Cuando la escena se trastoca con la realidad


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Abelardo Estorino. Foto: Yander Zamora.

Laura: ¿todavía te gusta el café amargo?
Esteban: Con poca azúcar.
Laura: ... Para ti el café amargo, la almohada bajita, las galletas quemadas.
Esteban: ¡Qué buena memoria!
Laura: ah, ¡y la leche ahumada! No se me olvidan las cosas de cuando éramos muchachos.

 

Fragmento de La Casa Vieja de Abelardo Estorino

 

 

Cincuenta y seis años han pasado luego de que Abelardo Estorino hubiese escrito uno de los títulos fundamentales del teatro cubano La Casa Vieja. Con una temática que a la luz de la distancia aún es esencialmente contemporánea, por su cubanía y teatralidad, el dramaturgo llevó a describir personajes de la sociedad de la década de los años 60 y profundizó en conflictos personales nucleados en la familia.

Al enterarse de la muerte de su padre, Esteban, joven arquitecto de treinta y cinco años, que se enfrentó a su familia, pero también vivió con la angustia de ser cojo, viaja de La Habana a Unión de Reyes donde está el hogar en el que nació y creció, y donde viven otros miembros de su familia. Esta visita desata innumerables problemas, secretos, frustraciones y sueños, además que sirve para revivir las viejas rencillas entre hermanos y manifestar diferentes puntos de vista sobre diferentes prejuicios, incluso de las limitaciones que se le impusieron por presentar una discapacidad física.

En tres actos la obra teatral dramática expone la relación con el espacio y el tiempo, en tanto la acción se desarrolla en un pueblo provinciano a mediados de la década del 1960.

Entre los personajes se disputan actitudes y acciones que al interior de la familia generan debates, de los cuales se desprende la nostalgia de la persona ausente. En aquel hogar de madera, de aspecto limpio, aunque con algunas restauraciones dado el paso del tiempo, pero que mantiene casi en su totalidad su esencia, se encuentra el padre enfermo que no pudo dar el último adiós a su hijo amado y recordado, a pesar de no haber estado de acuerdo con la partida de este, de su “Casa Vieja”. Y así, Estorino encontró la forma de tratar de modo singular la disgregación y desestabilización de las familias, el juego de roles de sus integrantes, la moralidad, creencias políticas, las carencias o estancamiento económico y otros temas que coloca bajo esa concentración de conflictos y relaciones; y las lleva a la escena para destacar que la remembranza es el único suceso que prevalece y lo usa como instrumento de opinión y formación de la conciencia individual y colectiva de manera profunda y diáfana.

La Casa Vieja registra minuciosamente el presente con el pretexto del pasado, por eso vuelve una y otra vez sobre nuestra realidad.

La pieza que estrenara Teatro Estudio y recibiera mención en el Premio Casa de Las Américas, se puso ante la conciencia de muchos cuando fue llevada al gran celuloide con algunas modificaciones en el 2010 por el realizador Lester Hamlet. Esta es una ocasión para leerla en línea o descargarla si lo prefiere, y nutrirnos de esta maravillosa obra de la literatura cubana o de lo que es lo mismo, de las bellas letras como necesidad cultural, artística y práctica, donde encontraremos un repertorio de problemáticas y personajes especiales.

Llena de potencialidades expresivas, La Casa Vieja puede resultar una lectura renovada para quien relea el guión de Estorino o para quien por primera vez se enfrente a este a través de las lecturas online —por estos días una opción para quedarse en casa—. El teatro, sus temas y argumentos, no son en modo alguno exclusivos, la literatura suministra una interrelación entre el arte, la expresión, la tradición, la dramaturgia y la actuación, por su vínculo con las raíces de los pueblos, para reflejar su realidad no solo con ánimo de explicarla, sino también para ayudar a transformarla.

 


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