“Los revolucionarios somos útiles hasta después de muertos”, Julio Antonio Mella


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Agradecimiento profundo a la hermana Nación mexicana y, en especial, a las historiadoras Gabriela Pulido Llano y Laura Beatriz Moreno Rodríguez, de la Secretaría de Cultura del Instituto Nacional de Antropología y de Historia de México por poner en manos de los investigadores y lectores de todo el mundo la obra El asesinato de Julio Antonio Mella: Informes cruzados entre México y Cuba (1).

 

Años de incansable labor investigativa destacaron la publicación del citado título el que, en otra época, resultó ser un expediente repleto de antecedentes ocultos por parte primero, de los agentes del tirano Gerardo Machado en Cuba y, con el correr del tiempo, un crimen abominable contra un joven Líder revolucionario y comunista cubano que se pretendió nunca llegar a ser esclarecido como y mucho menos denunciado.

 

Julio Antonio Mella (2) fue uno de los fundadores del Partido Comunista de Cuba y un connotado activista revolucionario estudiantil y social, labor que le acarreó persecución política que lo obliga a exiliarse en México en 1926, donde fue asesinado años después.

Para la confección de El asesinato de Julio Antonio Mella… ambas autoras mexicanas se remitieron y profundizaron en los expedientes referidos a ese hecho que se hallan en la Dirección General de Investigaciones Políticas y Sociales pertenecientes al Archivo General de la Nación azteca, al igual que a un gran conjunto de documentos hallados en archivos de varias instituciones de La Habana como Archivo Nacional y Biblioteca Nacional José Martí. Todos, documentos imprescindibles que arrojan información histórica proveniente de los servicios secretos de México y Cuba. Documentos, a su vez, donde es posible seguir las reacciones que provocó tal crimen político y descubrirse la forma en que se realizaba la vigilancia del exilio cubano en México durante la década del veinte del pasado siglo.

En aquella época, los testimonios realizados por agentes que investigaron el asesinato de Mella le imprimieron un tono de intriga internacional a la historia del revolucionario con características de novela policíaca y tintes de crónica roja periodística; algo que logró mantener la noticia en los diarios mexicanos entre 1929 y 1934. Aspecto que el presente libro aborda al centrarse en la vigilancia política, en las estrategias de control social e intercambio de información de los servicios secretos mexicanos y cubanos, y en la difusión propagandística que se imprimió a la prensa. En suma, el contexto principal acerca del cual se debate esta obra se cimenta en el exilio político cubano en México, el que mantuvo su activismo sumando esfuerzos a las filas del Partido Comunista Mexicano. El exilio de fines de los años veinte que abriría paso al exilio de la organización Joven Cuba.

Sobre el asesinato, sus inicios e implicaciones los diarios mexicanos brindaban sus puntos de vista casi a diario. De tal manera, que la misma policía de la Ciudad de México hizo suyos los planteamientos periodísticos. El fotoreportaje se erigió como parte del cuerpo de la investigación, hasta inclinarse hacia la línea que identificó al gobierno de Gerardo Machado como artífice de toda la trama y en ese sentido se inscribe como parte de la bibliografía correspondiente.

La investigación realizada en El asesinato de… efectuada por dos historiadoras mexicanas se inicia en 1926 con la llegada paulatina al Distrito Federal –hasta 1934–, de un grupo de exiliados político provenientes de Cuba. Entre ellos se encontraban Julio Antonio Mella, José de Teurbe Tolón, Alejandro Barreiro, Sandalio Junco y Calixta Guiteras. El más conocido de ellos era Mella, cuya capacidad de liderazgo, ejercida mediante su activismo, hacen obligada la mención de sus escritos, en especial, los propagandísticos.

Entre los aspectos más importantes incluidos en dicha obra y que resaltan la labor de Mella está un artículo de su autoría publicado en el periódico El Machete, el 31 de diciembre de 1928, pocos días antes de su asesinato en el cual expone sobre el papel de la Conferencia Panamericana:

“Esta Conferencia es una emboscada contra los pueblos de América Latina. La convoca el mismo Kellog que mandó las notas a México y los marines a Nicaragua”. Seguidamente manifestó los problemas a los que se enfrentaría México cuando pusiera a discusión el asunto de la No intervención, indicando que “cuando se anunció que las delegaciones dominicana y mexicana pensaban tratar el asunto de la no intervención de un estado en los asuntos internos de otro, así como el problema crónico del desembarco de marines americanos, se anunció que los asuntos fuera del programa no serían tratados (…) Manifestó que la conferencia no trataría asuntos políticos, mientras Sandino luchaba, Haití sufría el régimen militar, Puerto Rico era una colonia, Cuba estaba protegida por una Enmienda Platt. Explicó que el cumplimiento del programa de la Sexta Conferencia facilitaba grandemente la penetración imperialista y no daba una sola arma a los pueblos débiles para defenderse ya que el suprimir “las cuestiones políticas, sólo quedaban las económicas, es decir, las del imperialismo capitalista”.

Por otra parte, el asesinato de Mella evidenció que el tirano Machado cumplió su advertencia de que, en caso de que México no lo ayudara a detener las actividades de sus opositores, recurriría a métodos ilegales, como se anunció el cinco de julio de 1928 en una carta dirigida a la Embajada cubana en México para que fuera transmitida al entonces gobierno de Calles. Para realizar este crimen, Machado tuvo que contar con las personas “adecuadas” dentro de su gobierno. Los investigadores cubanos Adys Cupull y Froilán González, en su obra Julio Antonio Mella en medio del fuego. Un asesinato en México, afirman que Guillermo Fernández Mascaró llegó a México “con instrucciones precisas de Machado para lograr la extradición de Mella y de no lograrlo, organizar su eliminación física”.

En suma, un verdadero crimen político preparado y ejecutado por sicarios machadistas. Mella fue asesinado la noche del 10 de enero de 1929 en la esquina de Abraham González con Morelos, Ciudad de México, de dos tiros de revólver calibre 38. La primera bala le atravesó el codo izquierdo y el intestino, la segunda perforó un pulmón. Tina Modotti, fotógrafa italo-norteamericana, su compañera y amiga de lucha, caminaba junto a él, y se apresura a acomodar la cabeza del joven encima de sus piernas, pero, debido a la oscuridad no alcanza a ver quién tiró del gatillo…

Por su parte el relevante pintor mexicano Diego Rivera, amigo personal de ambos, declara ante un jurado pocos días después, en lo que vino a ser la conclusión definitiva de la definición de asesinato político:

“Mella fue el hombre que hubiera devenido el líder indispensable de su pueblo; el cubano más capaz de realizar las aspiraciones revolucionarias de su país, y encabezarlo para la acción. Era un buen comunista, activo no sólo en la lucha del mitin, la organización, la calle y la plaza pública, sino que luchaba dentro de su propio partido para corregir desviaciones y conducirlo por la verdadera línea bolchevique-leninista. Era una figura de obrero intelectual, revolucionario, profesional de primera calidad dentro del medio hispanoamericano. Los enemigos del proletariado que lo son del progreso humano en general, y los falsos revolucionarios, lo sabían perfectamente bien; por eso fue asesinado. Este asesinato fue una verdadera desgracia para los intereses del pueblo cubano, y en general para el proletariado del continente; pero, por otra parte, todos recordamos la frase verdadera del mismo Julio Antonio Mella: Los revolucionarios somos útiles hasta después de muertos; nuestro cuerpo sirve de trinchera a los que siguen luchando”.

Notas:

(1) El asesinato de Julio Antonio Mella. Informes cruzados entre México y Cuba. De: Gabriela Pulido Llano, Laura Beatriz Moreno Rodríguez. Secretaría de Cultura. Instituto Nacional de Antropología e Historia. Ciudad de México, 2019.

(2) Nació en La Habana el 25 de marzo de 1903. Sobresalió como líder estudiantil en la Universidad de La Habana. Fue presidente del Primer Congreso Nacional de Estudiantes y fundó la Universidad Popular José Martí. Fundó junto a Carlos Baliño el Partido Comunista de Cuba. Muere asesinado en Ciudad de México a manos de las hordas del tirano Machado, el 10 de enero de 1929.

 

 


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