Bola de Nieve "entrevisto"


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"Ignacio Villa y Bola de Nieve son una sola persona. Vivo para mi trabajo, no de él". Foto Internet

Bola de Nieve y Nicolás Guillén en la UNEAC. Foto de archivo.

Bola de Nieve y Nicolás Guillén en la UNEAC. Foto de archivo.

 

Conversé con Bola de Nieve en su apartamento de la Avenida 26, frente al Parque Zoológico. Fue en diciembre de 1970. Murió en México, en octubre del año siguiente.

“Él es Bola y su piano. Bola y sus canciones, suyas –de cualquier autor—

las cuales dice a media voz, casi recitadas,

dejándolas escapar en el aire de la sala absorta”.

Nicolás Guillén

Usted y la música

La música y yo somos uno. Es lo único que me gusta. El único gran placer que experimento es hacer o sentir música. En mi vida me he detenido a pensar en otra cosa. Cuando la gente no habla de música, ¿de qué habla?

Usted y el espectáculo

El cine.

Solo accidentalmente he hecho cine y me hubiera gustado haberlo hecho en serio puesto que opino que el cine no es un arte de impresión sino de expresión. Es donde se llevan las cosas por las cosas mismas, donde no es tan necesario el movimiento como el sentimiento. Solo con sensibilidad es posible hacer cine, no con maromas ni muecas.

La TV.

Es cine al minuto donde el artista que interviene no tiene quien técnicamente lo cuide, ya sea de luz, ángulo facial, cómo se debe mover… En la TV es más importante la visión que el audio. Por eso creo que es para gente bonita, joven y despreocupada pues a la vez que el artista sale al aire ya no tiene  arreglo. No la prefiero, no me gusta.

El cabaret.

Es la magia que puede tener el artista sobre el público, o sea, la personalidad que ejerce sobre la pista en la que trabaja. En el cabaret, el artista, por lo general, está rodeado de mesas y aunque esté de frente o de espaldas a una parte del público, puede conseguir la atención de todos los presentes.

No debe olvidarse que el público de cabaret va a divertirse y a beber. Y creo que el artista no debe ser de los que bebe mientras trabaja. Beber, en el caso de trabajar en el cabaret, es alternar y aquí, como es natural, alternar es descender.

El teatro.

El escenario es un salón de cuatro paredes en que a una le tocó llamarse público. Es en el escenario donde despliega uno toda su verdad. Es lo más agradable pues casi siempre el público responde en forma positiva a nuestro trabajo. Allí vamos a fingir y a conseguir la naturalidad hasta que sea ella misma.

Usted y sus escritores y compositores de cabecera

Yo no tengo aparatos ni discos, ni tocadiscos, ni televisor, ni reloj, ni almanaque, ni pijama, pero tengo un piano que es todo para mí, donde estudio de tres a cuatro horas diarias y me da mucho gusto.

Referente a los libros, solo uno sobre el que siempre vuelvo, La celestina. Un libro muy gracioso que, además de tener impresas casi todas las malas palabras que se han creado, puede leerse sin necesidad de consultar el diccionario, pese a los años que tiene de escrito. Me entretiene mucho y, como yo amo el idioma, me excita el encanto que tiene la lengua castellana, aunque en Cuba hablemos el cubano.

“Bola de Nieve se casó con la música y

vive con ella en esa intimidad,

lleno de pianos y cascabeles,

tirándose por la cabeza los teclados del cielo”.

Pablo Neruda

Usted y sus canciones

Escojo por placer las canciones que interpreto. Cuando me gusta una canción la estudio hasta averiguar todos los rincones que pueda tener en su letra y en su música. Muy de tarde en tarde lanzo una canción, y cuando lo hago ya es mía para siempre.

Cuando la canción que yo canto con esta voz de manguero me gusta más en otra voz, la saco de mi repertorio, que no es tan amplio. Tengo esa pretensión, un poquito petulante.

Siempre he dicho que yo no canto, sino que expreso lo que las canciones, pregones o poemas musicalizados tienen dentro. Cultivo la expresión más que la impresión. No me interesa impresionar. Lo que me interesa es tocar la sensibilidad del que escucha. Por eso creo que mi forma de trabajo puede gustar a un cuarenta del cien.

Usted y la crítica

La crítica como tal siempre es constructiva. A veces el crítico dice cosas que uno no había advertido nunca y en la descripción que hace del trabajo del artista se encuentra a veces como un reflector, una luz que abre un camino en el que no habíamos reparado. Hace ver más allá en lo que uno está haciendo.

Usted y otros creadores

Emilio Grenet: fue el que lanzó a la calle los Motivos de son, de Nicolás Guillén, musicalizados maravillosamente. Me parece muy bueno.

Eliseo Grenet: tiene toda la picardía cubana.

Moisés Simons: muy cómodo para la interpretación a mi manera y muy cubano en su forma.

Armando Oréfiche: muy gracioso, un poco europeizado.

Carlos Guastavino: gran músico y muy serio. Me produce gran placer hacer su música.

María Grever: es una gran sensibilidad y una forma incomparable de decir las letras para sus canciones. En ellas encontramos, a veces, ese remanso de romanticismo incluso cursi, pero siempre con el toque de su elegancia, de su sensibilidad exquisita.

Dorival Caymmi: un gran poeta y un gran compositor de su cuerda brasileña.

“Bola de Nieve nos pone a todos de acuerdo, evidentemente.

Pero ha tenido, por encima de eso,

el talento necesario para ponerse de acuerdo

con todos los públicos del mundo…”

Alejo Carpentier

Usted y el público

La emoción más grande de mi vida me la produjo el público que asistió al Carnegie Hall, el 21 de noviembre de 1948: me tributó una ovación cerrada sin haber tocado y me hizo salir nueve veces a escena después de haberlo hecho.

Siempre me siento bien con el público. No creo que exista un público malo; hay solo artistas que no lo convencen.

Usted y la canción popular cubana actual

¿Hay alguna cosa que pueda compararse a Flor de Yumurí, de Jorge Anckermann, a Siboney, de Lecuona, a La bella cubana, de José White?

Ningún músico actual logra dar lo cubano en sus canciones. De ahí el estancamiento de mi repertorio cubano. No hay actualmente nada que sepa a Cuba. Poetas los hay, pero músicos no veo por ningún lado. Nadie tiene valor para ponerle música a un poema de Guillén, de Retamar, de Pita Rodríguez, de otro poeta. Yo tampoco puedo hacerlo pues no me considero compositor.

Me preocupa mucho que hoy no se haga música cubana, y que todos nuestros compositores crean que son poetas. Obligatoriamente tengo que reforzar mis programas con canciones que no son cubanas.

Las cosas negras cubanas, para las cuales se ha creado el término acomodaticio de afrocubano, no son tales. A lo cubano, que nace con personalidad propia, debemos llamarle mulato puesto que esta Isla está hecha por negros y blancos. Esa es la belleza que tiene nuestro país: la mitad de la sangre de cada esquina.

Lo que interesaría más para escuchar fuera de Cuba serían  canciones que no fueran solo ritmo (que toda la América lo tiene, por algo es un continente nuevo y lo seguirá siendo eternamente) sino poesía dentro de ese ritmo. Máxime hoy que políticamente lideramos en el mundo, buena falta nos haría movernos más literariamente dentro de la música. Parece que los compositores no tienen idea de que eso hace falta.

De los jóvenes que componen hoy, me gustaría resaltar los nombres de Pablo Milanés y Silvio Rodríguez. Silvio es un poeta, un compositor capaz de hacer poesía con las cosas menos poéticas, sin olvido de la época en la que está viviendo. Hablo de esto para significar su construcción musical, el andamiaje que usa.

¿Definirme? Me ha dado por creer que soy un neoclásico de la canción popular.

Usted y usted

Ignacio Villa y Bola de Nieve son una sola persona. Vivo para mi trabajo, no de él. Estoy decidido a estudiar mis cosas pues cada día se halla algo nuevo en el estudio de la canción que un interpreta.


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