“Para tomar de verdad un camino, habría que romper todas las estructuras, volcarse del lado de las masas, e iniciar una revolución completa”


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Intervención del Comandante Ernesto Che Guevara en la 7ma Sesión plenaria de la reunión extraordinaria del CIES. 16 de agosto de 1961

Señor Presidente, señores delegados:

Cuba se ve en la necesidad de abstenerse en la votación general del documento y va a pasar a explicar, con algunos detalles, las razones de esta abstención.

Señor Presidente: En el discurso pronunciado durante las plenarias inaugurales, esta delegación advirtió de los peligros que traía la reunión de la Alianza para el Progreso, y creyó ver en ella el principio de una maniobra encaminada a aislar a la Revolución Cubana.

Sin embargo, la delegación de Cuba explicó que venía dispuesta a trabajar en armonía, a discutir de acuerdo con los principios que son rectores de nuestra revolución, y a tratar de coordinar con todos los países una acción conjunta, a fin de llegar a documentos que expresaran no sólo la realidad, sino la aspiración de nuestros pueblos.

Desgraciadamente entiende la delegación cubana que esa aspiración de su parte no ha podido ser cumplida íntegramente. Cuba, señor Presidente, trajo 29 proyectos de resolución, en donde se trataban muchos de los problemas fundamentales que, según nuestro país, afligen a América, distorsionan su desarrollo y lo condicionan a la acción de los monopolios extranjeros.

Cuba señaló la contradicción entre la insignificancia de los objetivos y la grandiosidad de las proclamas. Se habló aquí de un reto con el destino; se habló de una alianza que iba a asegurar el bienestar de América, y se usaron muchas palabras grandilocuentes.

Sin embargo, cuando se llega a precisar lo que va a ser el decenio de progreso democrático, nos encontramos con que la tasa de crecimiento neto anual de 2,5% por habitante requiere aproximadamente un siglo para alcanzar el nivel presente de los Estados Unidos, que, evidentemente, es un alto nivel de vida, pero no es una meta inalcanzable ni puede considerarse absurdo para los países del mundo y los países de América.

Además, calculando —naturalmente, un cálculo que no tiene una base científica y sólo sirve como medio de expresión de ideas— que el proceso de desarrollo de los países actualmente subdesarrollados y el de los países industriales se mantuviera en la misma proporción, los subdesarrollados tardarían 500 años en alcanzar el mismo ingreso por habitante de los países desarrollados. Entendemos nosotros que cuando la situación de América está como está —y por algo nos hemos reunido en esta conferencia económica—, no podemos hablar de fines tan grandes y plantearnos objetivos tan pequeños.

En materia de educación y salud las metas han sido también muy modestas: en algunos casos, más modestas que las propuestas por organismos internacionales, como la UNESCO, hace ya algunos años. Metas que nuestro país ha excedido en algunos casos, pero en un todo piensa exceder antes de cinco años.

En materia de vivienda no hay definición de metas, y ni siquiera encontramos una definición cualitativa de lo que va a ser el desarrollo industrial.

Además, notamos cierta imprecisión de objetivos en materia agraria, donde se considera en un mismo plano el latifundio y el minifundio, y en donde no se trata en ningún punto la acción de los latifundios extranjeros, perturbadores de la economía de muchos de los países de América.

Cuba interpretó que, si se mantenían muchas de estas metas ya enunciadas, más o menos en forma igual en los documentos originales puestos a nuestra consideración y si se mantenía el sistema de las inversiones privadas directas desde el extranjero, no se iban a poder lograr las bases necesarias para establecer de verdad el derecho a empezar que tienen los pueblos de América,el derecho a establecer las bases de una economía sana que permitiera ritmo elevado de crecimiento.

Además, durante el curso de la conferencia, la delegación de Cuba preguntó en reiteradas oportunidades cuál era el mecanismo de la distribución de los recursos de la llamada Alianza para el Progreso y si Cuba podía recurrir a esos recursos.Estas dos interrogaciones no han sido contestadas.

Con respecto a la integración económica de América Latina, señaló Cuba que la integración no es panacea ni puede servir de alternativa a reformas socioeconómicas básicas, y preguntó sin embargo si caben en la integración países con distintas formas de organización económica y social, pues Cuba se muestra dispuesta a adherirse a la integración económica de América Latina siempre que se respeten sus peculiaridades socioeconómicas.

Cuba, además, indicaba como requisito previo a una integración sólida la plena soberanía de los países en todo su territorio, y se refirió concretamente a la Base de Guantánamo, que existe en el territorio de Cuba, y al Canal de Panamá.Además, se hicieron otra serie de pedidos, algunos de los cuales en una forma u otra, a veces bastante limados de su intención original, han sido incorporados a los documentos definitivos de esta reunión. Pero hay otros, como la exigencia de garantía para las naves y aeronaves de todos los países miembros, que no fueron siquiera tratados.

Con respecto a los productos primarios se señaló la inestabilidad de los precios y de los mercados de los productos, se denunció la agresión económica y pidió que se le condenara y proscribiera, señaló la necesidad de diversificar las exportaciones de los países latinoamericanos, aumentando la elaboración de los productos primarios, incorporando nuevos productos a las exportaciones, abriendo nuevos mercados, y señaló explícitamente el mercado del mundo socialista, que tiene actualmente una tasa de crecimiento global de diez por ciento.

Cuba criticó los subsidios y el dumping de productos primarios por parte de los países industrializados, y señaló los riesgos que la acumulación de excedentes agrícolas o las reservas estratégicas de minerales pueden traer a los mercados de productos primarios.Las proposiciones y advertencias de Cuba encontraron eco en algunos países y en otros puede decirse que Cuba se hizo eco de ellas pues, naturalmente, muchos de estos problemas son comunes a nuestros países subdesarrollados.

Sin embargo, el documento final, ha prácticamente limado totalmente la intención verdadera de los promotores de las ideas, de tal forma que son prácticamente inocuas. Por ejemplo, mientras la delegación de Cuba planteaba la abolición de las restricciones a la importación y los subsidios a la producción interna de productos primarios por parte de los países industrializados,el documento final sólo habla de reducir hasta abolir, si es posible, dicha restricción.

En muchos casos ha sucedido lo mismo con las proposiciones concretas que llevaban un fin determinado: se convierten en declaraciones vagas donde se incluyen las frases: “si es posible”, “dentro de los reglamentos”, “cuando las condiciones lo permitan”, “si así lo requieren”, o “si así lo permiten”, etc. De tal forma que inmediatamente se establecen las cláusulas de escape.

Como dato, podemos decir que, según la FAO, los Estados Unidos han dado por concepto de sustentación de precios en la agricultura en 1955 —según los datos que teníamos a mano— la suma de 2 525 millones de dólares, suma mucho mayor que la que hasta ahora se ha dado en un año a los países de la Alianza.

El presente documento no ofrece, ni siquiera, la garantía efectiva de que la producción subsidiada interna de Estados Unidos no seguirá expandiéndose.

Sería muy largo continuar con la lista de todas las proposiciones en que Cuba participó con espíritu constructivo, tratando de que se lograran resoluciones efectivas que, sin lesionar la soberanía de ningún país miembro —ni aun la de aquel país poderoso que, por razones de su desarrollo industrial, está en especiales condiciones frente a los demás—, pudieran determinar un entendimiento que diera garantía cabal a los países más pequeños y a los países subdesarrollados en general, de que se iba a poder iniciar esta nueva era de que tanto se habla.

Después se hizo la declaración que ayer fue presentada y sobre la que trabajamos, y con respecto a la cual Cuba se abstuvo por encontrar varios puntos controvertidos, algunos absolutamente de fondo y otros de forma, como ha venido ocurriendo en el transcurso de esta reunión.

El punto fundamental es que, una vez más, los Estados Unidos no contestaron a la interrogación cubana, de tal forma que el silencio debe interpretarse como una negativa y Cuba no participará en la Alianza para el Progreso. Mal se puede apoyar una alianza en la cual uno de los aliados no va a participar para nada. Además, no se ataca la raíz fundamental de nuestros males, que es la existencia de monopolios extranjeros que distorsionan nuestra economía y atan, incluso, nuestras políticas internacionales a dictados exteriores.

No se condena la agresión económica, una de las más importantes aspiraciones de Cuba, que ha sentido en su carne los rigores de esta agresión.

Se insiste en solucionar los problemas de América a través de una política monetaria en el sentido de considerar que son los cambios monetarios, los que van a cambiar la estructura económica de los países, cuando nosotros hemos insistido en que solamente un cambio de la estructura total, en las relaciones de producción, es lo que puede determinar que existan de verdad condiciones para el progreso de los pueblos.

Y se incide también en la libre empresa que como es de dominio público, filosóficamente es condenada en Cuba al condenar la explotación del hombre por el hombre y en la práctica no existe casi en nuestro territorio, y no tendrá participación en los nuevos procesos de desarrollo.

Por todas estas cosas, Cuba no puede firmar este documento, señores delegados.

Sin embargo, quiero dejar constancia de que ha habido un trabajo constructivo, quiero dejar constancia de que Cuba no se ha sentido sola durante el transcurso de la conferencia, ha habido muchas reuniones a las cuales Cuba no fue invitada —y naturalmente, no puede prejuzgar sobre el contenido de las conversaciones realizadas allí—, pero sabemos que el tema principal, en muchas de ellas, fue Cuba, y sabemos también que hubo buenos amigos, gente de absoluta convicción en sus ideales y en sus planteamientos, que mantuvo una actitud favorable hacia Cuba.

De tal forma que hemos podido llegar en armonía al final de la conferencia, y creemos que hemos podido demostrar que, en todo momento, nuestra intención fue la de colaborar en el engrandecimiento del sistema interamericano, en base a una real independencia y amistad con los pueblos, y no en base a la dependencia de todos bajo la dirección de uno.

Consideramos que Cuba ha obtenido algunas satisfacciones y, fundamentalmente, consideramos que se abre una nueva perspectiva para América, a pesar de que no se pueda firmar el documento por parte de nuestra delegación.

Consideramos que en uno de los párrafos se admite explícitamente la existencia de regímenes diferentes a los que tienen la filosofía de la libre empresa y que, por lo tanto, se admite la existencia dentro del cónclave americano, de un país que presenta una serie de características específicas que lo diferencian de los demás, pero que, sin embargo, le permite estar dentro del total, desde que lo define explícitamente en un considerando.

Por tal razón, creemos que se ha establecido el primer vínculo de coexistencia pacífica real en América y que se ha dado el primer paso para que aquellos gobiernos que están decididamente contra el nuestro y nuestro sistema, reconozcan al menos, la irreversibilidad de la Revolución Cubana y su derecho a ser reconocida como un estado independiente, con todas sus peculiaridades, aunque no guste su sistema de gobierno.

El gobierno de los Estados Unidos ha votado afirmativamente todas las partes de esta carta y entendemos de tal manera que también ha dado un paso positivo, estableciendo que pueden existir regímenes cuya filosofía afecta al de la libre empresa en esta parte de América.Creemos que ese es un paso muy positivo.

Siempre hemos estado dispuestos a dirimir nuestras dificultades con el gobierno de los Estados Unidos, que han sido motivo de muchas discusiones y de algunas conferencias en esta parte del mundo y hemos dicho, sistemáticamente, que podemos hacerlo en cualquier lugar y con la única condición de que no haya condiciones previas.

Una vez más, nuestro gobierno deja expresa constancia de esa disposición. También de que no está mendigando ninguna clase de acercamiento ni está solicitando ningún tipo de tregua, sino, simplemente, fijando su posición y estableciendo claramente ante todos los países amigos que la disposición de Cuba es la de vivir en amistad con todos los pueblos del continente que así lo deseen.

Sin embargo, estimamos que todavía hay peligro flotando en el ambiente.Faltaríamos a las características de la Revolución Cubana de ser crudamente explícitos, si no dijéramos que sabemos como todos que estas reuniones estaban en alguna forma vinculadas a una reunión de cancilleres, donde se trataría el caso de Cuba.Tenemos entendido que se han hecho muchos viajes en ese sentido, buscando votos afirmativos para la reunión.

Dejamos sentado, sin embargo, un nuevo hecho constructivo. Hace años, para condenar a Guatemala, se reunieron los cancilleres y después se prometió una conferencia económica.Sucedió más o menos lo mismo en Costa Rica. Hoy se reúne una conferencia económica, para después reunir los cancilleres.

Consideramos que es un gran paso de avance y esperamos, además, que no exista esa reunión de cancilleres, con lo cual el paso será mayor todavía.Pero ahora se plantea el dilema fundamental de esta época, que de verdad es un momento crucial para los pueblos del mundo, y cuya importancia también se refleja en América.

Varios delegados, quizás todos, se han preguntado: “Si fracasa la Alianza para el Progreso, ¿qué pasará?”Y es una interrogante de extrema importancia. Los Estados Unidos han sido sensibles a la presión de los pueblos. Han visto que la situación en América, como en todo el mundo, es de tan extrema tensión y tiende a atacar tan profundamente las bases del régimen imperialista, que hay que buscar alguna solución.

Esta Alianza para el Progreso es un intento de buscar solución dentro de los marcos del imperialismo económico.Nosotros consideramos que la Alianza para el Progreso, en estas condiciones, será un fracaso.En primer lugar, sin que se considere de ninguna manera una ofensa, me permito dudar de que se pueda disponer de 20 000 millones de dólares en los próximos años. Las trabas administrativas del gran país del norte son de tales características, que a veces se amenaza —como creo que en el día de hoy— con regimentar créditos hasta de 5 000 000 de dólares para el exterior. Si hay tal amenaza para cantidades tan pequeñas, es de imaginarse las que habrá para cantidades tan grandes como la ya apuntada.

Además, se ha establecido explícitamente que esos préstamos irán fundamentalmente a fomentar la libre empresa. Y como no se ha condenado en ninguna forma a los monopolios imperialistas asentados en cada uno de los países de América, en casi todos, es lógico suponer también que los créditos que se acuerden servirán para desarrollar los monopolios asentados en cada país.Esto provocará, indiscutiblemente, cierto auge industrial y de los negocios.Esto traería ganancias para las empresas.En el régimen de libre cambio en que casi todos los países de América viven, esto significaría mayor exportación de capitales hacia los Estados Unidos, de tal forma que la Alianza para el Progreso, en definitiva, se convertiría en el financiamiento por parte de los países latinoamericanos de las empresas monopolistas extranjeras.

Pero además, como en ninguna parte del documento ha habido una decisión expresa con respecto a puntos fundamentales, como son el mantener los precios de las materias primas, como no hay una prohibición a la baja de esos precios, como no hay ninguna obligatoriedad de mantenerlos, es muy presumible que en los años venideros siga la tendencia actual y que las materias primas de América vayan bajando sus precios cada vez más.

En tal caso es de presumir que habrá un deterioro cada vez mayor de la balanza de pagos de cada uno de los países de América, a lo cual se sumará, además, la acción de los monopolios exportando capitales. Todo esto se traducirá en una falta de desarrollo, en todo lo contrario de lo que presume la Alianza para el Progreso. La falta de desarrollo provocará más desempleo, el desempleo significa una baja real de los salarios; empieza un proceso inflacionario, que todos conocemos, para suplir los presupuestos estatales, que no se cumplen por falta de ingresos. Ya en tal punto entrará en casi todos los países de América a jugar un papel preponderante el Fondo Monetario Internacional.

Aquí es donde se producirá el verdadero planteamiento para los países de América. Hay dos caminos nada más: afrontar el descontento popular, con toda su secuela, o iniciar el camino de una liberación del comercio exterior, fundamental para nuestras economías; desarrollar una política económica independiente y estimular el desarrollo de todas las fuerzas internas del país, y todo esto, naturalmente, en el marco de políticas exteriores independientes que serán las que condicionen toda esta tarea de desarrollo de comercio con los países de otras áreas del mundo.

Naturalmente que no todos los países pueden hacerlo porque para ello se precisan condiciones especiales.En primer lugar, se necesita una gran valentía.Dentro del régimen en que se vive, los gobernantes tendrán que afrontar un viraje pronunciado en su política económica y en su política exterior, e inmediatamente entrar en conflicto con los monopolios extranjeros. Las masas apoyarán a los gobiernos que entren en conflicto para defender el nivel de vida de sus ciudadanos; pero las masas, cuando defienden una posición, también exigen. Y se producirá entonces entre los gobiernos, una doble amenaza que no siempre saben sortear: de un lado la presión de los monopolios imperialistas, de otro lado, la presión de las masas, que están exigiendo más.Para tomar de verdad un camino, habría que romper todas las estructuras, volcarse del lado de las masas, e iniciar una revolución completa. Pero no estamos hablando de revolución, sino que estamos hablando del camino que pueden seguir los gobiernos, sin que se llegue al estallido de procesos revolucionarios.

Frente a esta disyuntiva, los gobernantes deben saber que, si tienen la valentía necesaria para afrontar el problema, y poder resolver una parte considerable de las aspiraciones de las masas y no claudicar frente a los monopolios extranjeros, podrán salir adelante por algún tiempo.

Lo que nosotros tristemente anotamos es que el ejemplo histórico demuestra que en esta disyuntiva, los gobernantes tienen miedo de la presión de las masas, se alían a los monopolios y a la parte importadora de las burguesías nacionales, e inician la etapa de la represión.

Para que una política de este tipo tuviera éxito, debería contarse no solamente con una burguesía nacional fuerte, agresiva, deseosa de superación y consciente de sus ideales, sino además, con un ejército que fuera capaz de comprender el momento actual de América y del mundo. Si se producirá eso o no, es una interrogante que nosotros no podemos contestar.

El otro camino es el del descontento popular.El descontento popular aumentaría en estas condiciones hasta tal punto que de nuevo se crearían dos condiciones históricas a resolver: o los gobiernos son sustituidos por elecciones populares, y se pasa a uno nuevo, ya con participación directa de las masas en el poder, o se establece un estado de guerra civil.Si se pasa a un gobierno con participaciónde las masas una vez más se crearán también las grandes contradicciones entre las masas que tratan de avanzar cada vez más en el camino de sus reivindicaciones, y los ejércitos nacionales, que defienden capas sociales diferentes y que todavía tienen las armas en la mano. Allí está el germen de otra guerra civil.

Si los gobernantes logran liquidar el movimiento de masas y mantener una férrea conducción del aparato estatal, constantemente estará sobre ellos el peligro de guerras intestinas, de las cuales Cuba manifiesta desde ahora que no será responsable. Y estas guerras, desarrollándose primero en condiciones muy difíciles en las zonas más abruptas, irán poco a poco dominando los campos, asediando las ciudades, y algún día se pasará a la conquista del poder político por parte de las masas populares.

Ese, señor Presidente y señores delegados, era el mensaje que Cuba se creía en la obligación de expresar ante todos ustedes: lo que ve de real en la Alianza para el Progreso, los peligros que se ven en la Alianza para el Progreso y lo que ve en el futuro de los pueblos, si como hasta ahora todas las reuniones internacionales se convierten simplemente en torneos de oratoria.

Por tanto, Cuba, aun manifestando su simpatía por una gran parte de las aspiraciones de esta Carta de Punta del Este, lamenta no estar en condiciones de firmarla en el momento actual; reitera sus deseos de amistad para todos los pueblos del continente, establece claramente su posición, dispuesta a discutir cualquier problema bilateral con algún país de América, y agradece el espíritu de cooperación con que todos los señores delegados han acogido las intervenciones de la delegación cubana, sus palabras, sus advertencias y sus, quizás un poco repetidas y cansonas, aclaraciones continuas.

Muchas gracias.


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