Mariana Grajales Coello: la Madre de la Patria


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Madre de los Maceo, Madre de todos los cubanos o definitivamente: Madre de la Patria, son los epítetos con que habitualmente reconocemos a Mariana Grajales Coello, nacida en Guantánamo, en el extremo oriental de Cuba el 12 de julio de 1815 y fallecida en el exilio en Jamaica el 27 de noviembre de 1893.

En el año de su nacimiento, Simón Bolívar y Palacios suscribía su Carta de Jamaica y la Hispanoamérica continental ardía en llamas, en sus guerras por la soberanía, Haití cumplía once años de ser la primera república latinoamericana y caribeña y hacia tres, que el capitán general de Cuba Salvador Muro y Salazar, marqués de Someruelos, había ahogado en sangre a la sublevación de José Antonio y Ulabarra, el precursor de las luchas independentistas y abolicionistas en Cuba. Doña Mariana, nació en el calor de la insurgencia latinoamericana.

El otrora parque Medina, en la céntrica manzana de las calles C, D, 23 y 25 en el Vedado, La Habana, la recuerda con una escultura monumentaria al centro del parque que, desde hace tiempo, se le conoce precisamente como parque Mariana Grajales.

La Plaza de la Revolución de la ciudad de Guantánamo, su tierra natal, también lleva el nombre de Mariana y otra escultura enorme como su talla histórica, allí se ubica y en la indómita Santiago de Cuba, la ciudad que la acogió en vida y donde naciera su prole, bien llamada Tribu heroica, descansan sus restos, en el área central del Cementerio Patrimonial Santa Ifigenia, junto al Padre de la Patria Carlos Manuel de Céspedes y Castillo, el Héroe Nacional y Apóstol de la independencia José Martí y Pérez y el Máximo líder, Líder histórico y Comandante en Jefe de la Revolución Cubana Fidel Castro Ruz. Mariana, la Madre de la Patria, está entre los padres fundadores de nuestra nacionalidad y principales paradigmas del proceso revolucionario cubano, único desde 1868 hasta nuestros días, como lo señalara el propio Fidel en el centenario del inicio de las gestas libertarias: “Porque en Cuba sólo ha habido una revolución, la que inició Carlos Manuel de Céspedes en La Demajagua y que hoy nuestro pueblo lleva adelante.”

Faltaría en aquél sendero de Santa Ifigenia de la Madre y los padres fundadores, el hijo pródigo de la tribu heroica, el Titán de Bronce Antonio Maceo y Grajales, el más sublime de los Maceo, con más de trescientos combates y 27 heridas en su cuerpo cuando cayó combatiendo en la finca habanera de San Pedro pero no falta a fin de cuentas, siempre estará su espíritu en el Santiago heroico, rebelde y hospitalario y en el santiaguero común. Sus restos reposan en el Mausoleo del Cacahual, al sur de la capital del archipiélago, junto a su ahijado y ayudante el capitán Francisco Gómez Toro, Panchito, el hijo del Generalísimo Máximo Gómez Báez y de Bernarda Toro, otra grande entre las féminas y allí también, Blas Roca Calderío, el líder comunista sin tacha y Juan Fajardo Vega, el último veterano mambí sobreviviente en la segunda mitad del siglo XX. Como dijera en algún momento Eusebio Leal Spengler, historiador de la ciudad de La Habana, Martí, el habanero en Santiago y Maceo, el santiaguero en La Habana, y así se hermanan en la historia las dos grandes ciudades.

Mariana tuvo otro hijo grande: José, el León de Oriente, el inclaudicable en la Odisea y el admirador de Martí a quien le regalara el corcel blanco conque cayó en Dos Ríos y de cualquier forma, la Madre de la Patria donó todos sus hijos e hijas a la causa de la independencia y su esposo Marcos les acompañó.

José Martí dio criterios certeros de ella como nadie y lamentó públicamente su deceso, quizá fue el primero en señalar los méritos para que, definitivamente, su pueblo la considerara la Madre de la Patria al final del camino. Fidel, el discípulo martiano en la distancia de su centenario, llamó Mariana Grajales al pelotón femenino que formó en la Sierra Maestra con las mujeres combatientes las que rápidamente se conocieron como Las Marianas.

Mariana está en la savia histórica que antecede a la unidad de la mujer cubana forjada en la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), creada al calor del ímpetu revolucionario el 23 de agosto de 1960.

¡Qué simbólico que la patria cubana tiene en Céspedes a su padre; blanco, antiesclavista, igualitario, integracionista y en Mariana a su madre; ¡negra, e igual forjadora de la unidad y la integración! Una patria cuyo Héroe Nacional fue en el siglo antepasado el más ferviente antirracista y unitario y que los cubanos lo asociamos de inmediato al mulato irredento e intransigente: Martí y Maceo andan juntos en el imaginario de los cubanos y las cubanas. Esta patria es monoétnica, es una sola nación, con un solo proyecto de país. Su Madre y sus padres fundadores no pertenecen a una mayoría étnica o nacional y es que esa no existe, como no existen tampoco minorías étnicas o nacionales en Cuba. Somos uno, somos mestizos en la sangre y la cultura, aunque diversos en la apariencia epidérmica y en los centenares de orígenes étnicos que se fundieron.

¿Cómo alguien, a estas alturas, con ignorancia supina y en desconocimiento olímpico a nuestros orígenes y nuestra realidad actual, se atreve a compararnos con otros escenarios, otra historia y otras realidades? ¿O será que sus pretensiones no son nada éticas o son serviles a ideas antipatrióticas?

Lo que sucedió en Cuba en los últimos quinientos años y en los 61 más cercanos se parece a la realidad cubana y a más ninguna. Un distinguido visitante eufórico dijo en uno de los más emblemáticos teatros de la capital cubana, imbuido en su discurso con tendencia a la búsqueda de simpatía, que la historia de Cuba era semejante a la de su país, escrita por esclavistas y esclavos.

Sí, es cierto en la visualidad formal pero no en su contenido intrínseco, porque a ambos lados del estrecho de la Florida, fueron distintos esclavistas y distintos esclavos. “Puritanismo” y “Separación de culturas” como sustento teórico de un lado y plena cocción de culturas al otro, con mestizaje étnico, sincretismo religioso y religiosidad popular, con hábitos, costumbres y tradiciones diferenciados por regiones y localidades, pero no por el color de la piel de sus practicantes. Los padres fundadores de allá, fundaron una nación para los blancos, anglosajones y protestantes, los restantes, son minorías étnicas o nacionales y aquí, se forjó una patria para todos los cubanos.

Permítanme equivocarme, pero para mí, es una historia distinta. Gloria eterna a la Madre de la Patria en el aniversario 205 de su natalicio.


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