Los desafíos del sector turístico ante los enigmas de una nueva época


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"A modo de adelanto del próximo número 102-103 de la revista Temas, Catalejo publica este artículo dedicado a los desafíos que plantea la pandemia global de la COVID-19 al turismo en Cuba".

A modo de adelanto del próximo número 102-103 de la revista Temas, Catalejo publica este artículo dedicado a los desafíos que plantea la pandemia global de la COVID-19 al turismo en Cuba.

José Luis Perelló Cabrera: *Investigador. Cátedra de Estudios del Caribe «Norman Girvan», Universidad de La Habana.

 

La sorprendente expansión del turismo a partir de la segunda mitad del siglo xx por todo el planeta llevó a que muchos países hayan inaugurado, reforzado y ajustado sus políticas de desarrollo de acuerdo con los cambios de la economía y las pautas del mercado turístico a fin de poder aprovechar esta oleada. La realidad se ha encargado de demostrar que el turismo, por sí solo, no desarrolla a ningún país.

Bajo aquellos escenarios, se ha promovido la industria como estrategia principal para lograr y consolidar el desarrollo de muchas naciones, en el entendido de que es una importante fuente de riqueza y una actividad que dinamiza las economías regionales y locales. Si bien existen notables evidencias que fundamentan este argumento, también es cierto que es bastante común que se oculten, ignoren u omitan los grandes costos del desarrollo turístico, en aras de objetivos que se creen prioritarios como el ingreso de divisas y el crecimiento económico. En tal sentido, la gestión y promoción del turismo comúnmente se ha caracterizado por una perspectiva reduccionista, que solo lo ve desde un ángulo económico y no como una industria compleja y fragmentaria que se inserta en las condiciones sociales, ambientales, culturales y económicas de un contexto.

También existen suficientes evidencias sobre los efectos no deseados y no controlados del turismo y el mercado, principalmente relacionados con la pobreza, la marginalidad, los daños ambientales, la pérdida del patrimonio, la decadencia de sistemas sanitarios y productivos; cuando el gran objetivo ha sido multiplicar el número de turistas internacionales, las grandes inversiones y los valores del mercado sobre todas las demás cosas.

Muchos proyectos turísticos basados en modelos de desarrollo sustentable o turismo ecológico han repetido esquemas de crecimiento acelerado y generan los mismos problemas ambientales, lo que da pie a la sospecha de que tales modelos no han mostrado cambios sustanciales en beneficio de las sociedades locales y su entorno, sino que se basan en la retórica del discurso hegemónico de las grandes transnacionales (Perelló, 2020a).

El actual escenario mundial refleja el declive acelerado del modelo capitalista neoliberal y hace recordar la crisis del siglo xiv que marcó la transición del feudalismo al capitalismo, caracterizada por un cambio climático, la aparición de la epidemia de la peste negra que cobró treinta y cuatro millones de víctimas, los desequilibrios económicos y las grandes convulsiones sociales, políticas e ideológicas (2020c).

«La historia nunca se despide. La historia dice: nos vemos más tarde», sentenció el escritor uruguayo Eduardo Galeano.

En estos nuevos tiempos de cambio de época, se ha demostrado que es ingenuo pensar que los grandes desafíos podrán enfrentarse con simples alusiones al desarrollo sustentable. Todo momento transicional provoca enormes problemas, incertidumbres, dudas; aparecen dificultades para entender los cambios de valores, de referencias; y la necesidad de asumir nuevos paradigmas. El futuro será el resultado de la simiente que estemos plantando hoy, y tenemos que preguntarnos qué semilla estamos sembrando, y qué cosecha esperamos, qué calidad de humanidad y de mundo. Si se impone el tradicional modelo hegemónico del mercado como paradigma y no mejora el entendimiento y la cooperación en las relaciones internacionales, no habrá un futuro positivo para la mayoría de los pueblos.

El turismo ante una nueva realidad

Desde el inicio de 2020, el sector de los viajes y el turismo ha atravesado por acontecimientos negativos sin precedentes en los últimos cien años, superando con creces la recesión económica de los años 30, la Segunda Guerra Mundial, las secuelas de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, la pandemia de SARS en 2003, la de H1N1 y la crisis económica global de 2009 (OMT, 2020b). La provocada por la actual pandemia supone enfrentar una recuperación muy larga. Los consumidores de viajes y turismo necesitarán mucho tiempo antes de reanudar sus hábitos bajo novedosas condiciones, que aún son inciertas. En tal sentido, muchas aerolíneas consideran que la demanda de viajes tardará hasta 2025 y 2026 en recuperar los niveles de 2019 (IATA, 2020).

Los cambios para enfrentar esta nueva realidad serán históricos en tamaño, velocidad y alcance. Las transformaciones no serán solo de un tipo particular de tecnologías emergentes, sino de transición hacia nuevos sistemas y procesos montados sobre la base de las infraestructuras digitales; la introducción de tecnología sin contacto en los procesos de viaje, y medidas de prevención y detección de contagios. Estas transformaciones alterarán de manera acelerada y duradera el modo de cómo viajamos, nos comunicamos, producimos, consumimos e interactuamos.

La actual pandemia representa un antes y un después, pues la crisis es excepcional y deja muy variadas interrogantes en un escenario poco alentador: ¿Cómo afectará a la supervivencia de las empresas y al empleo? ¿Cuánto tardará en recuperarse la economía? ¿Qué será necesario para reactivar la demanda turística? ¿De qué modo esta pandemia modificará los comportamientos de viaje? ¿Qué secuelas está dejando en las relaciones empresariales? ¿El mundo será el mismo?

Se estima que la recuperación de los viajes y el turismo será escalonada: primero los domésticos, luego los regionales y finalmente los internacionales de media y larga distancia, pues se necesitará bastante tiempo para rescatar la confianza del consumidor.

El Banco Mundial (2020), en su informe Global Economic Prospects, dio a conocer las previsiones económicas en los próximos meses. Según estos pronósticos, la economía mundial se reducirá en 5,2%, lo que implicaría enfrentar la recesión más profunda desde la Segunda Guerra Mundial. En América Latina y el Caribe se espera que el producto interno bruto (PIB) regional disminuya 7,2%, más que el promedio mundial. Para Cuba, ya se anunció un decrecimiento de 11% (VV. AA, 2020).

Con respecto a los viajes y al turismo, el transporte aéreo ha sido el principal motor impulsor en el crecimiento constante del sector a nivel mundial. Pero en el actual escenario la demora en su resarcimiento podría convertirse en un factor muy negativo para reactivar el turismo internacional. La irrupción de la pandemia ha indicado que el avión ha sido el factor clave en la propagación del contagio en todo el mundo. Las líneas aéreas y los grandes aeropuertos, con enormes flujos de pasajeros, crearon caminos preferentes para la enfermedad y se convirtieron en dinámicos núcleos de contagio debido a la concentración de personas y a los dilatados tiempos de espera. Los países que cuentan con importantes terminales aéreas, nodos de las interconexiones globales, devinieron epicentros de la trasmisión global de la pandemia (Perelló, 2020a).

Para los viajeros se dictan acciones obligatorias como el distanciamiento social, el uso de mascarillas sanitarias, la introducción de tecnología sin contacto en los procesos de viaje, pruebas termométricas antes y después del vuelo, así como el buen funcionamiento de los filtros de aire en los aviones (High Efficiency Particulate Air —HEPA) y nuevas tecnologías que están desarrollándose por la industria aeronáutica contribuirán a recuperar el clima de confianza.

La International Air Transport Association (IATA) estima que hasta el año 2024 no se recuperará el nivel de tráfico aéreo de 2019. En 2021, podría estar entre 32% y 41% por debajo de lo que se habría esperado antes de la aparición de la pandemia. Existe una pérdida de volumen de pasajeros que se mantendrá en el futuro; se estima que el nivel de tráfico en 2025 sea de 10% inferior a las proyecciones anteriores a la COVID-19 (OMT, 2020b).

Al mismo tiempo, el Comité Mundial de Crisis del Turismo, de la Organización Mundial del Turismo (OMT —UNWTO, por sus siglas en inglés), en su sexta reunión efectuada en octubre, anunció planes para un nuevo Código Internacional para la Protección de Turistas. Se espera que sea el primer marco legal para proteger sus derechos como consumidores, con una armonización de los estándares mínimos en los diferentes países. La OMT (2020a) plantea que para poder lograr la inmunización se necesita vacunar a 70% de la población mundial, lo que equivale a más de cinco mil quinientos millones de personas y eso demanda un enorme esfuerzo de la industria farmacéutica y la cadena logística de los países; lo que toma un tiempo de efectividad y garantía (WTTC, 2020a). Las encuestas realizadas por diferentes organizaciones del sector reflejan que más de la mitad de los viajeros de todo el mundo (53%) no se sentirían estimulados con la idea de viajar; así que podría pasar bastante tiempo hasta que nos movamos con la misma confianza que antes.

Recientemente, un estudio elaborado por World Travel & Tourism Council (WTTC, 2020b) revela que 80% de los viajeros encuestados temen a las cuarentenas de viaje o a la posibilidad de contraer el virus durante su visita, 45% se declara listo para portar un pasaporte digital, y 58% da una elevada prioridad al turismo respetuoso, seguro y cuidadoso con el medioambiente.

Las nuevas amenazas también están relacionadas con las disrupciones que afectarán al mercado de trabajo, el futuro de las fuentes de empleo, la desigualdad de los ingresos, la seguridad geopolítica y la percepción de riesgo, e incluso el sistema de valores sociales y el marco ético.

Con respecto al empleo, los datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en el sector de alojamiento y servicios de alimentación demuestran que el turismo ha sido un sector básico en la creación de empleos en la última década, en especial con posterioridad a la crisis económica de 2010. Mientras el empleo mundial en todos los sectores creció una media de 11% entre 2010 y 2018, en el sector de alojamiento se incrementó 35%. En este sentido, se destaca el papel del sector en Europa, donde un crecimiento medio anual de 21% contrasta con un aumento de 6% en empleo en todos los demás sectores. Es igualmente una fuente importante para mujeres, que representan, a nivel mundial, 53% de los empleados de alojamiento y hostelería, contra 39% en los demás sectores (OMT, 2020a).

El turismo en el Caribe insular

Los países del Caribe, en su conjunto, han registrado un bajo crecimiento económico en la última década, con un aumento promedio anual del PIB de 1,4%.

La ralentización del crecimiento se explica por la disminución de la demanda externa e interna y el deterioro de los términos de intercambio que generó la crisis económica global de 2009, la desaceleración del turismo y el impacto de fenómenos naturales extremos, ocurridos en los últimos años (Maingot, 2019).

A este escenario se agrega, desde el inicio de 2020, la pandemia de la COVID-19, de inéditas consecuencias mundiales.

En principio se estimó una disminución del turismo entre 60% y 70%, entre abril y diciembre, y la pérdida de más de un millón de puestos de trabajo debido a la pandemia. Según datos estimados de la OMT, en América Latina y el Caribe se han perdido 4,7 millones de empleos relacionados con el turismo, de más de cien millones en el mundo. Al finalizar 2020, la OIT confirmó que se perdieron millones de empleos y en esta cifra no se incluyen muchas labores informales vinculadas con las actividades turísticas.

Durante décadas, con pocas excepciones, las pequeñas economías caribeñas se han basado en sus ventajas naturales de sol, arena, mar, las poblaciones de acogida y, más que todo, en su relativa proximidad y conectividad con los principales mercados de viajes y turismo: Europa, los Estados Unidos y Canadá, que han mostrado, en general, las mayores tasas de contagios y fallecimientos por la COVID-19 y que estarán sujetos a factores pospandemia que determinarán el largo camino hacia la recuperación turística, en el escenario de una nueva realidad.

La subregión caribeña es la más dependiente del turismo a nivel mundial, y es esta actividad la que más contribuye a su crecimiento económico y a la generación de empleo (Tabla 1).

Al mismo tiempo, la dependencia alimentaria por importaciones es una realidad continua y permanente, mientras las bases económicas están, en buena parte, en un turismo que no garantiza un desarrollo balanceado predecible. Por ejemplo, países insulares que no tienen producción alguna de trigo, consumen el más alto nivel relativo de harina en el hemisferio; la mitad en la de trigo para el pan tipo americano y otros productos que exige el sector turístico. Además, la dependencia tiende a ser mayor para aquellos productos menos saludables, que demanda el turismo masivo, especialmente el estadounidense y el canadiense.

Las pequeñas economías de mayor dependencia del turismo presentan un bajo desempeño a partir de la crisis financiera internacional, las perspectivas de riesgo y las afectaciones provocadas por el impacto de desastres naturales. En el mediano y largo plazos, los límites físicos del espacio podrían estar imponiendo nuevas restricciones al desarrollo del turismo en algunos pequeños Estados insulares del Caribe, en la medida en que la explotación turística y los umbrales de las capacidades de carga se acercan al nivel potencial máximo.

Por otra parte, el cambio climático perturba el medio ambiente y los ecosistemas naturales, favoreciendo las condiciones ideales para la aparición y propagación de epidemias, especialmente las trasmitidas por virus, vectores e individuos (Perelló, 2020b). Hay que tener en cuenta que el medio ambiente es el conjunto de componentes físicos, químicos, biológicos, sociales, económicos y culturales capaces de causar efectos directos e indirectos, no solo en el espacio en el que se desarrolla la vida, sino también a los seres vivos, objetos, agua, suelo, aire, y las relaciones entre ellos, así como elementos tan intangibles como la cultura.

Antes de la llegada de la pandemia, la subregión ya se encontraba en un bajo nivel de crecimiento y un proceso de cuestionamiento de los modelos económicos y sociales aplicados, debido a que, pese a una ligera disminución de los índices de pobreza, permanecían altos respecto a la desigualdad y vulnerabilidad social.

En este contexto, la pandemia de la COVID-19 irrumpe en una región debilitada y un elevado endeudamiento externo, lo que tiene implicaciones profundas en su futuro desarrollo económico y social.

Al mismo tiempo, la crisis sanitaria provocada por la enfermedad modificará la prioridad del sector de la salud en el ámbito de las políticas públicas e impulsará en gran medida y de forma permanente el gasto en él. Se estima que los eventos disruptivos, climáticos y epidémicos podrían hacerse más frecuentes (Perelló, 2020b).

El actual escenario indica que la recuperación del turismo internacional (poscovid), para el Caribe en su conjunto, dependerá de cinco factores esenciales:

• la intensidad de la crisis económica y el desempleo en los principales países emisores;

• la reactivación del comercio internacional y de las cadenas de suministros, necesarios para garantizar la oferta a los turistas;

• la recuperación del clima de confianza del consumidor ante una realidad fragmentada y el miedo generado por la pandemia para viajar a destinos de media y larga distancia;

• el resarcimiento del sector aeronáutico, las líneas aéreas y los nodos de interconexión global, que seguirán siendo los motores principales del crecimiento turístico caribeño; y • la adaptación al cambio climático y la mitigación de los daños medioambientales y los desastres meteorológicos.

Un difícil escenario turístico en Cuba

La mayor de las Antillas reconoce al turismo internacional como un sector estratégico para el crecimiento económico y motor impulsor de otros sectores. No obstante, su índice de dependencia turística es mucho menor (12,6) en relación con el resto del Caribe insular, por contar con un territorio más extenso y con mayor diversificación productiva y de servicios exportables.

Los arribos turísticos, que habían mostrado discretos crecimientos en los últimos años, disminuyeron en 9,3% en 2019 en relación con el año anterior.

La implantación, en los Estados Unidos de nuevas restricciones de viajes, la prohibición de que las líneas aéreas tocaran aeropuertos cubanos con excepción del habanero y la suspensión de los cruceros hicieron retroceder todos los discretos avances alcanzados.

Transcurridas las primeras diez semanas de 2020, el país acumulaba en plena temporada alta 894 125 visitantes extranjeros, lo que representó un decrecimiento de -33,2%, mientras que la subregión caribeña decreció -26,1% en ese período (Ministerio de Turismo, 2019-2020). Los vuelos se suspendieron a partir de abril con el cierre de aeropuertos y puertos marítimos, por causa de la pandemia. El sector cubano del turismo se enfrentaba a una crisis desconocida, tanto en profundidad como en alcance. Hasta este instante, su infraestructura turística del país contaba con 75 771 habitaciones, distribuidas en 394 hoteles que empleaban a 67 390 trabajadores. A esto se adicionaban 23 240 habitaciones en el sector no estatal y más de mil restaurantes («paladares») que representaban más de 50 000 personas vinculadas a las actividades del turismo internacional.

La paulatina apertura de los polos turísticos y las instalaciones hoteleras, primeramente, al turismo nacional y luego, en la temporada alta del internacional, cuenta con una renovación profunda de los hoteles, dirigida a la seguridad integral y de salud de los vacacionistas, según nuevas regulaciones y protocolos establecidos. Ante las nuevas exigencias, contarán con instalaciones dedicadas a consultorios médicos atendidos por profesionales del sistema de salud cubano, con presencia médica permanente al servicio de los turistas, lo que incluirá la aplicación de pruebas PCR en tiempo real y demás productos de la industria biofarmacéutica cubana dirigidos al tratamiento del coronavirus y otros padecimientos; lo que convertirá a Cuba en un destino turístico de salud, seguridad y hospitalidad sobre la base del respeto al medioambiente y al cuidado de los ecosistemas.

Al concluir el año 2020, el acumulado en el indicador «llegada de turistas internacionales» reportó 1 085 000 foráneos, 25,4% inferior en relación con el año anterior, que ya había decrecido 9,3%. El impacto ocurrido por la actual pandemia, intensificado por un exacerbado recrudecimiento de la política de laadministración de Donald Trump contra Cuba, hizo retroceder al país a un desempeño turístico similar al de 1996, cuando logró alcanzar el primer millón de visitantes internacionales (Sierra, 2020).

Ante la realidad de una nueva época, hay que aceptar que muchas de las concepciones que han servido como paradigmas durante todos estos años, han entrado en cuestionamientos que obligan a replantearse los nuevos tiempos, para poder enfrentar los grandes retos presentes y futuros. Los cambios no ocurren con el paso del tiempo, sino más bien a la par de su paso.

Comentarios finales

En un horizonte pospandemia en un medio plazo, Cuba debe restablecer, bajo nuevas estructuras, la promoción y comercialización, con los mercados tradicionales, el turismo de sol y playa desde Canadá y Europa, en sinergia con el de salud, seguridad y bienestar. Al mismo tiempo, impulsar las visitas de cubanos residentes en el exterior, lo que representará el principal segmento del mercado turístico.

En todos los casos, es importante lograr una marcada diferenciación de los productos turísticos con la elevación de los parámetros de calidad; al tiempo de lograr los encadenamientos productivos, con economía de escala desde lo local, y priorizando la sustitución de importaciones.

Como tarea principal, ha tomado auge un nuevo sector productivo, que vincula tradición, contemporaneidad e ingenio: la economía creativa, que comprende a las industrias culturales y creativas, con un alto y positivo impacto en el crecimiento económico, el desarrollo inclusivo y la innovación que deberán estar caracterizados por un aumento de la productividad, una importante fuente de empleo para los jóvenes, y siendo la creatividad uno de los principales impulsores de la creatividad en una sociedad socialista sustentable.

El turismo, como actividad social, compromete la promoción en la creación de espacios públicos seguros, saludables, integradores, accesibles, naturales y de calidad, que fomenten el desarrollo social y económico de los territorios, con el fin de aprovechar de manera sostenible su potencial para generar mayores valores sociales y económicos; entre otros, el valor de la propiedad, el uso del suelo y la preservación de los recursos, articulando la gestión turística del destino con la inversión extranjera, los proyectos nacionales, la iniciativa local y el sector privado, así como las nuevas oportunidades de generar medios de subsistencia para todos en el marco del reordenamiento económico.

Para un período de recuperación del sector, en el corto y mediano plazos se presenta la oportunidad de retomar estrategias de desarrollo en el marco de las nuevas realidades, ante un posible escenario con menos restricciones bajo la nueva administración demócrata

en los Estados Unidos, que pudiera flexibilizar las relaciones y los viajes a Cuba, lo que incluiría el turismo de cruceros y el restablecimiento de las licencias a los ciudadanos estadounidenses para visitar el país y los viajes people-to-people.

Sin lugar a dudas, en los próximos años, el mundo asumirá nuevas formas de vivir, de viajar, de comportarse y de relacionarse con los demás, incluyendo la preservación y el respeto por los ecosistemas. Las lecciones aprendidas en estos tiempos de profunda crisis social, política, ambiental y económica deben servir de alerta para enfrentar, con menos errores, una nueva época.

 

Referencias

Banco Mundial (2020) Global Economic Prospects. Informe, enero.

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Maingot, A. P. (2019) «Retos compartidos a la integración y el desarrollo. Un análisis de largo alcance». Études caribéennes,

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