Marta María Pérez en el templo de su adolescencia


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“Cuando era estudiante venía y era como una especie de templo. Para mí exponer aquí es un honor, un orgullo”, confiesa Marta María Pérez Bravo refiriéndose a la muestra personal que desde el pasado viernes mantiene abierta al público en el Museo Nacional de Bellas Artes.

En realidad, la admiración ha sido mutua desde el comienzo, pues poco tiempo después de que en 1984 la artista egresara del Instituto Superior de Arte, la institución comenzó a coleccionar sus obras, contando en la actualidad con una veintena de ellas, algunas de las cuales exhibe de forma permanente en las salas de Arte Cubano.

Por eso no es de extrañar que Marta María, quien ya participó allí en un proyecto colectivo durante la pasada XIII Bienal de La Habana, fuera invitada a mostrar en solitario su obra en el consagratorio espacio; ni que esta sea, por demás, la primera de carácter antológico que realiza la artista.

“Quise presentar una panorámica desde los inicios, con fotografías que la gente no conoce ya que las hice para la tesis del Instituto Superior de Arte. Es una parte importante de mi obra porque de ahí se fue derivando mi trabajo actual que tiene una línea consecutiva, tanto formal como conceptual.

Obviamente ha ido variando en cuanto a intensiones, en cuanto a temas alrededor de la misma cuestión religiosa; inicialmente afrocubana y ahora un poco más depurada en la temática del espiritismo”.

Bajo el título de Firmeza, se exhibe en la sala temporal del segundo nivel del Edificio de Arte Cubano esta exposición que, curada por Laura Arañó Arencibia, especialista del MNBA, logra reunir cerca de 60 fotografías y 10 obras en video arte, medio en el que la artista ha estado experimentando en los últimos tiempos.

“Es una continuidad porque son videos muy breves, de muy corta duración; en los que se realiza una acción, como mismo se representa en la fotografía. No hay una mayor complicación técnica en cuanto a iluminación o set. O sea, como mismo he trabajado la fotografía: de una manera muy orgánica y natural, porque yo no tengo estudio, no uso luces extra, ni cuestiones tecnológicas muy sofisticadas. Todo lo contrario.

El estudio es la pared de mi casa y uso los elementos más simples. Concretamente, me interesa que no haya otro tipo de distracción para el espectador. Y las acciones son muy breves, usando mi propio cuerpo también. La fotografía la han hecho, indistintamente, mi hija Laura, algún amigo o alguien que tenga la disposición de ayudarme”.

Explica la artista, remisa al uso del color en sus imágenes, por considerarlo otro elemento disociador para el espectador de esos autorretratos por los que es reconocida internacionalmente.

“El uso de mi cuerpo me pareció el indicado para poder representar mis ideas. Porque el hecho de usar una modelo cambiaría completamente el sentido de la obra.

No solo es un tema autobiográfico porque uso mi propio cuerpo, sino porque hago una interpretación personal de todas estas cuestiones religiosas, de conceptos del mundo espiritual, etc. Por eso lo considero autobiográfico; no porque aparezca mi rostro, como muy pocas veces sucede.

No ha sido para mí un objetivo representar el cuerpo femenino, sino una referencia autobiográfica: yo, como mujer. Pero no ha habido un interés esencialmente feminista, ni dirigido básicamente a la mujer como tal, aunque toco el tema desde el principio, desde la maternidad. Y eso es femenino sí o sí. Pero el tema de la maternidad estaba representado de una forma autobiográfica y lo vinculé a las creencias religiosas, a las supersticiones populares, etc.”.

Con una obra de carácter performático dentro de la fotografía; “que documenta una acción”, según su propio decir, Marta María se asume, no como una fotógrafa, sino como una artista visual en el amplio sentido del término

“Porque yo vengo de las artes plásticas, nunca estudié fotografía. Fui aprendiendo las cuestiones técnicas después, ya que obligatoriamente me tuve que meter en ese mundo. Incluso, mi tesis de grado fue de fotografía.

Pero realmente me gradué de pintura, tanto en San Alejandro como en el Instituto Superior de Arte, mas no sabía pintar. Tuve la buena suerte de poderme guiar yo misma por el camino correcto y no ser una mala pintora.

Sin embargo, creo que mis estudios fueron muy importantes porque me dieron una visión plástica de la obra, aunque sea fotográfica. Y todos los objetos que uso los hago yo, por eso las artes plásticas han sido la base de mi trabajo”.

Hasta el 15 de junio próximo estará abierta al público Firmeza, una exposición que, desde su título, explicita la voluntad y constancia de una artista que ha sabido situar su obra, no sólo en nuestras más importantes galerías; sino dentro de lo más valioso del panorama de las artes contemporáneas a escala internacional.

 


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