Érase una vez la salsa: El ojo que todo lo ve (I)


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ÉRASE UNA VEZ LA SALSA

 

En el mezzanine del edificio FOCSA se había establecido para comienzos de los años ochenta del pasado siglo, la redacción de la revista Opina y otras dependencias del Instituto Cubano de Investigaciones y Orientación de la Demanda Interna; entre ellos su departamento de video. Opina se había ido consolidando como la revista más seguida y buscada por todas las familias cubanas, me atrevo a afirmar que sería la primera vez que el reinado de Bohemia, como la revista semanal preferida de todos los cubanos de ese entonces, estaba en peligro.

La revista tenía tres espacios que eran los de mayor demanda. Los clasificados, que no era otra cosa que una sección de anuncios de compraventas, trueques, ofrecimientos de servicios y permutas de inmuebles; el dedicado a los entretenimientos, que trataba de cubrir todos los intereses y gustos posibles, sobre todo por la presencia de más de un crucigrama y el de espectáculos.

Esta última parte de la revista estaba pensada combinando el estilo de la revista Show de una parte y teniendo como complemento espacios que habían sido muy populares en diversos medios cubanos en los años cincuenta y sesenta. Es por ello que el encargado de las páginas dedicadas a este fin, que no era otro que el periodista Armando López, combinó la sección Teleradiolandia que escribió por años el periodista Orlando Quiroga en Bohemia con giros comunicativos ya aplicados en otras publicaciones cubanas como los periódicos Libre y Sucesos que desaparecieron a comienzos de los años sesenta. Quiroga y otras figuras fueron colaboradores fundamentales de esta publicación.

Formando parte de aquel equipo de trabajo se encontraba el dibujante Arístides Pumariega, quien al igual que López era conocido en el ambiente de cabarets, de los shows y puestas en escena que ocurrían en la ciudad. Ellos tenían en común el haber comenzado su carrera en agencias de publicidad, lo que los convertía en “los expertos por excelencia” para dar vida y forma a ese espacio que generaba a la mayoría de los seguidores de la revista; el otro alto por ciento eran asiduos a los clasificados.

Opina llegó a convertirse en la publicación cubana semanal de más alta tirada de esa década, al llegar a poner en circulación la friolera de ciento cincuenta mil ejemplares de 1987 a 1990; año en que comenzó su declive.

Valdría la pena preguntarse: qué papel jugó la revista Opina en esta historia que trata de entender y analizar las interioridades, hechos y figuras de música popular cubana en los años ochenta del pasado siglo.

Una particularidad del ambiente musical de esta década es la proliferación de artistas en todos los géneros de la música cubana. Había excelentes cantantes de todos los géneros, tanto de larga trayectoria como nuevas figuras y estaban las orquestas de música popular bailable. Y ahí apuntaban los intereses de Pumariega y de Armando López.

Otro detalle interesante de esta apuesta de la revista fue la convocatoria a los mejores diseñadores de moda del momento para que definieran la imagen y la presencia escénica y social de los artistas a los que estas dos personalidades del periodismo y el dibujo apostaron. La revista, lo mismo que la institución a la que estaban afiliados –Instituto Cubano de Investigaciones y Orientación de la Demanda Interna —disponían de un taller de confecciones desde el cual se aventuraban a imponer tendencias en el campo del vestir, compitiendo abiertamente con los esfuerzos que hacía en ese entonces el naciente Fondo Cubano de Bienes Culturales que dirigía Nisia Agüero con su proyecto TELARTE.

Arístides Pumariega, quien era además un excelente caricaturista, centró parte de su trabajo en promover, aupar y consolidar la carrera de algunos cantantes solistas, en especial la de su amigo Alfredito Rodríguez y la de la cantante Maggie Carles, sobre todo por su vínculo con su esposo Luis Nodal quien también era cantante.

Para ello se ocupó de diseñarles no solo una imagen, sino también colocarlos en determinados espacios nocturnos y sociales donde fueran encauzando su talento; tanto que, en el caso de Maggie, llegó a cambiarle su físico al someterla a una estricta dieta alimenticia.

El colofón de esta apuesta fue que ambos cantantes comenzaron a llenar grandes teatros de la ciudad con sus recitales. Recitales en los que cada detalle era cuidado hasta el límite, ofreciendo una factura escénica y musical impecables y dignas de las tendencias del momento.

Armando López, por su parte, encontró como forma de encauzar su talento el cisma de la orquesta Revé. Apostó por apoyar y potenciar el trabajo del pianista Juan Carlos Alfonso cuando decidió fundar su orquesta a la que llamó Dan Den.

López se enfrascó en diseñar toda la imagen de presentación de la orquesta y su lanzamiento en grande de modo simultáneo en la radio, la televisión y los carnavales; en este último espacio con la apertura del Cabaret Opina que se estableció en el cruce de las calles Malecón y A, en la cafetería Zulmar.

El Cabaret Opina se convirtió en el sitio de mayor glamour de los carnavales habaneros desde su misma apertura en el año 1987. Era la gran pasarela de la ciudad en esas fiestas en la que se reunía la farándula más exquisita de ese entonces –nuestra naciente jet set tropical—formada en lo fundamental por modelos, diseñadores de vestuarios, cantantes y por supuesto, los diletantes de ese entonces; y hacía abierta competencia a la casa de moda del momento: La Maison.

Y como en Opina las aparentes contradicciones no eran tan profundas, al menos públicamente, los dos ejecutivos decidieron combinar los talentos a los que apostaron y en ese espacio era común encontrarles cada noche o al menos mientras duraban las fiestas; aunque Opina logró expandir la permanencia de su cabaret hasta los días finales del mes de agosto.

Dan Den, desde su debut se había convertido en la orquesta del momento, tanto que fue la gran anfitriona de los Premios Opina de ese año; y no era para menos, cada uno de los temas de su primera producción discográfica –se habían grabado antes de probarlos con el público como era norma en ese entonces— fue recibido y aprobado por el público y saturaba las emisoras de radio, lo que amenazaba el reinado de quienes hasta ese momento definían las tendencias de lo bailable.

Todo indicaba que Opina, lo mismo que había hecho en su momento la revista Show sería quien marcaría la pauta de lo que escucharíamos y bailaríamos… hasta que sonaron los cueros del chivo.


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