Por Cuba y para Cuba


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Así se reprodujo en hoja suelta el trascendental discurso, y como sentencia lapidaria, nos convoca el Apóstol de la Independencia a poner, alrededor de la estrella; que nos guía, ilumina, fortalece, cubre de optimismo revolucionario y esperanza fraguada en el deber de servir; en la bandera nueva, su fórmula del amor triunfante: “Con todos, y para el bien de todos”. He ahí la esencia del proyecto martiano de república que había que fundar en Cuba una vez alcanzada la independencia. Porque nuestra república no podía mantener las bases coloniales de las que padecía, ni mucho menos asimilar la propuesta “democrática” capitalista que conocía Martí desde Nueva York, donde derechos políticos sólo tenían los hombres poderosos económicamente, los blancos e instruidos. Un modelo no compartido por Martí, alejado de la misión de Cuba de proclamar una república que tuviese, como su primera ley, el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre.

¿Y cómo se traduce esta idea martiana a la luz de hoy; en una Cuba que defiende su condición antimperialista, humanista y ética? La dignidad plena de los seres humanos, su culto y respeto, su garantía; deviene en basamento fundamental de la concepción martiana de república. Todavía vivimos en una república, no se nos debe olvidar, y ésta, la que hoy tenemos, es martiana; y lo es porque vivimos una Revolución “con los pobres de la Tierra”, de los humildes, por los humildes y para los humildes; porque tenemos Patria, porque en 1959 se parió la libertad y comenzó a fraguarse la salvación de la nación en su identidad, cultura, ideas. Lo primero que había que salvar era la cultura, la nuestra, la de los cubanos, con el misterio de ternura que encierra esa dulcísima palabra.

Entonces, nosotros los cubanos, todos los cubanos; si somos martianos hemos de cumplir a cabalidad con la ley primera de la república: el culto a la dignidad plena; para ello nos responde el propio Martí: “O la república tiene por base el carácter entero de cada uno de sus hijos, el hábito de trabajar con sus manos y pensar por sí propio, el ejercicio íntegro de sí y el respeto, como de honor de familia, al ejercicio íntegro de los demás; la pasión, en fin, por el decoro del hombre, -o la república no vale una lágrima de nuestras mujeres ni una gota de sangre de nuestros bravos.”  Trabajamos en Cuba, desde el triunfo de la Revolución para las verdades que pedía el Maestro, para que derechos tuvieran todos (igualdad social, justicia, equidad): los hombres y las mujeres, los negros y los blancos, los instruidos y los analfabetos; en fin, todos los cubanos. Por eso es su fórmula “Con todos…, empero esta se completa con la acción de todos, para el bien de todos. Quien no sea digno, quien se levante por encima de la Patria, quien no tenga como premisa que “la patria necesita sacrificios, es ara y no pedestal, se la sirve pero no se la toma para servirse de ella”, quien desalmadamente ponga en peligro la integridad patria; no promulga con este principio martiano; y lógicamente para esa persona, la patria no es agonía y deber; y la ofende, la vende si estuviera en sus manos, la vulnera; y pretende que se le reconozca y legitime su participación con actos contrarrevolucionarios; no es consecuente con este principio martiano, que es no serlo con Cuba y su historia.

Por Cuba debemos trabajar, y para Cuba nuestros mejores sentimientos. Es decir, con la Revolución que desterró el oprobio, que dio vida al pueblo, que dignificó a cada cubano, hasta la muerte por principio. Contra ella ¡nada!; es como matar a la madre que en parto heroico nos trajo al mundo. José Martí no sirve a cualquier ideología, nada tiene que ver con las insostenibles garras del imperialismo, con las barbaries fascistas, con elementos desconocedores del humanismo, la vocación de justicia, la eticidad.

La patria no está hecha de los que traicionan su condición de cubanos y se venden a quienes odian y deshacen por naturaleza. Tenemos una cultura que defender, que promover como un canto a lo bello, que encender como llama eterna. No es casual la significación que le imprime Martí a la propagación de la cultura; ella es salvadora, redentora y revolucionadora. He ahí la lección: “…la madre del decoro, la savia de la libertad, el mantenimiento de la República y el remedio de sus vicios, es, sobre todo lo demás, la propagación de la cultura: hombres haga quien quiera hacer pueblos”. . Hagamos un ejercicio constante de apropiación de nuestra cultura, desde posturas revolucionarias, que en nosotros, no pueden ser incompatibles con la salvaguarda de ese sol del mundo moral que con tanto magisterio nos legó Cintio Vitier. No podemos permitir, desde nuestra condición revolucionaria, que engendros macabros diseñados para destruir la Revolución, se legitimen en Cuba, se apropien de la cultura cubana para hacer contrarrevolución. ¿Qué ideas defienden?, ¿qué parte del pensar por sí y trabajar con sus manos del concepto martiano aprehendieron?, ¿acaso saben lo que significa Patria? Claro que no, quienes se visten de mercenarios pagados por el imperialismo en las diversas manifestaciones en las que este se presenta, a quienes cuesta incluso llamarles anexionistas, puesto que hasta eso lo degradan; a ellos debemos cerrarle el paso.

Los últimos acontecimientos, provocaciones e intentos, por parte de los elementos al servicio del imperialismo para derrocar la Revolución penetrando la coraza cultural que nos sostiene, son inaceptables, no podemos, sobre la base de ridículos “criterios democráticos”, de una supuesta participación de quienes hace muchísimo se convirtieron en instrumentos burdos, desprovistos de dignidad y decoro, de verdadero patriotismo; legitimar. La cultura cubana, lo mismo el cine y el audiovisual, la literatura, el teatro, la plástica, la danza etc., están al servicio del pueblo, tienen que seguir estándolo. Hay que adecuarse al momento presente, ello es verdad; ahora esa adecuación no nos puede costar la merma o el sacrificio del ideal que perseguimos como nación; ello ha estado desde las palabras a los intelectuales de Fidel, en la intríngulis del desarrollo cultural en Cuba.

Lección martiana que retomamos en la profunda fe de amor a la patria, de servirle: “¡Unámonos, ante todo, en esta fe; juntemos las manos, en prenda de esa decisión, donde todos las vean, y donde no se olvida sin castigo; cerrémosle el paso a la república que no venga preparada por medios dignos del decoro del hombre, para el bien y la prosperidad de todos los cubanos!”  Hay que pensar, necesariamente, el futuro de Cuba, desde este presente que nos desafía, nos pone retos, nos mantiene en constante vigilia. La guerra o métodos de cuarta generación, el toqueteo peligroso con las pretensiones enemigas de acabar con la obra hermosa, con el pueblo que ama y funda, con la escuela de nuestra América y de muchos en el mundo; hay que enfrentarla con inteligencia, dicen los abuelos que lo malo se pega más rápido; he ahí la lucha que tenemos, promover lo bueno sin cansarnos. No olvidemos que es imprescindible para la victoria inventar un recurso a cada nuevo recurso del contrario.

Cubanos todos:
Que en nuestros pensamientos y actos impere el patriotismo ha de ser la condición, no temamos a decir franca y libre nuestra opinión, respetemos la ajena; seamos, para tener puertas abiertas, patriotas; dignos herederos de Martí, de Varela, José de la Luz, Saco, Mendive, Céspedes, Agramonte, Maceo, Gómez, Mariana, Villena, Mella, Guiteras, José Antonio, Camilo, el Che, Haydeé, Melba, Vilma, Celia; de la tradición de lucha por la justicia llevada a cabo por el pueblo heroico cubano, con la adarga revolucionaria de Fidel y Raúl como baluartes de la Revolución y el Socialismo. ¡Una Cuba más socialista, justa, humanista y antimperialista sí es posible!

 

MARTI, José: Discurso Con todos, y para el bien de todos, en Obras Escogidas, tomo III, Editorial de Ciencias Sociales y Centro de Estudios Martianos, 1992, p.9.

2 Tilden, La República, Nueva York, 12 de agosto de 1886, en Obras Completas, Tomo 13, p.301.

MARTI, José: Discurso Con todos, y para el bien de todos, en Obras Escogidas, tomo III, Editorial de Ciencias Sociales y Centro de Estudios Martianos, 1992, p.9-10.


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