¿El libro del editor, o la biblia del editor?


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Pocas  veces un libro es tan ajustado a su título y tan útil para quienes ejercen una profesión que demanda de saberes multidisciplinarios, paciencia y vocación de servicio.  Editar (bien) es trabajo artístico, y quien primero debe quedar satisfecho no es el autor del libro editado, como se suele pensar; quien primero debe quedar satisfecho es el propio editor, cuyo nombre (¡vaya injusticia!) solo aparece en letra pequeña en la página de los créditos, esa que tantos lectores tienen a bien ni mirar.

La autora de este libro monumental fue mi profesora en la Universidad, creo  (repito, creo) que en condición de alumno ayudante, y era si acaso solo uno o dos años menos joven que algunos de los estudiantes.  Elizabeth Díaz González, tal es su nombre, se perfilaba ya como una excelente profesional de la palabra. Pero con El libro del editor (Ediciones ICAIC, 2018) se le fue mano. ¡Sencillamente apretó!, nada le quedó en el tintero, y ahora nos detendremos en el contenido.

Apunta Elizabeth que el libo “va dirigido sobre todo a aquel que se inicie en el maravilloso y abnegado oficio que es el de la edición, así como a cualquiera que sienta interés por acercarse a él, y para que los editores ya en ejercicio de la profesión  puedan utilizarlo  como un material de consulta. Por supuesto, también se propone para correctores, redactores, traductores, periodistas –de prensa plana, radio y televisión-, otras profesiones tangentes e incluso para autodidactas. Y podrá servir para centros docentes que impartan estas temáticas o afines”. Teniendo en cuenta el significado original de la palabra biblia, este libro de Elizabeth es una auténtica biblia, un libro de libros, y sus recomendaciones son para los editores algo así como los Evangelios.

En realidad, el trabajo de los editores es muy abarcador. Por muy bien escrito que esté, por mucha cultura que  posea el autor, si no es autosuficiente comprenderá que la mano y los ojos del editor pueden enriquecer la obra final, pulir detalles, enmendar una fecha errónea no por desconocimiento sino porque el dedo no oprimió la tecla en el lugar exacto. Al autor se le pueden perdonar ciertos gazapos que al editor no le están permitidos. Él, o mejor dicho ella porque son mayoría en el oficio, es el (la guardaespaldas) del autor. El autor de puntería cuida de tener un editor confiable y preciso.

El libro del editor, como ya insinuamos, es un libro de libros. Se adentra en la edición, en sus vínculos con el diseño del original y sobre todo ajusta el paso según sea el destino final, si se trata de un libro, si es para una revista, tiene en cuenta la tipografía según el papel y en mente si el libro se ha publicar en papel o será en formato digital. En todo aquello que no ha reparado el autor pensará el editor. Y como la especialización abarca todos los géneros, el editor sabe que no es lo mismo editar una joya literaria que una joya científica, que esta última puede contener signos, símbolos y musarañitas inusuales cuyo tratamiento exige precisión porque el menor cambio introduce un error capital. Ándese con igual precaución ante los nombres propios (¡oh, esos apellidos llenos de consonantes!) y los países y ciudades que cambian de nombre y el autor no se ha enterado. Pero ahí está el editor con este libro para resolver el problema.

Ortografía actualizada, signos de puntuación,  gramática ajustada, y por supuesto que redacción, con sus vicios más comunes y horribles, todo eso encontrará en esta biblia. No es para que se asuste. El libro del editor no se concibió para ser leído como una novela, es un texto de consulta, de estudio, de los que exigen pasarle la mano. Recuerde que como nos dice en el prefacio don Ambrosio Fornet (no por casualidad Premio Nacional de Literatura y Premio Nacional de Edición),  “con El libro del editor, que Elizabeth Díaz González pone hoy en sus manos –en   nuestras manos, al alcance de todo aquel vinculado de algún modo a nuestro movimiento editorial-, el destinatario dispone al fin de una valiosa herramienta de trabajo que le permitirá transitar sin sobresaltos por el texto y cumplir cabalmente, como un verdadero profesional, la tarea que se le ha encomendado”.

Ojos de lince, olfato de gato y tacto de mariposa exige el trabajo de edición. Consultando esta biblia  cuantas veces lo estime necesario, mantendrá aguzadas cada una de estas cualidades.

 

 


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