Monumento Nacional: Mangos de Baraguá


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El libro, Monumentos Nacionales de la República de Cuba, elaborado por el Consejo Nacional de Patrimonio Cultural, explica que este sitio histórico, ubicado en la provincia de Santiago de Cuba, al oriente del país, tiene una relevancia extraordinaria para los destinos del país.

Bajo una arboleda existente en el lugar, se efectuó la histórica entrevista entre el Mayor General del Ejército Libertador Antonio Maceo y Grajales y el general español Arsenio Martínez Campos, el 15 de marzo de 1878, ante la negativa del primero en acatar el convenio de paz, acordado previamente en el cuartel español de San Agustín del Zanjón, Puerto Príncipe, actual Camagüey y, del cual adoptó su nombre.

El documento de capitulación, conocido como el Pacto del Zanjón fue suscrito por un grupo de los dirigentes políticos y militares cubanos, sin que se garantizara el cumplimiento de ninguno de los dos principales objetivos de la contienda, por la que se había luchado y derramado mucha sangre : alcanzar la independencia y eliminar la esclavitud.

El Convenio o Pacto del Zanjón firmado el 1º de febrero de 1878, por el Comité del Centro, que en composición de siete miembros había sustituido a la Cámara de Representantes disuelta durante la Junta de San Agustín y que asumiendo ilegítimas funciones del gobierno de la República en Armas, se abrogó el derecho de firmar dicho pacto con el capitán general de la isla de Cuba.

Mientras ello ocurría en el Camagüey, en Oriente, el rebelde Antonio Maceo obtenía una de sus brillantes victorias: La batalla de San Ulpiano, donde destruiría al famoso batallón de San Quintín, considerado entonces el más aguerrido del ejército español.

El Pacto de Zanjón fue sin dudas una oprobiosa claudicación, que ponía fin oficialmente a la Guerra de los Diez Años sin alcanzar sus principales propósitos ya descritos. En contraste el Titán de Bronce, con su Protesta, de Baraguá, secundada por sus oficiales, entonarían una altísima nota de firmeza revolucionaria, sería entonces cuando pronunciaría la famosa frase dirigida al general español: “no nos entendemos”.

Si la Protesta del general Antonio salvó la honra pisoteada en el Zanjón, la Constitución firmada a su abrigo fue la legitimación de la voluntad de un país de ser libre. Era la segunda de las constituciones hechas en campos de Cuba Libre, la más pequeña en extensión, pero inmensa en importancia.

El mencionado Pacto, concedía a Cuba similares condiciones políticas y administrativas a las otorgadas a la isla de Puerto Rico. En Cuba se proponía una amnistía general, declarar libres a todos los esclavos y colonos asiáticos que habían tomado parte en la revolución, otorgar facilidades de abandonar la Isla a todo el que lo desease, fueron algunas, entre otras dádivas caritativas, deshonrosas para algunos, otorgadas a los combatientes.

Entre ellos, al entonces General Máximo Gómez, quien desdeño todas las ofertas de auxilio económico del gobierno español. Sobre estas circunstancias el propio Gómez narraría después: “General, no cambio yo por dinero estos andrajos que constituyen mi riqueza y son mi orgullo; soy un caído, pero se respetar el puesto que ocupé en esta Revolución, y le explicaré: no puedo aceptar su ofrecimiento, porque solo se recibe, sin deshonor, dinero de los parientes o de los amigos, y entre nosotros, general, que yo sepa no hay parentesco alguno, y, por la otra parte, esta es la primera vez que tengo el honor de hablarle”.

Los patriotas condenaron el Pacto y expresaron sus deseos de continuar la guerra hasta lograr la Independencia y la abolición de la esclavitud. Circunstancias posteriores, entre ellas, la degradada unidad nacional, el fraccionalismo regionalista y el caudillismo de algunos jefes, así como la falta de apoyo de la emigración en cuanto a fondos para el mantenimiento de la guerra, llevarían a la deposición de las armas.

La Protesta fue de enorme significación para los partidarios de la libertad patria, de modo que Martí la consideró “de lo más glorioso de nuestra Historia”.

Por su trascendencia el gobernador de la provincia de Oriente en 1902, Francisco Sánchez Hechavarría, mandó a colocar una inscripción en el sitio que prohibía terminantemente dañar los árboles que atestiguaron el suceso. Se hacía imprescindible proteger a aquellos mudos testigos de la historia patria.

A todo ello, se le adiciona a ese punto de la geografía oriental que, en 1895, partieron las Columnas Invasoras de Máximo Gómez y Antonio Maceo a fin de extender la guerra hacia occidente.

Fidel expresó que en los días finales de la guerra, al pasar por Mangos de Baraguá, lugar de la histórica Protesta y del inicio de la invasión a Occidente, el lugar les “hizo experimentar una de las sensaciones más emocionantes que puedan concebir” y es que, donde hubo un Zanjón hubo un Baraguá

Allí, la dignidad emergió hasta la altura donde surge la estrella que ilumina y mata, donde se prefiere andar con harapos que dormir en paja caliente, pues no se vive, aunque se esté más cómodo, si se degrada el decoro, si el espíritu es convertido en fantasma de sí mismo.

¿Hay algo más precioso y sagrado que el amor a la patria, a la familia, al amigo, que cuando se está vivo en cuerpo y alma? Quizá, ahí radique un par de los más altos significados de la existencia humana: vida-amor, que pudiera convertirse en una trilogía si se le añade felicidad.

¿Cuál es el sentido de la vida para los seres humanos?

Para muchas culturas originarias es la felicidad y ¿se puede alcanzar sin dignidad, sin libertad? ¿Acaso la felicidad radica en lo material o, en el sentimiento, en lo emotivo, en lo espiritual? ¿Puede haber verdadera y profunda felicidad sin amor? ¿Y, puede haber amor sin decoro?

“En el mundo ha de haber cierta cantidad de decoro, como ha de haber cierta cantidad de luz. Cuando hay muchos hombres sin decoro, hay siempre otros que tienen en sí el decoro de muchos hombres”, sentenció el Apóstol., quien también lo reflejo en uno de sus poemas:

Yugo y Estrella

           Cuando nací, sin sol, mi madre dijo:

           -Flor de mi seno, Homagno generoso

De mí y de la Creación suma y reflejo,

Pez que en ave, y corcel y hombre se torna,

Mira estas dos, que con dolor te brindo,

Insignias de la vida: ve y escoge.

Éste, es un yugo: quien lo acepta, goza:

Hace de manso buey, y como presta

Servicio a los señores, duerme en paja

Caliente, y tiene rica y ancha avena.

Ésta, oh misterio que de mí naciste

Cual la cumbre nació de la montaña,

Ésta, que alumbra y mata, es una estrella:

Como que riega luz, los pecadores

Huyen de quien la lleva, y en la vida,

Cual un monstruo de crímenes cargado,

Todo el que lleva luz, se queda solo.

Pero el hombre que al buey sin pena imita,

Buey vuelve a ser, y en apagado bruto

La escala universal de nuevo empieza.

El que la estrella sin temor se ciñe,

Como que crea, crece!                                                     

Cuando al mundo

De su copa el licor vació ya el vivo:

Cuando, para manjar de la sangrienta

Fiesta humana, sacó contento y grave

Su propio corazón: cuando a los vientos

De Norte y Sur vertió su voz sagrada,-

La estrella como un manto, en luz lo envuelve,

Se enciende, como a fiesta, el aire claro,

Y el vivo que a vivir no tuvo miedo,

Se oye que un paso más sube en la sombra!

-Dame el yugo, oh mi madre, de manera

Que puesto en él de pie, luzca en mi frente

Mejor la estrella que ilumina y mata.

La historia, esa bella y útil palabra, tan manipulada y tergiversada de acuerdo a intereses mezquinos, regresa una y otra vez, para mostrarnos que en todas las épocas y lugares hay hombres y hay pueblos capaces de arriesgar lo más preciado en este mundo, la vida, por alcanzar la libertad.

Aquel 15 de marzo de 1878, el Titán de Bronce rechazaría el plan de capitulación ofrecido por el gobierno colonial hispano y expresaría la voluntad del pueblo cubano por proseguir la lucha hasta ver libre a su patria, hecho que puso de manifiesto su intransigencia de principios.

Mangos de Baraguá es hoy monumento nacional, y él encierra un patrimonio tangible, desde allí Maceo se iluminó e iluminó al mundo. Allí se unen en inseparable abrazo lo material del patrimonio y lo intangible. En Mangos de Baraguá está el espíritu de lucha desde los indios contra la colonización que le quitaba la libertad y su territorio; está la rebeldía de los esclavos, arrancados de sus tierras y cercenada su identidad, se encuentra toda la lucha de los cubanos dignos, de los intelectuales, de los obreros, de los hombres y mujeres que han hecho la patria hasta lo que es hoy, un eterno Baraguá.

He ahí el valor de la educación patrimonial que es patriótica, es ambiental, es ideológica, es histórica, para alcanzar el fin de la educación en Cuba: “formar las nuevas generaciones y a todo el pueblo en la concepción científica del mundo”, la formación integral del hombre por la que luchó Martí, quien expresó: “educar es depositar en cada hombre toda la obra humana que le ha antecedido, es hacer a cada hombre resumen del mundo viviente, hasta el día en que vive: es ponerlo a nivel de su tiempo para que flote con él…”


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