Las anotaciones de Martí


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Algunos estudiosos aseguran que José Martí experimentaba una incontrolable grafomanía, pues acostumbraba a apuntar algo que leía o pensaba, sucesos personales o noticias generales para recordar, estudiar o investigar, en cuadernos, libretas, blocks, e incluso, hojas sueltas, lo mismo un dato aparentemente sin importancia que una información curiosa, alguna vivencia, una cuestión que dejaba pendiente y no quería que se difuminara en el olvido... y a veces hasta lo ilustraba con un dibujo. Estas anotaciones acerca de asuntos de mayor o menor relevancia, según su oceánica subjetividad seleccionadora e intuición previsora, y con más o menos extensión a partir de lo que le solicitaba su inagotable curiosidad, constituían borradores para tanteos, ensayos de los ensayos que escribiría o no posteriormente, versiones primigenias de poemas concluidos o no, comentarios y observaciones que en ocasiones tributaron a su portentoso periodismo, frases referenciales para algún discurso, etc. Se trata de fuentes escritas que guardan una relación significativa con la génesis de un proyecto de comunicación, siempre de gran refinamiento literario, esencial para desarrollar su propaganda y activismo político, omnipresentes en sus objetivos. En ellas se constata la evolución de sus ideas y los cambios estilísticos en lo posteriormente publicado, el carácter analítico y rigor erudito con que manejaba un asunto o tema al volver sobre ellos con más estudio desplegado y mayor calado, y el valor estético exigido a las palabras, así como la proyección descolonizadora y emancipadora de un pensamiento que cuidaba no solo las esencias, sino la belleza de la forma, y además, los valores que tributarían a la República soñada.

Las anotaciones martianas exigen varios niveles de lectura, según los objetivos que se pretendan, bien a modo de conocimiento general, en la búsqueda de alguna referencia específica, o para una investigación o indagación con algún propósito concreto… Esta lectura presenta dificultades para su comprensión según contextos y circunstancias, y significa un reto para la aprehensión de una obra monumental; quizás por ello sean una de sus zonas de más difícil acceso y menos visitadas. Admito que cuando me propuse estudiar las Obras completas publicadas por la Editorial de Ciencias Sociales hace ya varias décadas, leí el tomo 21, con sus “Cuadernos de apuntes”, y el 22 con los fragmentos de hojas sueltas, de manera salteada y apresurada, porque formaban un tejido de ardua lectura que necesitaba mayor preparación por su carácter intra, extra, inter, para y transtextual. Después fui a ellos algunas veces para entender mejor el origen del pensamiento martiano y el peso de lo que representaban en su obra; me han servido para profundizar también en su vida y en las circunstancias de su época, porque si bien a veces semejan un diario, en otras se detienen en una memoria que puede trazar el itinerario de sus conocimientos o constituir una lección sobre los libros que leyó, las anécdotas que reseñó, los borradores de cartas que escribió, los esbozos de obras dramáticas, el nacimiento de versos ampliados o truncados, y los proyectos editoriales disímiles que realizó o quedaron “en las oscuras manos del olvido”.

El primer hecho significativo es que nunca se escribieron para ser publicados, ni para ser leídos por otra persona que no fuera él mismo, dedicados, como estaban, a repasar compromisos personales de escritura, estudio o análisis; entramos, entonces, a la intimidad martiana, pues son notas de trabajo particulares y soliloquios, provenientes de su rica dinámica subjetiva: un esquema del desarrollo de su pensamiento. De ahí que constantemente vaya al hecho, suceso o aspecto fáctico sin rodeos, como si al empezar a escribir ya tuviera algo adelantado en su mente, y continúa con su exégesis, interpretación o comentario, para seguir revelando una identidad universal expresada en diversos idiomas —español, inglés, francés, italiano, hebreo, latín y griego—, y sumar sus preocupaciones en relación con la traducción y el entendimiento humano. No faltan la confesión impúdica, las dudas, el agnosticismo o el escepticismo, que suelen ocultar quienes lo creen de mármol, y también el desatino, porque sus apuntes y notas son depositarios de confianza, taller de forja o laboratorio de experimentos de su angustiosa y persistente personalidad artística y política, que nunca cesa de pensar en qué viene después que suceda lo ya visible. Iluminador de la importancia de estos escritos es el ejemplar libro de Carmen Suárez León Indagación de universos. Los cuadernos de apuntes de José Martí (Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2015), una verdadera joya e invitación a adentrarnos en la compleja subjetividad martiana.

Una dificultad, posiblemente insalvable, quizás resulte la ineludible presentación de los Cuadernos de apuntes de la única manera en que pueden ser editados: por orden cronológico. Habrá otras, pero, casi seguro, a cada una le faltará algo, porque dependen mucho del punto de vista adoptado para diseñar una posible disposición. Organizar la chispeante mente de Martí en estado larvario, independientemente de la dificultad para descifrar su casi ininteligible letra relampagueante, más de una vez trazada desde posiciones incómodas, puede ser “ejercicio de brava disciplina”, imposible de cumplir sin el esfuerzo y talento de sus devotos permanentes del Centro de Estudios Martianos. Probablemente sea aún más complicado pretender hilvanar los fragmentos de papelería sin atenerse al rigor de Cronos, pues ensayar un posible orden según las complementaciones y prolongaciones de múltiples y complejísimos temas tratados entrañaría el riesgo de que cualquier organización complicara inútilmente el resultado. Por otra parte, no me cabe la menor duda de que una “indagación de universos” en los cuadernos de apuntes de cualquier escritor es tarea difícil, pero más compleja resulta cuando se trata de la figura descomunal de José Martí, pues no solo se necesita un conocimiento profundo y completo de su personalidad literaria y política, sino de las posibilidades de interacción con las tantas disciplinas de las ciencias y del pensamiento científico que él frecuentaba para saciar su sed de belleza y razón.

Los Cuadernos de apuntes se conservaron en formatos diversos, con cubiertas de diferentes colores, forradas en negro, o con autorretratos de Martí, o un grabado coloreado; los hay que tienen pegados recortes de periódicos en francés sobre asuntos científicos o la imagen de presidentes y héroes de América; unos están foliados y generalmente cosidos al hilo, escritos con tintas de colores, e inclusive a lápiz; en otros se aprecia un intento incompleto por clasificarlos según el tema o el sitio donde fueron tomados. Las hojas tienen diversas procedencias, testimonio de que como necesitaba llevar a la escritura alguna idea y no contaba con el soporte idóneo, le daba lo mismo usar cualquiera, hasta el reverso de un mapa del servicio meteorológico del Cuerpo de Señales del Ejército de Estados Unidos. En el caso de los Fragmentos, que, como se ha insistido, complementan a los Cuadernos de apuntes, la “taquigráfica” grafía de su letra pareciera intentar adecuarse a la velocidad de su pensamiento, en hojas sueltas y sin enumerar, escritas al vuelo en una increíble variedad de papeles y tintas, algunos mecanografiados y con correcciones de su puño y letra —entre ellos, la minuta que sirvió para la redacción del Manifiesto de Montecristi, firmado por él y Máximo Gómez—, sin que indique fecha o lugar, aunque se sabe que la mayor parte de estos fragmentos de un posible cuerpo mayor fueron escritos en Nueva York, entre 1885 y 1895.

Actualmente los estudiosos les otorgan merecido valor a todas estas anotaciones de los Cuadernos de apuntes y Fragmentos en la obra martiana, una categoría ambigua dentro de los normativos géneros literarios, posiblemente considerada como “literatura íntima”, junto a diarios y cartas. Este tipo de lecturas son fuentes de estudio sobre grandes personalidades, indispensables para descubrir matices en las circunstancias históricas a partir de vivencias narradas o descritas y reflexiones críticas de la época en que vivieron. De ahí la importancia de que la labor de edición no intervenga el texto en aras de rígidas prácticas filológicas, o peor aún, lo “arreglen” por razones extratextuales. Por eso aprecio tanto la edición crítica de la obra martiana debida al esmero de los esforzados, responsables y experimentados investigadores y editores del Centro de Estudios Martianos. Ellos son acreedores del mayor reconocimiento por esa labor anónima y callada, de laboriosidad sistemática y persistencia impresionante por hallar el último resquicio de verdad, como muestra de respeto al verdadero legado del Apóstol.


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