Donde el tiempo se torna “Firmeza”


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Llevando consigo la simbología que ha conformado a lo largo de años de trabajo, Firmeza ofrece un recorrido por las más de tres décadas del quehacer de Marta María Pérez Bravo, artista que expone sus obras en el Museo Nacional de Bellas Artes hasta el mes de junio.

Con una obra que fue creciendo gracias al hálito de la cámara, el bregar por el mundo de las luces, los tonos monocromáticos, la maternidad y demás temas al que se une el contenido narrativo y mitológico; enfoca la riqueza simbólica de la figuración basada en el autorretrato como soporte y mediación para emprender un viaje que incluye experiencias personales, abordando la relación del cuerpo con la espiritualidad, la contemporaneidad y la tradición.

Siendo el performance y su cuerpo, principio y fin de cada idea, Marta trabaja sobre la superficie de la fotografía con la realización de recursos gráficos para enmascarar la figura, utilizando otros que revelan la esencia de toda tensión y expectativas que corren sobre la figura femenina y sus motivaciones como ruta para desafiar el culto y la belleza. En ello, el cuerpo es portador de materiales como fango, cal, espinas, alambres, sábanas y artículos provenientes de la iconografía afrocubana y católica, como cruces, garabatos de palo, cocos y otros.

Encontrando en los objetos cotidianos –ropas, ramas de árboles o velas— un discurso para expresar una realidad que contrapone al cuerpo sometido diversas circunstancias. Conocer los secretos del individuo, en el que deja al universo corpóreo un espacio resistente, es imprescindible para que sobre la piel  germinen espinas como defensa, la mitología en torno a lo femenino, pero también aparezcan pies, manos y rodillas cual, qué haces, a dónde vas y en qué te apoyas.

Marta traslada a la fotografía una serie de estrategias investigativas y representación donde los símbolos son extraídos de lo que pudieran ser signos propios de la religión o de la relación entre el individuo y su realidad. En tanto, en la forma en la que se vincula con el discurso que trabaja, somete a su identidad a múltiples reconfiguraciones, dejando para la trama, la subjetividad que define cada una de las imágenes.

Por otra parte, el proceso de construcción aventurada determina una correspondencia con la instantánea y una especie de resistencia al contexto de la fotografía. Para algunos pueda que exista cierta violencia en las formas de abordar el cuerpo, a veces este se muestra protegido por la tela, otros son usados como aducido por imágenes en busca de purificación, o el desnudo acompaña una identidad de doble juego en el que se vive en el paso de la desventura. Pues cual fundamentos de lo real y lo imaginario, donde lo representado muestra sus máscaras como parte de lo sagrado y lo profano, vuelca sobre Firmeza, recreación y arranque de escenarios atemporales, de senderos inquietantes o demoledoras experiencias.


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