Nadie ha podido imitarla


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Rita Aurelia Fulceda-Montaner y Facenda (Guanabacoa, 20 de agosto de 1900-La Habana, 17 de abril de 1958). es cubanía, así como “El manisero” y “¡Ay! Mama Inés”. Su voz inmortalizó el pregón más famoso de Cuba, endulzó el café de muchos, dio vida a Cecilia Valdés y habló de amor al Siboney.

Julio Gonzalo Elías Roig Lobo nació en La Habana el 20 de julio de 1890. Comenzó como violinista en los teatros y pianista acompañante del cine mudo. Dirigió la Orquesta Sinfónica de La Habana. Su antológica criolla-bolero Quiéreme mucho ha sido interpretada por las figuras cimeras de la cancionística nacional y notables divos foráneos como Libertad Lamarque y Pedro Vargas. Compuso, además de Cecilia Valdés (1932), otras zarzuelas: El baratillero (1913), A La Habana me voy (1916), La Habana de noche (1936). Falleció en su querida ciudad el 13 de junio de 1970

-¿Maestro, ¿podría decirnos cómo conoció a Rita Montaner?

Yo conocí a Rita haciendo obra en teatro, porque ya ella había sido un suceso. Quien me la presentó fue el maestro Eduardo Sánchez de Fuentes. Yo le dije: "Maestro, ¿ ya que tiene tantas relaciones, tantas amistades, por qué usted no organiza unos conciertos de nuestra música"? (Porque no sé si sabe que la sociedad habanera ha creído siempre un delito cantar una canción cubana, no así en las épocas anteriores en que las cubanas cantaban sus canciones, sino esta sociedad de la República). "Yo he visto cosas admirables en México, le decía, he visto frente al monumento de Juárez miles de niños cantando la canción mexicana, ¿por qué aquí no cantan"? Y él me respondió: "Chico, vamos a estudiarlo". Entonces él hizo ese tipo de espectáculo, desde luego, con traje de calle y ahí es donde Rita Montaner se presenta por primera vez ante el público, y fue un verdadero suceso. Ya estaba casada con el doctor Alberto Fernández, y era además muy buena pianista, así que se acompañó ella sola en muchas cosas, y salió una verdadera revelación. Recuerdo que la primera vez que ella cantó, interpretó un tema de Sánchez de Fuentes que se llamaba "Por tus ojos", y en el mismo programa, "Funeral", de Lecuona; y te digo que fue el éxito más grande que yo conozco de presentación como debut en el teatro. Después ella actuó en el estreno de una zarzuela, Niña Rita, y más tarde volvió al teatro con nosotros, en el Martí, pero ésa era ya otra Rita, ya era Rita un poco... indisciplinada, pero con gran éxito. Yo tengo la partitura de la canción de cuna de Cecilia Valdés, que luego que ella la cantó, yo mismo escribí abajo: "a la más grande intérprete de esta canción". Eso nunca lo supo, nunca se enteró de esa dedicatoria...

-Maestro, ¿y por qué existía en esa sociedad, a principios de la República, un sentimiento en contra de la canción y de la música nacionales?

Yo creo que era un prejuicio tonto, por una parte. Por la otra, puede ser que se tuviera alguna razón. La época aquella que podríamos llamar "La Habana de noche" hacía que los muchachos de la sociedad habanera repitieran después en sus casas, o se les fuera allí, una serie de canciones de los trovadores del café y de la calle, y muchas no eran dignas, para ser cantadas en sociedad. Eso, por una parte, y por otra ese eterno complejo de la Malinche que nos ha cercado toda la vida, ese desdén por las cosas nuestras, ese no estimar lo nuestro. Y el caso es que la sociedad habanera no cantaba canciones cubanas, era muy raro, digamos, una mujer como María Cervantes, que entonces hacía una vida social muy intensa, sentada al piano y cantando sus guajiras, sus canciones. El resto de la sociedad habanera no las cantaba.

-¿Y por qué usted considera que perteneciendo Rita a esa sociedad que repudiaba nuestra música, se integra a ella?

Ella era hija del doctor Domingo Montaner, que yo conocí. Él le dio una esmeradísima educación: la puso a aprender idiomas, francés, italiano e inglés, fue muy buena pianista. Pero como usted sabrá, aún cuando ella pudo haber sido una artista integrada totalmente a todas las capas sociales, Rita se desvió. A veces yo me pongo a pensar; ¿qué pretendió Domingo, su padre? Quizás que un hombre de su categoría moral, que no supo hacer dinero, que no engañó, que repartió mucha medicina gratis y preparó a su hija para profesora de piano, de solfeo, traductora... fuera el esposo de su hija. Y cumplió con ese sagrado deber, casándola con Alberto Fernández, que era un hombre de honor, inteligente, con un gran prestigio en la adjudicatura, en el foro, atendido por jueces y magistrados, y fallece. Y, sin embargo, la vida de Rita demuestra que estaba en total antagonismo con aquellos propósitos del padre. Supongamos un fracaso matrimonial: Rita hubiera entrado de lleno en el mundo del arte, pero el lugar si artísticamente fue un ascenso, personalmente acabó en un descenso. Si ella hubiera conservado su personalidad paralelamente a aquel ascenso, nosotros no hubiéramos tenido a Rita Montaner en Cuba, porque si Josephine Baker fue la sensación en Francia, Rita la hubiera sido triple, por la calidad de su arte, por la figura de mujer, por su belleza exótica. Entonces nosotros no la hubiéramos podido gozar... Pero, en fin, llegó un momento en que se hizo intratable...

-¿En qué época se puede enmarcar esa transición?

Después que ella hace un viaje a París, en el 29. Entonces es cuando Rita cambia, después va a México y es ahí que tiene aquel horrible altercado con Toña La Negra. Y en 1930 se va a los Estados Unidos... Ella a mí me quería mucho, pero era temible, y esos arranques le costaron la salida de la empresa del Teatro Martí, donde por poco desnuda al tenor, Arturo Midas, un gran muchacho, haciendo el dúo de María La O, en el tercer cuadro. Y por poco lo desviste, cosas de loca.... El dúo ese es amoroso, pero lleno de dramaticidad, donde ella le reclama un amor engañado, y empezó por quitarle la corbata, el saco, y acabó rompiéndole la camisa.

-¿Pero lo hizo debido a su temperamento?

No, no... A Rita la pierde una cantidad de amiguitos y amiguitas que entendían que todas esas cosas eran sus genialidades. Y cuando se le llamaba: "Rita, no hagas eso"; nos respondía: "Ah, ustedes con su vida antigua". Y si le insistías: "No es cuestión de vida antigua ni nada por el estilo, eso te perjudica ante las empresas por un carácter sin disciplina, sin respeto a nada"...; Volvía con lo mismo: "Bueno, yo hago lo que me da la gana". Y todos esos amiguitos y amiguitas decían: "Rita es genial, ¿viste lo que hizo"? Eso para mí fue un momento de locura. Incluso he llegado a pensar si el cáncer que la devoró no le destruyó algún centro nervioso y produjo aquel cambio tan extraordinario en su carácter.

-¿Y ese problema no partiría de su realidad racial?

Pudiera ser, pero mira, Alberto Fernández era mulato también, y sin embargo tenía un prestigio dentro del foro. Y por frustración amorosa tampoco. Y es que ella vivió en una sociedad, pero con cierta reserva, ella estaba bien instalada en la sociedad, no en la aristocracia, sino en una capa social media muy bien instalada.

Rita tenía que repudiar a esa gente que discriminaba a su madre y a ella misma. Las niñeras que tuvo en Guanabacoa eran dos negras igual que su madre, la relación entre ellas es un acercarse a su propia realidad a través de los conflictos que ella afrontaba en ese medio discriminador, por lo cual no podía sentirse bien. Y cuando se le presentó la primera oportunidad con respecto al teatro, rompió con todo.

El teatro le dio la oportunidad de evadirse de esa traba. En cuanto tuvo una brecha así, quizás se desorbitó, no le quedó una brida de aquellos frenos. Yo recuerdo una vez, sin haber pisado todavía el teatro, cuando llenaba los conciertos de Eduardo Sánchez de Fuentes que le procuraba relaciones con todo el pueblo, con el hermano que era senador, gente conceptuada como gente bien, ella cantó algo que alborotó al teatro y yo, que dirigía todo aquello, subí al camerino y Rita me dijo: "¿Qué le parece la sociedad, eh? Tiene razón Guillén". Cuando aquello estaba el lío del Sóngoro Cosongo, aquello de "cuando yo llamo todos responden por mí". Y sin embargo Rita no tuvo quejas de esa sociedad, a Rita se le ha dado un cheque por mil pesos por ir al Tennis Club a cantar.

Sí tuvo quejas, Maestro. Hablando con Violeta Vergara, Rita le contó que siendo muy joven, durante una velada junto al marido, estaba cantando y empezaron a reírse y a burlarse de ella, a molestarla, y dice que fue la primera vez que soltó un coño. Era una forma de vengarse de esa sociedad que la repudió en principio. El matrimonio con Estévez, hombre de la alta sociedad habanera, fue para demostrarle su poder a la familia de él que la repudiaba. O sea, que hay algo de complejo racial en todo esto.

Ella siempre fue una rebelde, a ella no le gustaba aquella vida. Y Alberto nunca se conformó con aquel estallido de Rita. Posteriormente viene el divorcio.

-¿Usted cree que si ella hubiese continuado su carrera por esa otra línea de concierto, con sus condiciones histriónicas, con ese tipo de repertorio, habría llegado a ser una artista de grandes éxitos?

Oh, sí, cómo no, pero no en esa vida que llevaba. Tenía una gran cultura musical, ella obtuvo, fíjate, uno de los tres premios de ese Conservatorio, que era de gran calidad. Rita hubiera sido una gran recitalista. La ópera, ...su resistencia vocal no la hubiera podido resistir, hubiera sido una artista de vida muy breve en eso. En el recital sí, porque ella además de hablar bien otros idiomas tenía un concepto cabal de cada autor que interpretaba. Yo pudiera asegurar que más de un compositor le debe a la interpretación de Rita Montaner el posterior respeto inspirado.

Yo creo que uno de ellos es Gilberto Valdés.

Gilberto es uno de ellos, su "Sangre africana" no tendrá en la vida quien se la interprete como Rita Montaner. Porque, además, el aporte que ella hacía, cuando estrenaba una obra o una canción quedaba -como dicen en Italia-, como cosa facultativa para los posteriores. Es decir, que los propios autores respetaban aquella creación que ella hacía sobre la propia creación que era la obra. Bien sea un ritardando, un calderón, una expresión que el compositor la pensaba violenta y ella, al contrario. Tal y como por ejemplo ha pasado con esta grandiosa cancionetista nuestra, Esther Borja, que hubo canciones que en su voz fueron totalmente distintas a como las concibieron sus autores, pero que con ella han ganado extraordinariamente. Ésa fue también una facultad de Rita Montaner.

-Usted ha sacado un buen ejemplo con Esther Borja, una mujer con una rica trayectoria, sin tener una variación aún.

Exactamente. Esther es una gran artista nuestra. En Cuba la figura de Esther en la canción es lo que España se honró en reconocer a Raquel Meller, México en su Toña La Negra, los Estados Unidos en aquel Al Jolson, la Argentina en la Quiroga, sólo que los cubanos nunca, nunca -el complejo de la Malinche del cual yo hablaba- nunca hemos querido decir: nos descubrimos ante esta figura extraordinaria que se llama Esther Borja. Es más, en mi opinión tiene hasta el mayor elogio que puede merecer un artista en su vida: nadie ha querido imitarla, no por no querer sino por no poder.

-Haciendo un análisis entre ellas dos, ¿por qué usted cree que Rita logró esa gran popularidad que le faltó a Esther Borja?

Por la personalidad de Rita, por su temperamento, sus interpretaciones, lo polifacética, que eso no lo tiene Esther Borja. A Esther Borja usted no puede sacarla de la canción romántica, pero Rita hacía eso mismo y además interpretaba lo negro como pocas han podido interpretarlo, y lo interpretaba en alemán, en español, cualquier cosa que usted le diera. Y eso la comunicó directamente con las grandes masas. Cuando ella cantaba esas cosas folclóricas negras estaba en presencia de uno de sus ancestros.

-¿Cuál es el proceso de transformación necesario para que una mujer de esa extracción social, con esa educación musical, ese talento, sufra un cambio en su personalidad tan radical que la lleve a ese estado, y a interpretar esos cantos negroides tan difíciles con la calidad con que ella los interpretaba?

Usted sabe que Guanabacoa, como Regla, es cuna de los santeros y la otra de los ñáñigos; no tiene la primera un solo habitante que no posea una ligera idea, aunque sea somerísima, de los cantos de la santería, como hay individuos en Regla que sin ser ñáñigos hablan abakuá con cualquiera. La casa de Rita era muy frecuentada desde niños por Bola de Nieve, por la mamá de éste, que conocía muy bien los cantos de santería. Y todo eso aparte de lo ancestral de Rita Montaner, que no tiene nada particular que entre las cosas que ella haya escuchado en su cuna pudieran ser esos cantos. En una artista de la capacidad interpretativa de Rita Montaner a mí me parece fácil que eso florezca y que llegue a tener un dominio perfecto de eso. Ella me estrenó una obra, "Lamento negroide", y al interpretarlo me dice: "Maestro, esto yo lo he oído de otra manera, en Guanabacoa se canta con este ritmo". Y yo le dije: "Ven acá, Rita, ¿y te parece de un mérito grande esa interpretación"? "Bueno, Maestro", me responde, "sí, yo le oí esto a un hombre de ochenta años y lo que yo le puedo decir de los cantos religiosos es que son litúrgicos". "Y cómo", le insisto, "yo tomé esto de oírlo al lado de mi casa, y del barrio del Manglar, tan antiguo como puede serlo el tuyo, allá en Guanabacoa, ¿cómo se produce esta mezcla, todo esto"? "Bueno", respondió, "de eso a mí me han hablado muchas personas: Sánchez de Fuentes entre otros, buscando datos y yo tampoco he podido explicárselos". Pero ante lo que ella me dijo me fui a otro barrio muy antiguo y muy habanero y muy negro, que es el de Jesús María, y me encontré que eso mismo ahí lo cantan de otra manera, y hasta con las letras cambiadas. "Maestro", me sugirió ella, "yo lo voy a llevar a tal ritual que va haber y efectivamente, escúchelo ahí". Lo cierto es que por aquella cosa de Rita Montaner y cultivar yo esos géneros, me he metido en infinidad de ritos, logias ñáñigas, africanas puras, congas, estuve estudiando, hasta a Güira de Macurijes he ido, y lo he comprobado: nada es uniforme. Lo contrario del sur de los Estados Unidos, que usted oye una música negra en Tennessee y oye lo mismo en las algodoneras del Mississipi. Nosotros aquí no. Me han llegado a asegurar que hasta los ñáñigos, que eran los que más conservaban la pureza en su liturgia, ya no se comportan así.

-¿De alguna otra forma se reflejaban en Rita los problemas raciales, el complejo de ser mestiza?

Sí, cómo no, pero no hablaba nunca de eso ni molestaba a nadie por esa causa. Ella ridiculizaba, hacía imitaciones... Yo le decía: "cuando ya tú no tengas belleza ni voz, cuando no se te pueda llevar a un teatro ni para exhibirte en un sillón, tú tendrás una larga vida artística en tus imitaciones". En esas imitaciones era donde yo le veía una válvula de escape a Rita, cuando imitaba con una gracia extraordinaria a una cantante rubia de la época. También imitaba a Hortensia de Castroverde, era una tremenda mimetista. Y cuando cantaba la pobre Hortensia Coalla, Rita se iba a la primera luneta, pagaba su asiento y decía: "Hoy vengo a ver aquí a la diva esta", en voz bien alta.

Sí, Rita sentía lo negro. Yo fui uno de los pocos hombres respetados por Rita. Tanto es así, que cuando ella vio a Agustín Rodríguez y salió del cuarto, me dijo: "Maestro, yo tengo eso que tiene Agustín". "Ay, Rita, no seas loca", le digo. Y efectivamente, lo tuvo. Lo de ella fue un cáncer. Recuerdo que nosotros tuvimos un pequeño altercado, y le dije: "Chica, si no me tratas más yo te lo voy a agradecer; me da pena porque yo respeté mucho a tu padre". Y también me acuerdo que dos o tres días antes de morir yo fui a verla y me preguntó por mi niña, que era chiquita y ahora tiene 13 años. Lo que quería decir tenía que escribirlo en una pizarrita, la pobre, y me escribió esto: "Estoy arrepentida de todo lo que he hecho". Quizás sea vanidad personal, pero yo creo que aquella criatura, sabedora de la amistad que yo le tenía a su padre quiso justificar su último momento conmigo. Entonces se le dio aquel gran homenaje por televisión, y yo fui, y al otro día vino Rodney a darme las gracias en nombre de Rita, porque yo ya había estado atacado por aquel amago cardíaco, y hasta decían que me iba a morir y ella me vio, y quiso que vinieran a darme las gracias personalmente. Yo, precisamente, llevaba a mi niña conmigo, y ella adoraba a la niña. Rita ha tenido una trayectoria tan zigzagueante que sería cuestión de ir escribiendo en un diario las distintas épocas, y las distintas facetas de su personalidad. Ella merecía un estudio sobre su personalidad, porque es tan disímil en períodos tan estrechos... Llevaba ella no sé cuántos cabildos metidos en el cuerpo. Lo que sí le puedo decir es que Cuba no sabe aún quién era Rita Montaner.

Tomado de La Habana Elegante http://www.habanaelegante.com/home/Indice.html


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