Osvaldo Guayasamín y la Revolución Cubana.


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Aquí en la Habana, tiene su Casa,  en la calle Obrapía No. 11 e/ Oficios y Mercaderes, La Habana Vieja. Osvaldo Guayasamín. Era amigo de Cuba, de La Habana y de Fidel. Era ecuatoriano, hijo de indio y madre mestiza, nació un  6 de julio de 1919,  pintor, dibujante, muralista y escultor.

En su Casa Museo, en el Centro Histórico, la Casa Guayasamín, se protegen muchas de sus obras,  algunas originales donadas por el creador.  La Institución, se inauguró en 1992,  una casona del Siglo XVIII, antigua  propiedad de la familia Peñalver y que fue debidamente restaurada por la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana.

En el inmueble, fruto de la arquitectura cubana en tiempos de la Colonia,  se salvaron algunas  pinturas murales del famoso artista cubano de la plástica José Nicolás de la Escalera. Una joya de nuestra cultura.

La Casa Guayasamín, en La Habana,  hace honor a su obra y vida y también al arte popular latinoamericano y especialmente cubano,  con espacios exponenciales, conferencias y celebraciones fundamentales para la historia ecuatoriana. Muestras transitorias han pasado por una de sus salas, y por supuesto de Cuba y del resto del Mundo y hermosos  videos del amigo pintor, que de manera  singular se adueñan del lugar.  

Cuatro veces  Fidel  posó para el artista y  aquellas manos quedaron en el lienzo. Fidel y Guayasamín,  establecieron una bella amistad. Los cuadros, en distintas vidas del Líder Histórico de la Revolución Cubana,  tienen una peculiaridad muy específica. El primero de 1961,  en blanco y negro, el joven revolucionario  y  el joven pintor, ambos  con su dechado de expresividad. En Cuba solo se conserva una bella foto.

Posteriormente le suceden los retratos realizados en 1981, 1986 y 1996. La figura quijotesca se mezcla con los años en la paleta del pintor y va definiendo la fuerza creativa que lo sustenta. Aprovecha cumpleaños, mezcla tonos, refleja la vitalidad del gran hombre hasta llegar al último, el más grande, de luces y sombras, y con una proyección  que parecía  abarcar toda Nuestra América. Tenía Fidel 70 años, y  en ese cuadro,  se encierran  los sentimientos del cubano y la trascentalidad de su pensamiento.

Según se explica,  el único retrato que no pertenece a la Institución es el de 1986. Esta obra pertenece a la Fundación Núñez Jiménez. Se cuenta que Guayasamín  fue algo así como “padrino” de la famosa expedición “En canoa del Amazonas al Caribe”.  Dicen que Núñez Jiménez y el pintor fueron amigos, y que fue el ecuatoriano  quien coordinó con los indígenas para la fabricación de las canoas.

El ecuatoriano amaba la  Revolución, sabía de los esfuerzos que la Patria realizaba para la felicidad de su pueblo y: “Con todos y para el bien de todos”, palabras del Maestro,  que signaban los propósitos de nuestra epopeya y que el pintor había hecho suyas.  

Los  inicios del artista  no fueron nada fáciles. Humilde  hogar de diez hermanos y a pesar  de todo se hace pintor. Desde muy pequeño Osvaldo  descubre su vocación  y demuestra cuánto es capaz de realizar con la fuerza de su extraordinario talento. En 1941 se gradúa, y en 1942 ya presenta su primera exposición.

 Cuentan que Orozco  lo conoció en México y lo hizo su asistente. Alza sus alas, visita los Estados Unidos  y  viaja a varios países de América Latina. Siempre le impresionó la situación oprimida de los indios de nuestro continente  y no deja de hacer referencia a ellos en sus obras, que se llegan a exhibir en las principales galerías  del mundo.

Alguien me habló en una oportunidad de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, que el presidió en 1971, y de cuando creó  en 1976,  en Ecuador,  la Fundación Guayasamín , en la capital  del hermano país.

 Los países de Latinoamérica constituían su obsesión.  Muchos  intelectuales y políticos progresistas  y estadistas  los consideraban su amigo. Osvaldo con una gran carga de maestría y sensibilidad, supo cultivar la amistad.  Nuestra América, con sus tierras, sus cerros y sus volcanes, las manos de los desposeídos de la tierra, los  indígenas, el dolor, el sufrimiento y la muerte, símbolo de una sociedad injusta y deshumanizada, guían  sus pinceles y dejan en lienzos y murales la fuerza heroica que lo hace defensor de las causas inhumanas que siente que le rodea.  

Para él,  como para Fidel, un Mundo Nuevo es posible y hacia la conquista de ese Mundo avanzó   por los caminos trillados de la América que nos pertenece.

Muchas países reconocieron su talento  y valiosa creación.  Alrededor de 1994  siente la necesidad imperiosa de clamar por la paz, la esperanza y el amor. Su gran obra inunda de  ternura los espacios. Construye la Capilla del Hombre en Quito y allí vive hasta su muerte.

Murió el pintor un 10 de marzo de 1999, en Baltimore, Estados Unidos. Después de su fallecimiento,  la Capilla del Hombre fue convertida en Casa Museo un 29 de noviembre del 2002. Está dedicada a la unión de los pueblos de Nuestra América.

Patrimonio del Ecuador y declarada por la Unesco  como “Proyecto prioritario para la cultura”. Fue el artista merecedor de muchos galardones a lo largo del Mundo, y en 1999,  recibe   el Premio  Internacional José Martí de la Unesco,  creado en 1995,  por iniciativa de  Cuba. El galardón  fue entregado en París,  Francia, país que  desde 1974  le había conferido la Condecoración oficial de su Gobierno. Fue la  primera vez que esta nación  seleccionó a un artista latinoamericano,  para tal reconocimiento.

                                                                   


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