Vilma, la fortaleza de una mujer rebelde


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Vilma Espín en una cañaveral.

No había lugar de Cuba, por apartado o distante, que Vilma Espín Guillois no hubiese visitado. Esa mujer activa no dudó por un momento, bajar en un winche junto con los trabajadores de las minas de Matahambre y adentrarse en el corazón de la tierra en una de las excavaciones más profundas de toda América. Su objetivo, ver en qué condiciones trabajaban los mineros.

En una visita a Buey Arriba, ideó unos talleres para enseñar a las mujeres a hacer muebles de mimbre para promover una forma de empleo en la zona. Luego replicó la iniciativa en el poblado El Brujo en Santiago de Cuba.

Son estas algunas de las historia de los viajes por toda Cuba que le vienen a la mente a la Teniente Coronel de la Reserva, Alicia Martínez, quien durante 30 años acompañó a Vilma. En las visitas a los centrales azucareros -recuerda- nos enseñó cómo hacer cloro con las cenizas del ingenio. “Ella nos decía: la mitad del cubo de cenizas y la mitad de agua, lo dejas reposar de 24 a 48 horas y ahí ya tienen el cloro muchachitas”.

Estas son algunas de las facetas aún poco conocidas de la vida de Vilma. “Ella estudió ballet durante siete años, le encantaba el deporte y participó en el equipo de voleibol de la Universidad de Oriente (UO), era parte del coro y le encantaba la música instrumental; pero para ella no había nada tan sabroso como bailar una conga en las calles de Santiago”, repasa Alicia.

Vilma Espín en la Universidad de Oriente.

Todo lo que aprendió como estudiante de Ingeniería Química en la Universidad lo fue empleando y aplicando en proyectos concretos. Recuerda su escolta como desde su época estudiantil comenzó a estudiar de qué manera se podían embotellar el Pru Oriental. Otra de sus pasiones eran las plantas medicinales.

“En el Período Especial, todo el líquido de freno de las Fuerzas Armadas se hizo a partir de una compaña promovida por ella para recoger las semillas de la higuereta y a partir de ahí obtener ese producto. También utilizó las semillas de amaranto para enriquecer el pan de las embarazadas”

Como directora de desarrollo de la Industria Alimenticia en los primeros años de la Revolución batalló para que las compotas de los niños se hicieran con frutas tropicales producidas en nuestro país.

En la Industria Ligera, también dejó su impronta, le encantaban los tejidos y diseñar ropa. Quitrín fue otro de sus proyectos para el recate de la ropa tradicional cubana blanca, bonita, fresca. Fue una mujer de muy buen gusto. Junto con Eusebio soñaron el proyecto, fueron a visitar la casa donde lo ubicarían “Eran un dúo muy especial, muy soñadores, pero muy realizadores a la vez”.

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Vilma y Raúl

“... Vilma nació rica, hermosa e inteligente. Todas las categorías de las clásicas princesa de los cuentos de hadas. Pero su palacio encantado fue la lucha revolucionaria y su príncipe azul un pequeño rebelde con rostro adolescente (…)”.

Acertada descripción escrita por Celia Hart Santamaría.  Así también lo recuerda Alicia, “sacrificó todo, pertenecía a una familia económicamente acomodada y no necesitaba meterse en política. Ella se jugó la vida, porque la lucha clandestina era muy peligrosa. Estuvo en las calles de Santiago enfrentándose a los esbirros de la tiranía”. Decisiones como estas cambian la vida y nos permiten medir la grandeza de personas como Vilma.

La fortaleza de la dulzura

Vilma junto a Alicia Martínez

Las puertas de la oficina de Vilma nunca estuvieron cerradas, no existía intercomunicador, todo era a viva voz. Un cúmulo de emoción y nervios recorría el cuerpo de la joven Alicia cuando con 26 años le dieron la tarea de acompañar a la presidenta de la Federación de Mujeres Cubanas. Su corazón se aceleró mucho más cuando la jefa llamó en alta voz, ¡Alicia!, por primera vez.

“Yo sentí  una responsabilidad muy grande y todos los días fui aprendiendo a su lado. Era una escuela permanente porque sabía de cocina, deporte, pintura, de todo. Al compartir a diario y ver su calidad humana,  iba creciendo cada día mi admiración por ella”.

No existía el tiempo en aquel despacho. “Trabajaba sin ver el reloj, vivía sin hora. Mañana es domingo, pero no importa hay que trabajar. Son las ocho, pero todavía es temprano.”

¿Qué no le gustaba?

̶  No soportaba ni las malas palabras, ni las mentiras.

¿Cuándo se molestaba?

̶  Cuando las cosas no se hacían bien, si se ponía brava. Igual si cometíamos un error nos corregía, pero con la misma fortaleza con que nos regañaba sabía cómo devolvernos la paz. Imagínate lo que representaba para cualquiera de nosotras que ella nos llamara la atención.

¿Cuáles eran sus mayores preocupaciones?

̶  Le preocupaba mucho el dolor ajeno, creo que por esa razón entregó su vida a la causa que defendió como suya desde el Golpe de Estado del 10 de marzo y no paró ni un momento. Para ella era muy importante escuchar a las personas.

Los círculos infantiles, las mujeres y el pueblo todo

Los niños para Vilma eran algo especial, por esta razón dedicó mucho tiempo en las casa para niños sin amparo filial y en los círculos infantiles. En otros países del mundo se llaman guardería, pero ese término a ella no le gustaba “decía que era como guardar a los niños en una gaveta.No solo iba a la inauguración de los círculo, sino cuando los estaban construyendo. Quería percatarse que los bordes no tuvieran puntas para que los niños no se lastimaran, los tamaños de las sillas, era una verdadera cultura del detalle”, nos cuenta Alicia. Los primeros círculos infantiles se construyeron por las propias federadas, paleando arena y Vilma también.

“Qué ningún círculo tuviera cerca de cemento, sino cercas de perlees para que el pueblo viera a los niños en el círculo y los niños vieran a la gente, a sus padres. Hasta en ese detalle pensó Vilma. Ella creó los círculos en los barrios más humildes. ”

Electra Fernández.

La defensa de los derechos de las mujeres fue otro de sus desvelos. “Desde cuando Vilma tocó los temas de la violencia, la necesidad de la educación sexual. Era una mujer con luz de futuro, a pesar de haber nacido en los años 30, tenía claridad en lo necesirio que era abogar por la igualdad de las personas y el derecho a tener la vida que uno decide vivir”

“Cuando estábamos en las calles de su ciudad natal, yo siempre tomaba precauciones, pero lo que sentía de las personas eran muestras de cariño hacia Vilma. Ella se sentaba delante en el carro, ponía su brazo sobre la ventanilla y las personas cuando la identificaban no paraban de saludarla. Recuerdo que le decían  ̔niña hace rato que no vienes por Santiago ̓ , la venían como alguien muy cercana, como la familia y eso había que respetarlo porque para la jefa era muy importante”.

El vínculo con su pueblo es innegable “se iba por las noches para las cuadras, y se sentaba en la calle a compartir con los vecinos. Escuchaba sus ideas, sus preocupaciones”.

En una ocasión – rememora-  llegábamos a La Época para comprar telas y marcamos en la cola. Cuando las personas se percataron que era Vilma le dijeron que pasara delante, pero ella no aceptó de ninguna manera. Siempre hacía su cola como una más, por respeto a los otros. Otros se ofrecían a pagarle los productos y ella tampoco aceptaba.

A Alicia Martínez por estos días no le gusta mucho hablar de la jefa, y aunque estuvo tentada en declinar mi propuesta para entrevistarla, su cariño y admiración por Vilma hicieron posible poder hoy contar sus experiencias. “Ella ha dejado una huella muy fuerte en mi corazón. El recuerdo de Vilma es diario. Vilma no es mujer de flores de un día, ni de recordarla en una fecha. Su rica vida hay que estudiarla y apreciar sus enseñanzas a diario”.

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