El amor de Mazuco por el circo


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Foto portada: Cortesía de la autora.

El Premio Nacional de Arte Circense, Heriberto Arias Suárez, Mazuco, cumple 85 años el próximo 16 de marzo. De pobre cortador de caña llegó a convertirse en un asombroso equilibrista de las alturas y temerario gimnasta. Con el fin de conocer su peculiar trayectoria lo busqué, hallando una lección de vida extraordinaria.

Heriberto, ¿de qué región de Cuba procede?

Nací en el central Lugareño, en una colonia llamada Platanal, en la provincia Camaguey. Mis padres se separaron cuando yo tenía dos años y me criaron mis abuelos, más tarde mi madre regresó con una nueva familia. Cuando crecí, cortaba caña para poder comer, era un trabajo durísimo. El único entretenimiento que teníamos era la visita del circo y a los 16 años, cuando me enteré de que habían llegado unos saloneros (1) a la zona, fui el primero en sacar la entrada. El público tenía que llevar sus asientos y cobraban 40 centavos por los caballeros, 30 por las damas y 20 por los niños.

¿Qué le ocurrió cuando vió esa función?

Se me metió el diablo en la cabeza y quise irme con el circo; hablé con el dueño, Miguel Llitera, quien no quería aceptarme por ser menor de edad; Miguel le pidió permiso a mi mamá pues no quería problemas con la guardia rural, pero ella se negó y yo insistí porque no me iba a pasar la vida cortando caña en aquellas miserables condiciones. Me compré una maletica de cartón y me fui con el circo a pesar de la oposición de mis familiares porque estaba seguro de lo que quería.

¿Cómo comenzó su vida circense?

Empecé con Llitera y después me cambié a otro cirquito (2), en el que conocí a Dagoberto Juvier. A Dagoberto le agradezco todo lo que sé, me enseñó a hacer pulsadas (parada de manos) en las alturas y la Honda aérea. Este último número me dió la gloria en Cuba y en el extranjero. La Honda aérea tiene mucho riesgo, es una soga que se utiliza como hamaca y con ella se hacen maravillas.

Pero estando en el Circo Miriam le sucedió algo especial, ¿verdad?

Sí, conocí a Elena González, la que se convertiría en mi esposa después. Ella era de una familia de circo. Mi suegro Gustavo González era dueño del Circo Gustavines en Manzanillo. En esa familia hubo malabaristas, payasos, trapecistas y contorsionistas. Elena desde niña bailaba, recitaba y era acróbata, al igual que sus hermanos. Se retiró cuando tuvo a nuestra primera hija.

En los años 50, Santiago de Cuba vivía una situación álgida políticamente y usted estaba en esa ciudad trabajando con el circo, ¿de qué manera se interesa por los temas políticos?

Escuchando diariamente a Violeta Casals en Radio Rebelde fui compartiendo las ideas revolucionarias. Un par de amigos del circo y yo empezamos a realizar algunas acciones de apoyo al 26 de julio junto a Onelio Cansino que era mensajero del Movimiento. Por esa participación fui condecorado años después. Mi abuelo Eusebio Arias Salazar participó en el rescate de Sanguilí, junto a Agramonte. Siempre he sentido por Cuba.

¿Cómo se incorpora al Circo Montalvo?

Adalberto Montalvo Gutiérrez me vió actuar con el Circo Miriam y me contrató como trapecista del Circo Montalvo, que era lo mejor que había en el país. Yo entrenaba mucho, por las noches usaba una lamparita y hacia mis ejercicios. Siempre había un cómico que se burlaba de mí y me decía que no iba a lograr convertirme en artista, me afectaba, pero nunca desistí hasta lograrlo.

"Al realizar el número de la Honda, el trapecio y lograr la máxima elevación en el cable alto del Trepe de los Lazzlo, que son ejercicios de gran complejidad, cumplí conmigo mismo pues cuando escuchaba hablar de las grandes figuras circenses, ambicionaba que un día hablaran de mí con esa admiración, quería ser ejemplo y lo logré. En 1968 intervinieron ese circo, vine para la capital y me dieron un local donde vivir, me evaluaron con la máxima calificación y a partir de ese momento integré la comisión nacional, presentándome en otros cirquitos como el Circo Pirulí y el Circo Patria".

¿Por qué ruta continuó su carrera artística?

Fueron surgiendo diferentes giras artísticas y eventos por todo el mundo. En el año 1975, integré un elenco internacional de 16 países que se presentó por todo el desierto de Gobi en Mongolia, estuve cuatro meses en la escuela de circo de Ulán Bator donde conocí a las mejores contorsionistas del mundo, aprendí esas técnicas y las trasmití a mis descendientes y a otros alumnos. Trabajé hasta los 38 años como acróbata y comencé mi labor como jefe de pista y profesor, velando siempre por la seguridad de mis compañeros con estricta disciplina.

¿Qué significó para usted dejar de actuar?

Me sentía muy mal, soñaba que hacía acrobacias en las alturas y todavía lo sigo soñando.

¿Puede referirse a su labor pedagógica?

Me gusta enseñar y soy muy exigente. Impartí clases en la Escuela Nacional de Circo, fui entrenador en los centros de entrenamiento del Circo Nacional de Cuba, he formado pisteros y jefes de pista. También colaboré en Venezuela en 2011, en la Misión Cultura Corazón Adentro, en el Estado Portuguesa. Guardo bonitos recuerdos de esa misión pues todavía con 74 años podía realizar acrobacias y demostrarlas a mis alumnos. En la sala de mi casa he preparado a muchos estudiantes.

¿Cuál es su opinión sobre la formación de los artistas circenses y el acercamiento de los jóvenes a este arte?

Fue muy bueno que se creara la Escuela Nacional de Circo, pero pienso que las captaciones para la escuela, deben hacerla los conocedores de cada especialidad y no guiarse solo por requisitos generales de forma física porque cada especialización tiene sus exigencias. Por otra parte, veo que los jóvenes no se interesan en números como los que yo hacía y eso dificulta que las técnicas perduren.

Además de los conocimientos que ha trasmitido a sus alumnos, ¿existe testimonio de su experiencia?

Fidel Pajares escribe un libro sobre mi labor que tiene como título: Lo difícil se hace fácil, en el que espero dejar mis vivencias.

¿Se siente satisfecho con su trayectoria profesional?

Sí, me he pasado la vida entrenando. Actué en muchos escenarios, recibiendo el aplauso y el reconocimiento por mi desempeño. Sufrí accidentes graves en repetidas ocasiones, los cuales me ocasionaron fracturas de las dos manos, el brazo y la cabeza, en la que tengo colocada una placa de platino, pero continué mi labor como acróbata hasta que me retiré y comencé a trabajar como jefe de pista, función que me permitió estar presente en todos los festivales de circo que se realizaron en Cuba y otros espectáculos.

"He recibido varios reconocimientos por mi labor, entre ellos el Sello del Laureado, otorgado por el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Cultura y la Distinción Cirabana Circus, por la obra de la vida. El que me hayan otorgado el primer Premio Nacional de Circo, compartido con Reynaldo Hernández, fue una gran recompensa".

¿Qué otra profesión del circo le hubiera gustado emprender?

La de comediante porque el trabajo del payaso es muy difícil, debe hacer reír y también dominar las distintas especialidades, como la acrobacia, los malabares, debe saber de todo.

Su familia reúne tres generaciones de artistas circenses, ¿puede mencionarlos?

Mi hermano Nivardo Guerra Suarez, ya fallecido, fue trapecista; mi otro hermano Orlando Arias estudió en la escuela de circo de Moscú y todavía actúa como malabarista e imparte clases, mi hija Idalmis (Mazuca) es graduada de la Escuela Nacional de Circo y fue contorsionista en espectáculos de cabaret en Cuba y en el extranjero con mucho éxito y mi nieta Lorena Sánchez, ha seguido sus pasos desde los seis años.

Se conocen poco las interioridades del mundo del circo, ¿podría hablarme de ese ámbito?

Es un medio duro, diverso, exige mucha dedicación, el cuidado de la dieta y descansar las horas necesarias porque conlleva mucho riesgo, no te puedes descuidar porque tu vida depende de eso. Sobre todo, te tiene que gustar. 

Idalmis Arias, hija de Mazuco. Foto: Cortesía del entrevistado

Lorena Sánchez, nieta de Mazuco. Foto: Cortesía del entrevistado

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(1) Saloneros: referente a los espacios donde se ofrecía la función de circo.(N.A.)
(2) Cirquito: Circos de pocos integrantes.(N.A.)

 


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