Que siga La Cultura En Buenas Manos


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En pasadas semanas vine a este espacio del Noticiero Cultural para defender el Decreto sobre la Protección de la Cultura en los Espacios Públicos. Soy de los que cree necesario debe difundirse el hecho de que ese decreto y su norma de aplicación ha sido debatido con más de cinco mil creadores y promotores culturales a lo largo y ancho de la Isla, tras la crítica honesta del presidente Miguel Díaz - Canel en el discurso del fin de año pasado, de que era necesario seguir debatiendo, y que el citado decreto por su importancia “debió ser más discutido y mejor explicado”.

Quedó demostrado que era indispensable el debate colectivo, y que antes de aplicarlo, se siga discutiendo cada detalle y expresarlo en norma jurídica, para que nadie, ni siquiera un inspector, pueda arrogarse algún derecho en su aplicación. Y lo que ha sido evidente, claro, y remarcado, es que este Decreto sobre la Protección de la Cultura en los Espacios Públicos no puede intervenir, y de hecho no hay una letra que lo diga, en el acto de la creación artística. Y que, para su aplicación, tiene que ser discutido y consensado con representantes de las organizaciones de creadores que existes en este país en todas las provincias.

La campaña contraria a este Decreto para la Protección de la Cultura, la campaña del enemigo, ha llegado al delirio de dictar indicaciones desde el exterior, y a escribir en varios diarios del continente, lo mismo en Puerto Rico que en un editorial de The New York Times, que estamos prohibiendo el reguetón, cuando nuestras emisoras de radio y TV lo difunden, y hay conciertos de lo mismo cada fin de semana en varios puntos de la Isla, y en casi todos los cabarets y centros nocturnos.

Pero hay gente que sí se cree a pie juntillas lo que dicen de afuera. El colmo fue cuando supe, por amigos comunes, que un dramaturgo puertorriqueño quería saber si era verdad que un pintor tiene que declarar ante un agente estatal cada una de las obras que pinta. Y llevarlo en un registro. Mi respuesta fue que si alguna vez a alguien se le ocurriera semejante disparate, no alcanzarían las toneladas de papel para abarcar toda la creación de quienes se han graduado en las escuelas de arte, o de quienes de manera autodidacta hoy crean, como parte del efecto que tuvo en este país poner el Arte y la Cultura al alcance de todos sus ciudadanos.

Así que mucho de manipulación enemiga ha existido y habrá contra este Decreto que protege la cultura en el espacio público, que aun no se aplica porque se precisa en el Ministerio de Cultura la relación con los colectivos de creadores, sean audiovisuales o artesanos artistas, sean músicos o artistas plásticos. Y hay evidencia de todo tipo, que este repunte de emprenderla otra vez contra esos debates, y contra el decreto mismo, pretende volver a tensar la atmósfera de la relación con los artistas y escritores, cuando falta apenas un mes para que suceda la XIII Bienal de La Habana. Para que haya show, y se enrarezca el ambiente cultural, y se espanten los que vienen a ver, valorar y comprar arte contemporáneo. El asunto es que no podamos disfrutar el mes de la Bienal, que traerá a nuestras calles a cientos de artistas de los cinco continentes.

Para eso sí tienen tiempo y dinero, mucho dinero sucio para pagar a quienes se presten a montar el show de la disidencia. Y el día menos pensado, habrá que publicar cómo les mandan sus giros e instrucciones a estos mediocres, y diferenciarlos del creador honesto y sincero, incluso del amigo, que expresa un criterio divergente y lo argumenta.   

Entre las muchas opiniones que recibí, había una en particular que arremetía contra mi supuesta superficialidad a la hora de plantear que esta normativa era también para lograr el respeto en el espacio púbico contra el ruido, contra la imposición de otros, que ahora portan bocinas ambulantes para difundir la peor música. Decían que era un ejemplo superficial y reduccionista, hasta anecdótico: que era muy simplista lo sucedido el año pasado en la Feria Internacional del Libro, cuando la entrada de adolescentes y jóvenes con esas bocinas entorpecían incluso la lectura de los invitados en las salas de presentación. Este año, el comité organizador de este evento tomó medidas claras y precisas, y estos ejemplos desafortunados no se repitieron, porque para que haya disciplina social no solo es necesario decretos, sino acción ciudadana para hacer valer el derecho de todos.

Lo digo a propósito de lo que me sucedió en los jardines de Coppelia hace dos semanas: No habíamos inaugurado aún la hermosa exposición fotográfica de Gabriel Dávalos, con más de dos decenas de vallas que tienen exquisitas imágenes de los bailarines del Ballet Nacional de Cuba en las calles,  cuando, para que pudiésemos oírnos entre los asistentes, tuve que dirigirme yo a dos personas que esperaban un ómnibus, recostados a la reja de la gigantesca heladería, apostados con una altavoz con ruedas, que ponía trap a toda voz. Le expliqué de manera correcta y educada que en unos minutos el ministro de Cultura se dirigiría a los presentes, y que el volumen de aquella música lo impedía.

Como lo que recibí como respuesta fue soberbia, y bajaron el volumen de la bocina a duras penas, les pregunté si sabían que podían ser multados cuando entre en vigor el Decreto sobre la Protección de la Cultura en los Espacios Públicos, a lo que uno de los dos se molestó mucho, y ripostó que ya esas palabras mías “sobraban”. Y más se irritó cuando le expliqué que la multa futura podía ser de varios cientos de pesos cubanos, porque algo y alguien tienen que ayudar a impedir que la vulgaridad tome las calles, que el irrespeto se entronice, que la calle no sea de los niños y la familia, sino de lo grosero y más chabacano.

Y ya la última mentira es que se prepara un ejército de inspectores culturales, como si en el caso de la Cultura, no existiera un cuerpo de supervisión desde los años 90 del pasado siglo, apenas cuatro por provincias, y que son personas experimentadas y muy cercanas al sector, que solo podrán actuar cuando la denuncia ciudadana permita, siempre en colectivo, verificar que en el espacio público un centro, sea  estatal, no estatal o cooperativo, promueve la obscenidad y la pornografía, o ultraja a sus conciudadanos porque difunde la discriminación de cualquier tipo, u ofende lo que es sagrado para nosotros.

Por cierto, y ya que este Decreto sobre la Protección de la Cultura en los Espacios Públicos parece un aporte del estado cubano, estuve consultando el de España, ahora que entre nosotros hay tantos ciudadanos españoles. Y para mi sorpresa, encontré que en Madrid fueron aun más drásticos en este asunto, porque socios y promotores del Círculo de Bellas Artes acordaron una declaración para, y digo textual, utilizar la palabra,“censura” para calificar la atmósfera alrededor de la creación artística en Madrid.

En tanto, he leído hoy que países tan diversos como Paraguay y Argentina han preparado leyes regulatorias de los Espacios Públicos. Cito: “La Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, capital de Argentina, aprobó una nueva ley de habilitación para los Espacios Culturales Independientes (ECI), como una necesidad básica para el normal funcionamiento de los espacios culturales independientes”

Así que ante la manipulación contraria, infórmese. Es “La necedad de asumir al enemigo”, como decía Silvio. Porque, ojo: hay mucho gato encerrado en este nuevo repunte de la crítica al Decreto sobre la Protección de la Cultura en los Espacios Públicos.¿Será que llega la XIII Bienal de La Habana, y hay gente mercenaria que quiere pescar su paga en río revuelto?

Nosotros somos de los que queremos que siga La Cultura En Buenas Manos.


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