Jorge Fornet, director del Centro de Investigaciones Literarias de Casa de las Américas; Maité Hernández-Lorenzo, directora de Comunicación e Imagen y Abel Jiménez Prieto, presidente de Casa de las Américas.

Apenas nueve meses habían transcurrido del triunfo de enero de 1959 cuando, con el propósito de estimular y difundir las letras del Continente, la recién fundada Casa de las Américas lanzó la convocatoria del que en sus tres primeras ediciones se llamaría Concurso Literario Hispanoamericano.

Nace así el “primogénito” de la segunda institución creada por la revolución cubana, conocido a partir de 1965 como Premio Casa de las Américas; un concurso que, no obstante, lo discreto de su respaldo monetario, es uno de los más apreciados por los escritores e investigadores de esta parte del mundo, debido al rigor y transparencia del veredicto que emiten sus siempre prestigiosos jurados.

De tal modo ha logrado convertirse en uno de los más antiguos del orbe; ampliando asimismo el espectro de categorías en sus convocatorias con los premios dedicados a estudios sobre los latinos en los Estados Unidos, la mujer, las culturas originarias y la presencia negra en la América y el Caribe contemporáneos; además de los tres de carácter honorífico establecidos a partir del año 2000: el José Lezama Lima, de poesía; el Ezequiel Martínez Estrada, de ensayo y el José María Arguedas, de narrativa.

Tan larga vida y desarrollo de su corpus no han sido ajenos jamás a los escollos que siempre han puestos los sucesivos gobiernos estadounidenses a nuestro proyecto social, entorpeciendo la llegada de las obras y jurados al certamen; haciendo que este se celebre cada vez en medio de las carencias impuestas por un bloqueo yanqui, notablemente recrudecido en los últimos meses.

A ello hacía referencia Abel Jiménez Prieto, presidente de Casa de las Américas, en un reciente encuentro con la prensa a propósito de la edición número 61 del Premio, la cual tendrá lugar entre los días 20 y 30 del presente mes, en las ciudades de Cienfuegos y La Habana.

En esa oportunidad, calificó al evento como de “una gran victoria de la resistencia cubana” y de una prueba de que aún en medio de las peores circunstancias “Cuba sigue apostando por la cultura, por el humanismo, por el pensamiento, por la poesía”.

Impulsado por esos empeños regresa como cada enero esta cita, cuyo calendario incluye el aniversario del natalicio del Apóstol de nuestra independencia, en total correspondencia con la esencia martiana de la institución que, fundada por Haydée Santamaría, una de sus más sobresalientes discípulas, nació para dar abrigo a los creadores de lo que él llamó Nuestra América.