En su 195 aniversario: ¿Quién fue Joaquín Lorenzo Luaces?


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Mucho tiempo, casi dos siglos completos, ha transcurrido desde el nacimiento de un escritor para quien los calificativos de dramaturgo y de poeta son aplicables y merecidos. Su nombre, Joaquín Lorenzo (su primer apellido) Luaces, es uno de aquellos intelectuales que, en medio de una sociedad con difícil acceso al saber y un sistema colonial poco dado a invertir en cultura, consiguió insertarse tanto entre los cultivadores de la poesía como en el de los hacedores del género dramático de mediados del siglo XIX.

Si de teatro se trata, pues Luaces dejó dos obras importantes para la escena: el drama romántico El mendigo rojo (1859), y la tragedia de estilo clásico Aristodemo (1867), que se considera la mejor estructurada de su obras dramatúrgicas. Pero también cultivó la comedia y de ese género citaremos El becerro de oro (1859), y A tigre, zorra y bulldog (1863), en las cuales se percibe la influencia de Molière.

Del poeta lírico, que igualmente merece comentarse, vale apuntar lo que escribió el español Ramón Menéndez Pidal, una de las autoridades de la crítica literaria en la Península:

Versificador robustísimo Luaces, y enamorado en demasía de la pompa y rotundidad del período poético, suele abusar de su fuerza y caer en lo enfático y declamatorio (…) pero es grande la pujanza de su fantasía e irresistible el empuje con que corre en sus estancias el raudal de la palabra sonora, venciendo todas las esquiveces y reparos del gusto.

Menéndez Pidal quedó de tal modo impresionado por Luaces que en 1893 lo proclamaba «el tercero en mérito entre los poetas de la Isla», antecedido por Gertrudis Gómez de Avellaneda y José María Heredia. El juicio, tal vez desmesurado, lo recogemos como indicador de la importancia de su obra en el quehacer literario cubano del siglo XIX.

Nacido en La Habana, y según el Diccionario de Literatura Cubana del Instituto de Literatura y Lingüística, el 4 de junio de 1826 —saque cuentas por sí mismo: 195 años atrás—, hizo estudios de Latinidad en el Colegio Calasancio de Puerto Príncipe (Camagüey), donde vivía su  hermano Agustín. Después prosiguió el aprendizaje en La Habana, graduándose de bachiller en Jurisprudencia en la capital.

Concurrente a las tertulias de don Felipe Poey, allí leyó sus versos, uno de los cuales se publicó en el semanario El artista, con lo cual se dio a conocer en letra impresa. Fue entrañable amigo del poeta bayamés José Fornaris, con quien editó el semanario La Piragua, portavoz del movimiento literario conocido como siboneyismo por su frecuente referencia al tema aborigen. También con Fornaris preparó la antología Cuba poética (1858), recopilación de las que consideraban las composiciones más importantes hasta esa fecha.

La poesía de Luaces reveló diversas tendencias: una fue la moralizante, que no representa ciertamente lo mejor de su creación. También escribió varias de elegante lirismo erótico  y no puso a un lado el tema de la libertad, si bien él murió antes del inicio de la Guerra de los Diez Años, por lo que la experiencia de la independencia no la vivió.

Nos permitimos reproducir un soneto íntegro, titulado «La pesca», para que el lector aprecie por sí mismo al poeta:

Corre por entre margen cenagosa
un arroyuelo sin bramar con saña;
puebla su cauce la flexible caña,
borda su orilla la fragante rosa.

Como ninguna, mi guajira hermosa,
sobre una peña que la linfa baña
contra los peces con furor se ensaña
la mano presta, la mirada ansiosa.

Salta alegre por fin y delirante
la cuerda tira con presteza suma,
saciar creyendo su traidor anhelo.

Y cuando fue a tirar el pez brillante
que se agitaba en la ruidosa espuma
halló mi corazón en el anzuelo.

Luaces fue, además, traductor. Su muerte, el 7 de noviembre de 1867, le privó de la satisfacción de recoger el premio que el Liceo de La Habana le concedió por su oda «El trabajo».

 


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