Qué color tiene Van Van


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Foto: Iván Soca

Tarja develada el 5 de agosto de 2019 por Samuel Formell y el ministro del cultura, Alpidio Alonso, en la esquina de 23 y P, Vedado, La Habana, Cuba. 

Jueves 4 de diciembre de 1969…

La tradición estaba más que definida. En decena de hogares la noche del día 3 de diciembre se encendían velas para recibir con buenos augurios a Santa Bárbara bendita, de acuerdo a la tradición católica; pero para muchas personas era más cómodo y fundamental llamarle Changó. En muchos de aquellos hogares cubanos que tenían un tocadiscos era habitual que la voz de Celina Gonzáles acompañada de Reutilio fueran los heraldos que amenizaran “el velorio”.

Es miércoles 3 de diciembre de 1969. A manera de conjurados un grupo de hombres de música cubana se reúnen en el lugar X que han definido. Hace al menos dos años que trabajan juntos; la última vez que formaron parte de una orquesta estaban en el show del Cabaret Caribe del Hotel Habana Libre; era la charanga del guantanamero Elio Revé y desde hacía al menos dos meses muchos de ellos ensayaban fortuitamente en busca de nuevos horizontes. Todo fue así hasta un día en que tras una presentación llegó la ruptura final.

Este miércoles 3 de diciembre en el nombre de Changó se abrían las puertas a un nuevo capítulo de la música cubana y el pensamiento de todos –lo mismo que el de aquellos que confiaron su suerte a los milagros de “Clavelito” –era que la suerte les acompañara a futuro.

Juan Climaco Formell Cortina y sus compañeros de aventuras definieron su suerte; y sin proponérselo la de parte importante de las siguientes generaciones de cubanos.

Al amanecer del 4 de diciembre de ese año 69; además de soñar toda una nación con los Diez millones de toneladas de azúcar, de ir en busca del sueño del futuro luminoso y de aceptar por una vez que a la luna se puede ir y regresar sin sus aretes; un nuevo estribillo sería entonado hasta el infinito: “…van van… yo sé que van van…” tras el ataque de los violines.

Martes 4 de diciembre de 1979…

Era la hora de festejar los primeros diez años de existencia de la orquesta. Tenían ya algunos discos y sobre todas las cosas a la gente común le gustaba repetir sus estribillos y en los bailes salían complacidos. Ciertamente era Formell quien escribía el grueso de los temas hasta ese momento y ciertamente había logrado dar en la diana.

En estos años trascurridos, además del baile, se había apostado a musicalizar poemas y que la gente lo asimilara, igual suerte corrieron un par de boleros. Pero el fuerte eran los temas que cantaba el Lele, y que posteriormente fueron alternados con los que ejecutaba Lazarito Morua hasta que llegó la hora de Pedrito Calvo; que no tenía las dotes vocales de los anteriores pero era carismático y a la gente le gustaba.

Ciertamente los seguidores de la orquesta de Formell –los primeros vanvaneros—no eran ni remotamente las legiones que vendrían después. Había cierto sector del público que los denostaba; eran los mismos que en esa época consideraban a la música popular cubana “pasto en que se alimentaba el lumpen proletariado de estos tiempos”; lo mismo decían de otras orquestas en boga aquellos años y de sus propuestas. Recuérdese el “affaire Irakere” y su Bacalao con pan” o aquellas propuestas con las tradiciones afrocubanas.

Sin embargo; la historia cobrara un alto peaje a los que no creyeron en las propuestas musicales de aquellos años. Dos nuevas legiones de cubanos habían nacido en estos años y suyo será el reino de esta música.

Era tiempo ya de comenzar a definir el sonido que se estaba creando por parte de la orquesta. de reconocer que aquellas propuestas de Changüito –José Luis Quintana, el baterista que entro por Blas Egües meses después de fundada la orquesta—merecían ser tomadas en cuenta. Que su modo de ejecutar el instrumento era fundamental. Lo mismo pasaba con Pupy (Cesar Pedroso, a quien fueron a buscar a su casa en Pogolotti para que se retractara de abandonar a Revé y arriesgar su futuro).

Barajando nombres se llegó al de Songo – que descompuesto en sílabas se refiere al género matriz del que se parte (el son) y la partícula go (que viene de la lengua inglesa y significa “vamos”)—y entonces más que estructurarlo teóricamente (ese será trabajo de los estudiosos) hay que hacerlo sonar y que mejor complemento que dar paso a los trombones para reforzar la orquesta.

Ciertamente los trombones era parte importante del sonido desarrollado por la música salsa desde los años sesenta –el Pello y su genio se adelantaron a Pacheco y a Massuchi en el uso de ese instrumento—y aquí en Cuba ya el conjunto Roberto Faz le usaba desde que entro Julián a ejecutar ese instrumento para reforzar armónicamente los Mosaicos; esa joya musical que ha soportado el paso del tiempo.

Los trombones de Van Van sonaban a contratiempo, iban en oposición al unísono de la salsa y eso marcó la diferencia.

Y con los trombones llegó la oportunidad para que Pupy Pedroso empiece a escribir sus temas; y que en un ataque de furia musical Formell escribiera La Sandunguera (esa versión moderna de aquel paseo llamado “El sungambelo”; que atormento a la sociedad cubana del siglo XIX) y que el grito de guerra en la voz de Pedrito Calvo movilizara a todo un país: “…. Sandunga…. Sandunguera…”

Lunes 4 de diciembre de 1989.

No hubo tiempo para celebrar por todo lo alto los quince; esa fiesta que marca el paso de la infancia a la juventud primera;  al menos para celebrarlo como muchos lo hubieran deseado. Pero hubo jolgorio en el mismo momento en que los Van Van se unieron a la voz del trovador Silvio Rodríguez y grabaron tres temas: Llegué por San Antonio, Canción urgente a Nicaragua e Imaginada. Aquella mezcla fue una bofetada a quienes decían que “promovían lo chabacano en un país de una amplia cultura trovadoresca y donde lo popular había sido reducido a cenizas por lo que se estaba proponiendo.

Hay quienes no entienden el paso del tiempo, que las generaciones se suceden y que a cada generación corresponde su propia música. La lista de seguidores para este instante sigue creciendo. Ahora se comienzan a abrir las puertas del mundo. Europa en lo fundamental y en aquel continente España es la plaza más fuerte.

“No somos el típico grupo que viene a cantar la guantanamera”; declararía Formell ante una pregunta insidiosa. Y estaba en lo cierto. Para este momento ya el songo estaba casi listo; solo que su fuerza musical estaba en el golpe del bajo de Juanito y en los tumbaos de Pupy, mientras que el cierre la daba “Chango el misterioso”.

El entorno musical estaba cambiando vertiginosamente al comienzo de la década de los noventa. José Luis Cortes, “el Tosco”; que había sido parte de los conjurados aquel jueves 4 del año 69; ahora imponía el ritmo de los tiempos. Él había sintetizado sus experiencias vanvaneras con su filiación irakeristica y junto a su “compinche” el Germán Velazco lanzaban un sonido al que llamaron timba. Y si eso no bastaba el viejo Revé volvía estar en el candelero musical, lo mismo que Adalberto y otros nuevos nombres.

Había que reinventarse y esa asignatura Formell y sus músicos la habían aprobado más una vez.

Pocas veces en la historia y la tradición musical cubana del siglo XX un ejercicio creativo había logrado ser trascendente y notable como la jugada propuesta por Formell; si el asunto era timbear hagámoslo pero desde mis condiciones: una voz novedosa y ajustada a estos tiempos y sustituir a Changüito por Samuel, el hijo.

Tales cambios, fundamentalmente el segundo, significaba reinventar el songo; redefinirlo estructural y socialmente. Era, simplemente, cambiarle el paso al bailador, para decirlo en buen cubano. Ahora la fuerza se transfería del bajo a la batería jazzística y se regresaba a ese decir rumbero y había que expresarlo musicalmente y los versos de un poeta sirvieron de manifiesto: Eloy Machado, “El Ambia” presto su lírica: “soy arere… soy conciencia… soy orula…”.

Los Van Van comenzaban a ser “la patria musical de los cubanos y en sus temas y voces estaban presentes los hijos de esta nación sin importar color o credo.

El mundo comenzaba a entender que la música que se había hecho en esta isla por mucho tiempo era tan importante y trascendente como aquella que muchos habían tomado como escudo para no entender los procesos de una etapa de la historia.

 Sábado 4 de diciembre de 1999.

A todos sorprendió la noticia: los Van Van ganaban un GRAMMY y entraban en el selecto club de los músicos cubanos a los que la suerte en ese evento le sonreía; hasta ese momento era Chucho Valdés quien imponía el paso (y lo hará por los años siguientes).

El disco premiado nunca vio la luz como la tropa formeliana esperaba; pero en toda Cuba y en parte del mundo se escuchaba, se bailaba y se aprendía como si fuera la biblia sonora de la timba.

Han pasado treinta años de aquella noche fundacional. El peso de los años se hace sentir ya en muchos de los fundadores que poco a poco ceden su lugar a nombres nuevos, a instrumentistas con ideas renovadoras y con unas ganas de hacer música cubana que pocos imaginan.

Formell vuelve a correr otro riesgo y abre las puertas de su orquesta a una voz femenina. No es la primera vez que lo hace, solo que esta vez es de forma permanente. Yenisey Valdés será desde ese momento Yeny Van Van.

La leyenda Van Van se instala en el imaginario colectivo, es parte de la historia de cada familia cubana; tal es su impronta y sus dinámicas que aquellos detractores originales (epatantes y seudos intelectuales que se avergüenzan de los suyo, como les llamara cierta vez Alejo Carpentier) se someten a una purga cultural y son abanderados de la era Van Van, aunque nunca hayan cruzado las puertas de un local donde la orquesta esté tocando y sus seguidores repitan a coro cerrado cada tema, cada estribillo.

Pedrito Calvo ya no está a estas alturas en la orquesta, pero sigue siendo la gran leyenda de la misma. La vida es un camino de sustituciones; lo mismo ocurre con Pupy que decide volar en busca de sus propias metas; solo que su salida deja muy definido un camino: tras el piano se puede innovar, recrear pero la ruta obligada es la que trazara “el hijo de Nené”.

Pedrito Calvo se perderá en sus recuerdos y en la gloria pasada, aunque conserve su blasón de ídolo; mientras Pupy volverá al candelero y será una referencia para quienes tomen el camino de la música.

Treinta años han pasado y los adolescentes de ayer hoy militan en las legiones de vanvaneros que hay dispersas por toda la geografía mundial. Comienza la tradición y lo mismo que las costumbres escuchar a Van Van es parte del culto a la cubania más raigal.

Viernes 4 de diciembre de 2009.

La timba brava, la que cambió las dinámicas de la sociedad cubana ha sido sustituida por una forma de hacer música que ha trastocado todos los presupuestos conocidos. Todos se pliegan a ella y en nombre de una “urbanidad” condicionada pocos osan cuestionarla musicalmente; de dientes para fuera hay quienes la satanizan pero en su fuero quisieran tener el espacio sobre el que se han impuesto.

Formell sabe que es un nuevo reto, que es hora de echar a andar la imaginación y la creatividad. Hay que aprovechar todo el tiempo posible. Entonces apela a su viejo arsenal de influencias y vivencias sonoras; del baúl de sus recuerdos extrae notas de Radio Kramer, revisita lugares y sonidos que conserva frescos en la memoria y se lanza al ruedo; y como ya es costumbre gana esa mano.

El signo de los nuevos tiempos en hacer coincidir los intereses de todas las generaciones posibles y en un acto paternal –que no paternalista—y de madurez humana y musical comparte (y comienza a trasferir poco a poco) el espacio y liderazgo con Samuel su hijo; tal es así que poco a poco el songo se desplaza del bajo a la batería; tanto que se habla de un neo songo donde el golpe del funky y el jazz se mezcla con el sonar de aquellos cantos primarios, de esa ritmática cubana que  se llama clave o cincquillo; o simplemente es una moña nueva que hay que entender y que se goza.

La vida sus cartas y Formell, Juan Climaco el fundador, toma la senda de la inmortalidad, parte al eterno oriente; a encontrarse con su creador. Luto nacional; hijos abandonados por su padre cuando era más necesario (así se sintieron los vanvaneros al escuchar la noticia) y la constante pregunta: que haremos sin ti San Juan Formell de todos los sones, boleros y rumbas; a qué música debemos acudir cuando el cuerpo pida alegría.

Sin embargo; no hubo traumas profundos ni graves; la era Van Van estaba siendo diseñada para que sobreviviéramos sin el hombre del bajo que viene “…halando las cuatro cuerdas…”.

Ruptura o continuidad. Qué rumbo tomar. Sencillo: Van Van es un camino, una ruta que no se bifurca ante las adversidades. Samuel apostó por la enseñanza, por lo aprendido y a su favor tomo las riendas con la confianza de todos. Hay Van Van para rato.

Solo que esta vez hay un regreso a la familia, a aquel sueño de “papi” de que estemos todos lo más cercano posible y a esa unión le han llamado Legado.

Hay un mundo y una era Van Van que sobrevive al cambio climático y a los conflictos regionales; que está por encima de guerras fratricidas y conflictos de baja intensidad; su arma un misil llamado Songo que va directo al centro de la alegría de los hombres.

Miércoles 4 de diciembre de 2019.

Comienza un  nuevo día  y no tengo noticias de Van Van que contarles. Simplemente es hora de celebrar sus bodas de oro con la música cubana, con sus seguidores, con aquellos padres que han dejado a sus hijos y nietos como patrimonio una música nacida del sueño.

Hoy pondrán en muchos hogares flores a Changó; otros rezaran una plegaria a Santa Bárbara Bendita mientras que será una rareza escuchar la voz de Celina Gonzales. Sin embargo, en todos esos hogares, en todos esos rincones alguien se hará una pregunta común: qué traerán los Van Van cuando saquen el próximo disco.

 

De ello les cuento el martes 4 de diciembre de 2029.


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