MARÍA TERESA (Teté) ORTEGA: la traducción como oficio y esencia


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Podría decir que, en la práctica, Teté se manifestaba como una persona de naturaleza bilingüe.  Así era la excelencia de su idioma inglés, la cual, por otra parte, cultivó en la docencia con méritos de primer orden.  Teté, en el aula; Teté en las revistas y periódicos donde colaboró; Teté en las editoriales y en los círculos literarios más exigentes brillaba no sólo por el dominio del idioma sino por la vasta cultura con la que benefició un sinnúmero de encuentros, cónclaves y conferencias internacionales celebrados en La Habana a partir de 1966 en aquel torbellino donde intentábamos comprender al sitio de nuestros más legítimos orígenes, es decir, el  natural vecindario antillano al que pertenecíamos sin apenas sospecharlo. 

El arte y la literatura cubanos del siglo XX fueron testigos de la más importante etapa del oficio de la traductora María Teresa Ortega (1942-2021) quien, además, a lo largo de las dos primeras décadas del presente siglo, desplegó una carrera excepcional pues, como se sabe, Teté Ortega tuvo una jerarquía inusual en su desempeño constante como artífice de la traducción en todas sus vertientes.  Intérprete, guía, traductora simultánea y literaria su obra es una de las más destacadas de este tiempo, a caballo entre dos siglos muy singulares.

Con apasionante disciplina, se entregó, a su vez, a la difusión sistemática de las literaturas del Caribe caracterizadas por esa diversidad que las definen.  Sin prejuicio alguno, Teté podía diferenciar las variantes del inglés de los Estados Unidos, del Reino Unido, así como el habla que este idioma acunó en las Antillas Menores del hemisferio occidental. Asimismo, en otros ámbitos del planeta era capaz de seguir de cerca el discurso de sus expertos, estudiosos e intelectuales de diferentes identidades cuyo objetivo cultural no era otro que encontrar la expresión más adecuada, la más leal, a ese sentido histórico al que tanto le debemos.

Es asombroso el número de obras literarias que tradujo, por ejemplo, para el abundante catálogo del Fondo Editorial Casa de las Américas, sobre todo de títulos que conformarían uno de los más importantes aportes de esta editorial, la colección derivada del prestigioso Premio Casa, y en específico, para la categoría de Literatura caribeña en inglés o creol con libros como los de James Carnegie: Deuda saldada (novela, 1976) y de Mark McWatt: Sentencias condicionales (cuento, 2006); a la que se suman volúmenes de la colección dedicada a los escritores clásicos del continente, Literatura Latinoamericana y Caribeña, como En el castillo de mi piel (novela, 1979) y Los placeres del exilio (ensayo, 2007) de George Lamming; así como Granada: el camino hacia la revolución (ensayo, 1980) de W. Richard Jacobs e Ian Jacobs dentro de la colección Cuadernos Casa.

 

La producción de María Teresa Ortega, por su alcance y rigor, quedará registrada en la historia de las literaturas caribeñas como muestra fehaciente de su esencial contribución al mejoramiento de nuestra psicología política y social, que es decir al más cabal entendimiento entre las culturas de nuestros pueblos.

La Habana, 1ro de Julio, 2021

 


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