María Elena Llana navega sin temor los mares de las palabras


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Parece una persona frágil y, sin embargo, ha navegado sin temor los mares de las palabras hasta capturar y domesticar las suyas, las que buscaba, las precisas, para traer hasta la superficie sus historias, en las que casi siempre habitan mujeres olvidadas, perdidas o encontradas en miríadas de recuerdos, culpas, miedos. También habitan sus historias el absurdo, la ironía y esos fantásticos mundos que conviven con nosotros y no todos alcanzan a entender o aceptar. A los fantasmas, esos seres cercanos que nos acompañan y en ocasiones se comunican en clave o con su peculiar lenguaje inarticulado, los trae a la literatura, los presenta en sociedad, da vida a sus muertes. Tiene las herramientas para hacer que sintamos su presencia y, una vez cerrado el libro, también su ausencia. Fuera de ese mundo creado, es una mujer aparentemente común. Mas no nos dejemos llevar por esas apariencias. Detrás de su figura esbelta, de sus ademanes sosegados, hay un carácter y una voluntad indoblegables, una vocación y una constancia, con las que ha convencido, hasta al mismísimo tiempo, de que merece, porque ha trabajado para conseguirlo, la permanencia durante un larguísimo periodo en esta parte del mundo reservada a los vivos. Sé que esta mujer, que disfruta ya del privilegio de la longevidad, nos regalará muchas más historias, donde la encontraremos travestida con múltiples ropajes, mas, sin dejar de ser la muchacha que un día decidió sentarse a escribir sus historias, las cuales permiten a quienes las leen sonreír, meditar, asombrarse, cuestionar lo que hasta ese momento creía verdad absoluta. María Elena Llana, con sus más de ocho décadas bien vividas −porque crear es vivir real y plenamente−, y con su recién obtenido Premio Nacional de Literatura, nos convence de que siempre hay tiempo para las alegrías, y que nunca es tarde para esperar una buena cosecha si se ha plantado en terreno fértil una buena semilla.

Has dedicado tu vida a la literatura, algo que, más que una profesión, es una vocación. ¿En qué momento descubriste esa vocación, ese particular interés que ha signado tu existencia?

Por supuesto, es una vocación que creo haber descubierto siendo niña —a los siete u ocho años—, porque me gustaba dibujar y pronto empecé a hacer mis propias historietas con los diálogos en «globitos». Sin duda ha sido algo importante para mí, pero mi vida no se ha ceñido a eso, ha tenido otras vertientes y creo que también puedo decirle: Vida, nada me debes /vida, estamos en paz.

¿Por qué la narrativa, y dentro de esta el cuento, ha sido tu género preferido?

Desde que aprendí a leer fui devota de los cuentos infantiles y de ahí pasé a los de adultos, que se publicaban en los suplementos dominicales de los periódicos y revistas. Así conocí a nuestros cuentistas clásicos, y tropecé con los extranjeros, a partir de William Somerset Maugham y Guy de Maupassant, por citar dos figuras icónicas, que me deslumbraron desde la primera lectura. Ya en la adolescencia, aquellas historietas iniciales fueron independizándose del dibujo y comenzaron a hablar sin los globitos, a convertirse en prosa y, por lo visto, siguieron el mismo camino que yo como lectora: el cuento.

En muchas de tus obras encontramos importantes ingredientes de la literatura fantástica, algo que de cierto modo te caracteriza, al igual que una buena dosis de humorismo muy fino, que provoca una sonrisa, y a la vez, nos hace meditar en nuestra propia circunstancia personal. ¿Es algo que te propones de antemano, o sencillamente te lo va imponiendo la historia o los personajes que creas?

Inicialmente no me lo propuse, aunque tenía inclinación a hacerlo. Hay que tener en cuenta que solo me sentí dispuesta a publicar al principio de la Revolución y me pareció que, en circunstancias tan especiales, aparecerme con fantasmagorías era poco serio. No obstante, en mi primer libro, La Reja, de 1965, me permití incluir el cuento «Nosotras», basado en el «doble», una anécdota que llevaba tiempo rondándome. Como fue el cuento más elogiado del libro, traducido y antologado, ahí mismo tomé una decisión. Para reflejar lo cotidiano tengo mi labor como periodista, pero en literatura esto es lo que, fundamentalmente me interesa hacer. En cuanto al humor que se desliza en esos cuentos, es algo intrínseco en mi escritura, incluyendo el periodismo. Incluso pertenezco al grupo fundador del Semanario Palante

En nuestro país existe un importante número de narradores, y un alto número de ellos han optado por el cuento con mucha maestría. ¿Reconoces influencias de alguno de estos autores en tu obra?

Decididamente no. Y si alguien la descubriera, le ruego me lo haga saber.

Además de escritora, eres periodista, guionista de radio y televisión, profesora de técnicas radiofónicas. Aunque tienen en común la escritura —no propiamente lo que llamamos literatura—, son muy diferentes y exigen cada una especial dedicación. ¿Cómo has podido transitar exitosamente por todas?

Sí; sin dudas, la base de mi trabajo es el idioma, y el éxito que haya tenido en esas variantes que señalas es la seriedad con que las abordé siempre. Estudié periodismo entre 1954 y 1958, en la Escuela Manuel Márquez Sterling, la que entonces existía. La base técnica que allí obtuve me sirvió de soporte en todo lo demás, incluyendo el cuento literario, en cuanto a capacidad de síntesis y precisión. En el año 1960 me llamaron a trabajar en los medios audiovisuales, pues había escasez de guionistas. Como desde el principio me salían bien, nadie se preocupó de enseñarme la base técnica y, por lo tanto, tuve que aprenderla sobre la marcha e incluso llegué a hacer mis propias innovaciones. De ahí se derivaron los contratos para enseñar técnica radiofónica y, lamentablemente, dejé olvidado un librito que comencé a escribir sobre el tema.

Sé que escribiste un libro de poesía que resultó galardonado con una mención en el Concurso Julián del Casal en el año 1978. ¿Por qué ha permanecido inédito hasta hoy? Aún lo conservas? Lo publicarías si te lo proponen, o es ese un ejercicio espiritual que deseas conservar en el limbo de la ineditez?

Fui una lectora voraz de poesía, y desde muy temprano hice mis poemas, pero los fui dejando como un diálogo conmigo misma, hasta que se me ocurrió reflejar poéticamente el primer amor. Y salió el libro Así era. Gané una de las menciones del concurso Julián del Casal, y recuerdo las palabras de Cintio Vitier cuando me entregó el reconocimiento: «Su libro nos gustó mucho». Como era una mención, se suponía que la UNEAC lo publicara, pero pusieron reparos y me olvidé del asunto. Después, una profesora estadounidense que estudia mis cuentos me propuso hacerlo por su universidad, pero ya no me interesaba. Más recientemente, la Editorial Gente Nueva me ofreció publicar una versión digital, sin que llegáramos a concretar el asunto. Y ahí está.

También has escrito y publicado libros para los niños. ¿Qué te impulsó a hacerlo, y por qué son estos libros minoría dentro de tu obra narrativa?

Un día me dispuse a limpiar las gavetas de tanta papelería vieja y de pronto tropecé con un cuento infantil fantástico que me pareció bueno. Lo aparté. Y así, seguí apartando otros hasta darme cuenta de que tenía material para organizar un libro. Por supuesto, les hice los retoques necesarios y pude publicar no uno, sino dos. Los libros infantiles son minoría en mi quehacer, porque cuando los rescaté ya me interesaba otro tipo de literatura. No obstante, inicié un tercero que a lo mejor algún día termino.

En momentos en los que el mundo se debate entre la deshumanización y la banalidad, entre las guerras y el cambio climático, ¿qué papel consideras pueden desempeñar en favor de la humanidad la educación y la cultura, y dentro de estas, especialmente, la literatura?

La respuesta la podemos aportar todos. Basta reconocer qué papel han desempeñado y desempeñan en nosotros mismos esas fuentes de valores, especialmente la literatura. Y hacerlo extensivo a toda la humanidad. 

Recientemente llegaste a la respetable edad de 88 años. Muchas personas opinan que esta es una etapa de la vida donde no queda mucho por proyectar, ni algún sueño por cumplir. ¿Qué planeas, que sueñas, qué esperas aún en los ámbitos personal y profesional?

Creo que a lo largo de mi vida vi cumplidos muchos sueños, ya fueran resultado de proyectos o inesperados regalos de los Reyes Magos. A esta edad, al menos en mi caso, más que soñar se recuerda, y lo que pudiera esperarse está, en gran medida, ya realizado.

Recibiste recientemente el Premio Nacional de Literatura. ¿Qué ha significado para ti este importante reconocimiento? ¿Una sorpresa, un sueño realizado, un paso más hacia otros logros?

Sin duda, ha sido un motivo de regocijo, acompañado de un sentimiento de gratitud, tanto hacia los que me propusieron, a lo largo de muchos años, como hacia quienes me lo otorgaron en esta ocasión.

Datos de la autora

María Elena Llana Castro (Cienfuegos, 17 de enero de 1936). Narradora, periodista, guionista de Radio y Televisión, y profesora de periodismo y de técnicas radiofónicas. Está considerada como una de las más importantes cuentistas cubanas contemporáneas. Laboró en periódicos, revistas, radio, televisión, y en la Agencia Informativa Prensa Latina. Fue redactora, reportera, cronista, crítica de teatro, radio, televisión, plástica y literatura, así como especialista en temas de política internacional. Profesora de periodismo en Angola en 1987, y corresponsal de la Agencia Prensa Latina en Pekín entre 1989 y 1992. Fundadora del Semanario humorístico Palante. Ha obtenido varios premios por su labor periodística. Tiene publicados más de diez libros, incluidos dos dedicados al público infantil. Obtuvo el Premio de la Crítica Literaria en 1984. Su obra ha sido estudiada en prestigiosas universidades y recogida en antologías dentro y fuera de Cuba, y ha sido traducida a varios idiomas. Obtuvo el Premio Nacional de Literatura 2023.

 

 

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