Los valores morales dignifican


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Obra del artista cubano Ernesto García Peña.

Nadie puede dudar ni un instante que los valores morales dignifican al ser humano.

El niño o la niña nacen y es necesario e imprescindible formarlo, educarlo, moldearlo y prepararlo en esos valores fundamentales, para que pueda transitar por una existencia decente y segura.

Es la Ética una disciplina filosófica que se ocupa de estas cuestiones, es decir, sistematiza las normas, los principios, las cualidades y valores morales de toda la sociedad.

Los estudiosos de estas cuestiones éticas siempre han insistido en que el legado intelectual y espiritual que nos antecede en la vida, cobra un papel de vital importancia en la formación moral y axiológica del ser humano.

Los cubanos que heredamos el sabio pensamiento de un Varela, José de la Luz y Caballero y José Martí, por citar algunos nombres ilustres, sabemos lo que significa tener en nuestra historia ejemplos extraordinarios de patriotismo, de generosidad de espíritu, de dignidad y de amor. El concepto martiano que expresa: “el amor es el lazo de los hombres, el modo de enseñar y el centro del mundo”, ha marcado nuestras vidas.

Martí dijo en una ocasión que “los malos no triunfan sino donde los buenos son indiferentes” ¡Qué gran verdad! Y dijo algo más fuerte aún que nos alerta: “honor y corazón se truecan fácilmente por dinero”.

A medida que voy escribiendo estas líneas necesarias, pienso en padres y maestros de manera muy especial, porque es importante lograr que el dinero no pueda trocar jamás el honor y el corazón de la familia y de la escuela cubana. La familia y la escuela cubana tienen que marchar al unísono con la noción del bien, “de ese bien que flota sobre todo y que no naufraga jamás”.

Si la familia y la escuela naufragan, la Patria naufragaría y eso jamás podrá suceder.

No olvido ese fragmento del poema Abdala, escrito por Martí siendo un adolescente, justamente en 1869, a los 16 años:

El amor madre a la Patria

no es el amor ridículo a la tierra

ni a la hierba que pisan nuestras plantas

Es el odio invencible a quién la oprime

Es el rencor eterno a quién la ataca.

No estar junto a la noción del bien, es atacar a la Patria. No cumplir con el deber “sencilla y naturalmente”, es atacar a la Patria, es dejar que los malos, los deshonestos,  los irresponsables, triunfen, sin que los buenos y decentes hagamos lo que tenemos que hacer.

Cuando una persona hace algo para perjudicar a otros y se beneficia a sí mismo, cuando se usurpan derechos, hay falta de vigilancia y deshonestas confabulaciones, se ataca a la Patria.

Acciones como estas desvirtúan los esfuerzos y sacrificios que se hacen día a día por lograr educar al pueblo entero en la generosidad de espíritu, en la solidaridad humana, en el humanismo más puro y siempre con la ilusión de alcanzar un futuro luminoso para  la Humanidad toda.

Cuando hablo de formación, hablo de educar e instruir al mismo tiempo, de forma armónica e inteligente y de acuerdo a los cambios generacionales que se van produciendo, aunque sin perder de vista, que hay valores y principios inmutables y universales en los cuales hay que insistir de manera muy especial. 

Hay personas que lamentablemente ignoran que, como decía Martí: “el que sabe más, vale más”; y que “saber es tener”.  “Un hombre instruido vive de su ciencia y como la lleva en sí, no se le pierde y su existencia es fácil y segura”.

Educar es preparar al hombre para que pueda vivir por sí con decoro. El cubano bien formado no es egoísta, ni servil, el cubano bien formado, que siente que la moral que lleva dentro lo dignifica, es un hombre o una mujer que muestra un amor verdadero por la Patria y que le es imposible oprimirla o atacarla.

Es importante tener bien claro que quienes no fallan, convidan y obligan a los otros a no fallar. Esto es un precepto martiano.

Esa es la idea suprema que como estandarte debemos esgrimir; una estrategia para  limpiar de malos el camino y esperar que “con cada esperanza que alborea rompan las sombras todos los obstáculos”.

Ahora es el momento preciso para que padres y maestros  asuman con toda fuerza el rol que deben desempeñar por el bien de sus hijos y por la fortaleza de los educandos.

Los valores son potencialidades humanas que dignifican al ser humano.

La espiritualidad hay que cultivarla. ¡Buen ojo con esto!

El ejemplo de los padres y maestros es fundamental en la formación de los niños y adolescentes.

¿Creen ustedes que unos padres corruptos, irrespetuosos, deshonestos, pueden formar a sus hijos como es debido?

¿Creen ustedes que una maestra chabacana, sin ternura, mal vestida para la labor educativa que realiza, puede trasmitir valores de alta espiritualidad? ¡Por supuesto que no!

Hay que aprender a educar. Y para educar, hay que estar bien educado.

En el mundo globalizado de hoy, donde impera la injusticia, las desigualdad, el dinero que está llevando al odio y a la muerte, se hace fundamental la realización de acciones concretas que permitan movilizar las voluntades de los hombres buenos, para salvar al mundo y ganar en conciencia, en dignidad, en vergüenza.

La Paz de la Humanidad está en juego.

Cada niño que nace, decía Martí, es una razón más para vivir.

Luchemos contra el pesimismo. Aún tenemos tiempo. No dejemos que sea demasiado tarde.

¡La esperanza no se pierde jamás!

Como martianos repetimos: “Todos los hombres tienen la idea de la eternidad; unos, de la eternidad iluminada y pura, encendida en la existencia con todos los deberes, gozada más allá de vivir con todas las armonías; otros, de una eternidad esclava, envuelta en polvo, sujeta a polvo, polvo ella, sin esperanza ni consuelo, sin redención y sin belleza”.

¿Cuál de las dos usted prefiere?


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