Y usted ¿…es Plan Jaba…?


y-usted-es-plan-jaba

No se ría y no vaya a pensar que estoy tratando de tomarle el pelo. El Plan jaba es parte integrante, fundamental y hasta definitoria de la actitud ante el asunto de las colas de las generaciones que en los finales de los años setenta y el comienzo de los ochenta nos hicimos hombres y mujeres de bien, o mal; según se mire.

Fue materia de derechos sustantivos, un privilegio que no costó sangre, pero sí muchas protestas y discusiones acaloradas en el seno de las familias cubanas; con sus correspondientes divorcios como parte de sus daños colaterales; en las que se comenzaba a materializar “…la igualdad plena de la mujer…” en temas laborales. No fue necesario convocar a un referendo o desplegar grandes campañas en los medios de comunicación de la época; que por cierto se remitían a la radio, la tv y las pancartas que se situaban en los murales que existían en los centros laborales y estudiantiles.

En esos años detenerse a leer la información expuesta en los murales equivaldría a dedicar tiempo a las redes sociales. “Radio Bemba” fue la primera versión de Facebook en esta isla y me atrevo a decir que aún se mantiene en activo; y lo más importante: no requiere ser “recargada” por terceros y su peso en el presupuesto familiar es nulo. 

En fin, que un buen día se materializó el privilegio, así llegaron a pensar algunos, merecido por las mujeres trabajadoras: ser una clase distinta en el asunto cola a la hora de comprar en las bodegas y mercados. Y un nuevo elemento entró en la dinámica comercial cotidiana cubana: el sello que avalaba a esa libreta, a ese núcleo como beneficiario del Plan Jaba. Desde ese momento para muchos de nosotros –los hijos de las madres trabajadoras—la vida se hizo más llevadera en el momento de hacer los mandados. Eso sí, había que soportar la envidia manifiesta de aquellas señoras y señores que no trabajaban, o que se habían jubilado, y desmerecían tal dicha.

“El sellito de Plan Jaba” no era nada del otro mundo en materia de diseño y elementos gráficos: un cuadrado de cartulina brístol, que no cromada, impreso en una de sus caras en tinta negra. Eso sí, la cartulina podía ser verde, rosada o amarilla; y es que en los años setenta la industria gráfica cubana rebosaba el orgullo propio de los gremios. Como identificación solo poseía el número de la libreta y el de la bodega en la que estaba registrado. En un principio se presilló en uno de los bordes de la cartilla, pro al año siguiente ya estaba incorporado el espacio de diseño del mismo en la portada, aunque del presillado no se libraron las mujeres trabajadoras.

Daba cierto orgullo llegar a las colas, en mi caso del supermercado de 17 y K, y mirar desde la distancia la aglomeración de personas para comprar digamos que las papas, atravesarla y en su punto inicial preguntar a la persona que está ante uno: “… y es usted plan jaba…”; y ante su negativa entregar la libreta, la jaba y ser servido en un santiamén. 

Así sí valía la pena hacer los mandados, no había motivos para protestar. La interrupción del tiempo de juegos era mínima y se cumplía con el Código de familia –el que caducó y que nos enseñó a muchos a ser mejores hombres y seres sociales—a los ojos del vecindario.

Pero la alegría del privilegio duró menos que un merengue en la puerta de un colegio. De la noche a la mañana la cola “del plan jaba” era la más larga en todos los establecimientos de la zona en que vivía, e imagino que en gran parte de la ciudad. Los del “plan normal” ahora eran una minoría aceptable en el entorno de las compras.

La razón de este cambio de dinámica era muy sencilla: en los años setenta y subsiguientes, más del sesenta por ciento de las mujeres estaba incorporada a un centro laboral; pero también la FMC –patrocinadora e impulsora del asunto Plan Jaba— había extendido este beneficio a las madres que tuvieran hijos con alguna discapacidad o mujeres solas que no trabajaran pero que estuvieran estudiando; y no faltó el elemento de la picardía cubiche en eso de tener un sellito de color amarillo, rosado o azul. Para estar con los tiempos.

Aún así mantenía sus ventajas, sobre todo a la rapidez del despacho: tres planes jaba por cada uno normal. Digo, si había equidad en las colas.

Aquel sueño, de pasar por encima de muchos en las colas se fue desvaneciendo con los años. En muchos lugares se le considera hoy algo obsoleto. Incluso las beneficiarias, las mujeres trabajadoras de estos tiempos –fueron las niñas que crecieron haciendo esa cola y disfrutando tal conquista—reniegan de él y se ofenden cuando en medio de la aglomeración llega uno como yo, aferrado al pasado y sabedor de que hay logros que se defienden con las uñas y grita en medio de la cola del pollo en la carnicería: Quién es el último del plan jaba…

La callada por respuesta me devuelve la sonrisa y me permite seguir escribiendo estas notas.


0 comentarios

Deje un comentario



v5.1 ©2019
Desarrollado por Cubarte