Mucho más acá del horizonte


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Qué se puede querer si todo es horizonte. (1)

                                                                                                                      S.R.

 

Los estribillos en la música popular cubana funcionan como un elemento consustancial de la memoria colectiva de la sociedad. Sería interminable la relación de canciones con las cuales validaríamos tal afirmación. La pieza Se acabó el querer, famosa composición de Pedrito Calvo para Los Van Van, marcó un momento en los años 90, en que durante el diálogo cotidiano acudíamos a la cita de dicha frase para referirnos así a una crisis de reglas elementales de la educación formal, aunque la canción en realidad tenía que ver con la ruptura de una relación amorosa. Otra obra muy popular entre nosotros ha sido el tema Si no vas a cocinar, composición del maestro Adalberto para el conjunto Adalberto Álvarez y su Son, pieza de cuyo simpático estribillo nos hemos apropiado para justificar la despedida a una mujer con quien la relación no llegó a fructificar en algo verdadero y por lo tanto dijimos, “tun-tu-run-tu”, pero desde entonces es común utilizarla para aderezar cualquier tipo de desenlace personal. Sin embargo, esta singular asimilación del mensaje de una obra musical, al integrar códigos con los cuales nos hacemos entender entre nosotros mismos, también puede ser para el cubano un factor imprescindible en la necesidad de consolidar cimientos básicos de la ideología.

Y esto puede llegar a estar tan arraigado en la paulatina acumulación de valores ciudadanos en nuestros sentimientos, que fragmentos de canciones decisivas en esta línea de composición, nos pueden venir a la mente de la forma más espontánea porque sencillamente, los tenemos incorporados en el vórtice de los pensamientos.

Por ejemplo, si nada más revisáramos ediciones recientes del periódico Granma, podemos leer dos artículos de periodistas diferentes cuyos trabajos ilustran coherentemente tales puntos de vista. En la edición del pasado 15 de marzo del mencionado diario, el periodista Ronald Suárez Díaz en su crónica Un canto a quien no escucha, alude al espíritu solidario de la conocida Canción de Navidad al escribir sobre la cantidad de colombianos que cruzan la frontera con la finalidad de ser atendidos gratuitamente por los médicos cubanos radicados en Venezuela. Para aquellos músicos que realizaron un concierto en suelo colombiano, preocupados por la suerte del pueblo de Venezuela, tal parece que esta realidad les resulta ajena o es que quizás entiendan que no vale la pena cantarle a quien no escucha, a quien no dejan escucharme, a quien ya nunca me escuchó, justamente lo contrario de lo que aquí expone el trovador cubano en la mencionada pieza. Por su parte, Raúl Antonio Capote publica una crónica el 27 del mismo mes de marzo, trabajo que ha dedicado al Aniversario 60 de los Órganos de Seguridad con el título de Vivir sin tener precio. Si bien es cierto que todo cubano reconoce esta expresión como parte del texto de la emblemática canción El necio, a la vez en el mencionado artículo se hace alusión a pasajes de otra pieza del mismo trovador.

Se trata de El hombre de Maisinicú, tema del filme homónimo de 1973 que, bajo la dirección de Manuel Pérez, está inspirado en la historia Alberto Delgado, combatiente de los Órganos de Seguridad quien fuera asesinado por los contrarrevolucionarios en los años 60 del pasado siglo.

Esta coincidencia dada en tan breve lapso de tiempo, donde ambos periodistas a partir de las canciones de un trovador, se reconocen identificados con el calado de principios que inciden en el batallar por la supervivencia de la nación, para nada representa el resultado de una oportuna casualidad. Es la revelación hecha música de realidades que aúnan tanto a cantores y al público como participantes activos de la dinámica de profundas transformaciones en la sociedad cubana desde los comienzos del proceso revolucionario. El trovador que nos ocupa en esta crónica, conjuntamente con otros cantautores no menos significativos, ha contribuido a la creación de esta mística rebelde de la Nueva Trova, creencias que hemos asumido a partir de canciones matizadas por fundamentos que nuestros líderes políticos han definido históricamente como directrices para alcanzar el bienestar entre todos.  Cualquiera de nosotros recuerda piezas paradigmáticas que si bien conservan el carisma de la interpretación que las personaliza, además permanecen como testamentos lapidarios que resguardan nuestras razones para luchar por un mundo mejor posible.

Incluso, en diferentes composiciones de estos trovadores se presiente el riesgo de morir, pero como un desenlace natural en la existencia de todo aquel que sea capaz de entregar la vida para que los demás tengan vida. Significa la decisión de asumir con abnegación el sacrificio altruista por un bienestar supremo, donde los intereses personales ceden en aras de la colectividad. Según el mensaje de una de sus canciones (2), los problemas de la sociedad no se pueden resolver a partir de la toma de decisiones radicales de emergencia si no se tienen en cuenta los argumentos del amor en su mayor amplitud. Precisamente, cuando el pueblo se adueña de otra de las tantas canciones definitorias de su repertorio como ha sucedido con Por quien merece amor es porque se ha interiorizado el concepto de que el precio de nuestra existencia, se encuentra abalado por la estatura moral de un amor infinito hacia todo aquello que tenemos en alta estima los cubanos de estos tiempos, sentimiento latente en la propuesta poética de esta obra en cuestión. Traduce con limpieza, hondura y originalidad creativa, las convicciones de una entidad donde truenan las ideas al ejercitar la maestría autoral desde el optimismo que le llega de las entrañas recónditas de la cultura cubana. Basta acercarnos a otra de esas canciones telúricas, El Necio para vislumbrar las señales de una fidelidad inconmensurable al pueblo del que nació como raíz nutriente de una prédica que lo lleva a apostar por la forma de vivir que hemos escogido como sociedad, por encima de contradicciones y dificultades de todo tipo.

Nos continuaran llegando noticias acerca del dirigente que en una alocución pública, se apoyó en pasajes de una conocida composición del trovador mientras que descubriremos huellas de los versos de otras de sus piezas en el rastreo de las crónicas. Quizás este poema de Benedetti, pueda ilustrar la cercanía del cubano al aliento emancipador de tales canciones tomadas del horizonte: “La verdad es que todo lo que amamos/todo lo que nos duele y lo que somos/existe más acá del horizonte.” (3)

 

Notas:

(1) Verso de la canción Hoy no quiero estar lejos de la casa y el árbol de Silvio Rodríguez.

(2) El problema, canción de Silvio Rodríguez.

(3) Estrofa final del poema Más acá del horizonte de Mario Benedetti. Doctores Honoris Causa de la Universidad de La Habana. Arnaldo Rivero Verdecia. Tomo II. P. 489.Editorial UH 2017.


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