palacio Goytisolo, con los años, ya en el siglo XX, pasó a ser una enorme cuartería, pues en esa zona no se les llama solares —como sucede en La Habana— a las antiguas casas solariegas convertidas en habitación de diferentes familias, y sí cuarterías, donde vivieron muchas familias pobres, pero poco a poco se fue deteriorando hasta convertirse en ruinas.

En la época en que se desarrolla la novela, Cienfuegos llegó a ser un lugar en que vivía gente muy rica, que hicieron fortuna de diferentes maneras, y otros comenzaban a hacerla igualmente. El principal de ellos lo era don Tomás Terry y Adans, considerado el de mayor riqueza en el país —a quien el historiador norteamericano Roland T. Ely llamó “El Craso Cubano”, aunque era venezolano de nacimiento—; otro rico hacendado lo era Nicolás Acea, que casó con Teresa, una de las hijas de Terry, la cual recibió, como regalo de bodas de su padre, el ingenio Esperanza.

Entre los que comenzaban a crear sus fortunas en Cienfuegos en esa época y llegaron a estar entre los más ricos del país, también estuvieron Esteban Cacicedo y Torriente, así como Nicolás Castaño y Capetillo, y algo después en el tiempo fueron Laureano Falla Gutiérrez y Domingo Nazábal. Ninguno de ellos era cubano. Terry era venezolano descendiente de español, y los restantes eran españoles.

Por investigaciones posteriores, puedo agregar que de los ingenios que tenía Goytisolo, modificados más tarde y engrandecidos y mejorados técnicamente, con ferrocarriles propios, el Lequeitio fue comprado por Falla y Nazábal en sociedad, y mucho antes Castaño había obtenido el San Agustín. En la actualidad, del Lequeitio solamente queda en pie la casa de vivienda, muy deteriorada, y del San Agustín, nada más queda en pie la torre.

En el Palacio Goytisolo de Cienfuegos, además de Agustín, el primogénito —quien en la novela estaba casado y tenía ya un hijo grandecito, y su mujer, Carmen, estaba a la espera de otro—, vivía la tía Telesfora y el esposo de esta, Vicente; ella, hermana de Estanislaa. Era Telesfora muy creyente, devota católica, que se pasaba las horas y las horas rezando el rosario y siempre tenía una dolencia diferente, y en todo momento recibía al cura de la iglesia cercana de La Purísima —la hoy iglesia catedral de Cienfuegos— y al médico de la familia, al cual ella le tenía una gran aversión, pues todo lo que le mandaba, cualquier medicina, según ella no la beneficiaba en nada. Una esclava tenía la obligación de estar siempre proporcionándole fresco con un abanico.

En La Habana vivía —según los autores de la novela— otra hermana de las Digat, Fermina, junto a su esposo Joaquín, quienes acostumbraban pasar tiempos en Cienfuegos, pero más sus hijas: Emilia y Clara. La primera, cuando visitaba la mansión cienfueguera, solamente hacía compañía a su tía Telesfora —quien nunca pudo tener hijos, y en la vida real dejó una cuantiosa herencia a su hermana y sus sobrinos—, ya rezando el rosario o leyéndole algún libro. A Clara, la belleza y la simpatía se le desbordaban, siempre estaba riendo y le gustaba sobresalir, tenía cuatro o cinco pretendientes que le daban vueltas, pudientes, jóvenes y bien agraciados, pero a ninguno le dio esperanza alguna.

En el Palacio Goytisolo vivían también muchos esclavos domésticos, entre ellos la vieja y regordeta Sara, quien había criado a todos los hijos del patrón, y ellos la respetaban, a pesar de que siempre estaba mascullando y entraba y salía por las puertas de las habitaciones sin pedir permiso, así como tomaba las escaleras principales y no las de servicio y miraba fijo a los ojos de sus interlocutores, lo cual ponía verde a don Agustín, amén de los conjuros y hechicerías que hacía, siempre para curar a algún enfermo, y esto provocaba que don Agustín rabiara a más no poder, por su odio a “las brujerías”, como él decía. Sara tenía un hijo, Cecilio, quien había jugado de niño con los hijos del patrón, y también con las primas, aunque más con Clara, pues Emilia siempre fue muy reservada de niña, lo que la convirtió de mayor en algo taciturna.

Pero cuando llegó don Agustín a Cienfuegos, ya sabía por cartas anteriores que los rebeldes, como le llamaban a los mambises, asaltaban las propiedades en busca de comida y de armas —ya lo habían hecho en uno de sus ingenios—, y cuando no, le daban candela a todo lo que en el campo hacía producir dinero. También sabía que Cecilio se había levantado en armas y estaba al frente de una partida de rebeldes.

 Sin embargo, en la realidad, la tea incendiaria también había tocado a las posesiones de los Goytisolos, y fueron muchas las caballerías de tierra sembradas de caña las que ardieron en aquella época.

La novela es, principalmente, de intriga, pues hay un asesinato y se desconoce quién fue el criminal. Por supuesto, el mando español acusó a alguien. La culpa la cargó el totí. Y comienza entonces todo un trabajo de investigación para hallar al verdadero culpable, y en esa investigación toma parte principalísima un miembro de la familia, en contradicción con el jefe policial español de la colonia.

En la novela, existe una gran diferencia en el trato de don Agustín hacia los esclavos domésticos y a los de la plantación, como era común en todos aquellos señores. Él trataba a los esclavos domésticos con demasiada seriedad y acritud, distinto a como lo hacían sus hijos y sobrinas. Pero los autores de la novela no quisieron citar cuánto se enriquecieron con el trabajo esclavo y no muestran en ella nada de esa realidad.

Hasta existe evidencia que en esa época los Goytisolos fueron a comprar 120 esclavos pertenecientes al propietario de un ingenio destruido por la guerra, a Santiago de Cuba, quienes fueron trasladados hasta Cienfuegos por barco.

Según otros datos obtenidos en la actualidad, el hijo mayor de don Agustín, quien se nombraba Agustín Fabián —que con el segundo nombre nunca aparece en la novela—, falleció en Cienfuegos, en 1905. Desde tiempo antes había presentado lo que llamaron entonces un “debilitamiento cerebral”, que lo hacía dormir largos períodos. En definitiva, el hijo de don Agustín Goytisolo había ido cayendo en tales dificultades económicas, que murió empobrecido y con cientos de miles de pesos de deuda.

El libro es riquísimo en el uso de palabras muy poco conocidas y voy a comentarlas ahora:

  • Agualoja: ‘Aloja’, esto es, ‘bebida de agua, miel y especias’.
  • Caraninfo: ‘De cara afeminada’.
  • Capigorrón: ‘Ocioso y vagabundo’.
  • Cuartana o cuartanas: ‘Calentura casi siempre de origen palúdico, que entra con frío de cuatro en cuatro días’.
  • Ganapán: ‘Hombre que se gana la vida llevando y trayendo recados y bultos’.
  • Zascandil: ‘Persona despreciable, ligera y enredadora’.
  • Mangorrero: [Se habla de machetes y puñales]. ‘Que andan comúnmente entre las manos’.
  • Birlocho: ‘Carruaje ligero y sin cubierta, de cuatro ruedas y cuatro asientos, abierto por los costados y sin portezuelas’.
  • Harbar: ‘Hacer algo de prisa y atropelladamente’.
  • Gallofar: ‘Pedir limosnas, viviendo vaga y ociosamente sin aplicarse a trabajo ni ejercicio alguno’.
  • Dice en el libro: “Zanganeando envuelta en una rebocillo”, donde zanganear es: ‘Andar de una parte a otra sin trabajar’, y rebocillo o también rebociño quiere decir: ‘Mantilla corta usada por las mujeres para rebozarse’, mientras que rebozarse significa: ‘Cubrirse casi todo el rostro con la capa o manto’.
  • Jalear: ‘Animar con palmadas, ademanes y expresiones a los que bailan, cantan, etcétera’.
  • Catinga: ‘Olor desagradable y fuerte que algunas personas emanan al transpirar’.
  • Cuajaenredo: ‘Persona chismosa, mendaz e intrigante’.
  • Parvo: ‘Pequeño en tamaño, importancia o cantidad’.
  • Guatibera: Se trata, según el diccionario académico, de un cubanismo, el cual significa: ‘Persona insignificante’. Sin embargo, al parecer hoy está completamente en desuso.
  • Encocorado: ‘Molesto, fastidiado con exceso’.
  • Guascazo: ‘Azote dado con una guasca o cosa semejante’, donde guasca es: ‘Ramal de cuero, cuerda o soga, que sirve como rienda o látigo’, y ramal significa: ‘Cada uno de los cabos de cuero, cuerda o soga que sirven de guasca’.

Me parece que sería provechoso que la Editorial Arte y Literatura hiciera las gestiones pertinentes con tal de poder publicar en nuestro país esta interesante novela.

 

¡Ah!, se me olvidaba decir que el totí, ¡claro!, resultó un negro esclavo.


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