La caricatura en la Cuba en que creció José Martí


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Cuando el 16 de agosto de 1857 comenzó a circular en La Habana la primera publicación humorística en Cuba, recién había partido hacia España la familia de José Martí. Se trataba de La Charanga, semanario de ocho páginas dirigido por Juan Martínez Villergas (Gomeznarro, 1817), escritor español radicado en la Isla. Tenía como lema: “Periódico literario joco-serio y casi sentimental, muy pródigo de bromas, pero no pesadas y de cuentos, pero no de chismes; muy abundante de sátiras, caricaturas y otras cosas capaces de arrancar lágrimas a una vidriera”. Desde su fundación contaba entre sus artífices con el pintor y dibujante español Víctor Patricio de Landaluze (Bilbao, 1828), quien se mantuvo en ella hasta el 25 de julio de 1858, fecha en que dejó de circular.

 

En correspondencia con las concepciones políticas de Villergas y Landaluze, La Charanga mantuvo siempre un punto de vista en contra de los ideales independentistas de los cubanos. Al decir de Bernardo G. Barrios, Villergas fue un “escritor satírico para quien toda manifestación intelectual cubana era objeto de sarcasmos…”

Antes de La Charanga, desde la década del 20, circulaban en Cuba de manera esporádica publicaciones satíricas y jocosas, fundamentalmente en formas de volantes, en ocasión de algún acontecimiento y para expresar opiniones y críticas. Fue en este formato que apareció, la considerada por muchos, primera caricatura realizada en Cuba: “La vaca de leche y relevo de sus ordeñadores”; una hoja suelta distribuida en 1848, en el Teatro Tacón, y cuya autoría se ha atribuido al escritor cubano Cirilo Villaverde.

Según refiere Manuel Barrero “Los semanarios satíricos y de espectáculos cubanos abundaron durante la década de los 1860. Podemos citar solo en La Habana: Los Gemelos, 1860; El Heraldo, 1860; Don Junípero, 1862; El Espectador, 1863; La Trompeta, 1863; Rigoletto, 1864… Casi todas estas cabeceras adolecieron de muy corta vida y de falta de periodicidad, pues algunas dependían en su salida de las representaciones teatrales o musicales, y apenas contuvieron ilustraciones satíricas. Don Procopio (La Habana / Matanzas, 1864-1867), dirigido por Francisco González Llanos, publicó humor gráfico de gran calidad”.  Algunos de ellos debió conocer el niño Martí, en su ir y venir de la Metrópoli.  

En octubre de 1862, tres meses antes del regreso de su segunda visita a España, Landaluce se hizo cargo del dibujo y de la dirección de un nuevo semanario satírico, Don Junípero; publicación de ocho páginas y con cuidadosa impresión y diseño. Como contenido incluía comentarios sobre las costumbres y la cultura francesas, también textos traducidos del francés, crítica teatral y algunas notas políticas.

Durante el segundo año, el bilbaíno comenzó a interesarse en dibujar chistes gráficos protagonizados por personajes negros o criollos, sirvientes, campesinos de los que se mofaba, ridiculizando su vestimenta, modales y lenguajes.Para el niño José Martí, que al ver azotar un esclavo juró “lavar con su sangre el crimen”, debió causarle mucho desagrado observar la serie de Landaluce “El baile de color”. Catálogo de burlas de los cubanos de piel negra, de los oficios y de sus escasas posibilidades de progresión social, en la que los marginaba precisamente el despiadado régimen colonial defendido por el caricaturista.  

Aprovechando la breve libertad de imprenta decretada en enero de 1969 por el Capitán General Domingo Dulce, aparecieron en la Isla varias publicaciones. Entre ellas la primera incursión periodística del joven Martí, El Diablo Cojuelo, emprendida junto a su amigo Fermín Valdés Domínguez. En el texto de fondo, un texto satírico-caricaturesco, inspirado en la picaresca española, Martí se burla precisamente de hasta qué punto es cierta la famosa libertad de expresión decretada por el régimen colonial.

Ese año fundaron Villergas y Landaluce la publicación satírica El Moro Muza. El dominical, con redacción en San Ignacio No 104, tuvo a Landaluce como caricaturista principal, pero en sus números aparecieron también  dibujos humorísticos de Francisco Cisneros, artista de origen salvadoreño quien fuese director de la Escuela de San Alejandro desde 1866 hasta 1878. Periodo en que, según consta en el registro de alumnos, libro primero (309) y con el expediente 167, matriculó Martí en la clase de Dibujo Elemental, tenía 14 años.

En su prólogo al libro Los poetas de la guerra, publicado en Patria en 1893, da fe Martí de su desagrado ante el tratamiento irrespetuoso con los lideres de la independencia al celebrar las décimas que el “chispeante camagüeyano” Antenor le volcó sobre la cabeza al “demagogo” Villergas, por aquellas caricaturas “con que en El Moro Muza se quiso burlar de los fundadores de un pueblo”.

En noviembre de ese año, ya detenido José Martí y calificado "un enemigo declarado de España”; los integristas y voluntarios Villergas y Landaluce, se alistaron en otra publicación humorística, Juan Palomo.

La publicación satírica contaba como las anteriores con 8 páginas, de las cuales 2 eran dedicadas a la caricatura. Estas últimas se decía eran “encomendadas a Don Junípero, o si usted les parece mejor a Don Víctor Patricio de Landaluce, en cuyo alegre lápiz van ingeridas la gracia, la oportunidad y la intención, irán diseñando la vera efigies de los más notables manigüeros, pues la redacción ha conseguido sus carátulas; y así tendrán estos la inesperada honra de figurar al lado de nuestros distinguidos guerreros, probando que siempre deben ir juntos el cuchillo y la carne. (...) no se librarán los enemigos de España, por mucho que se escondan en la espesura del monte ó entre las nieblas de los Estados-Unidos”.

Dirigida por Juan Ortega, Juan Palomo respondía igualmente al  punto de vista de la política oficial de Madrid. Se anunciaba bajo la divisa de “Cuba por España” o “Liberales en principios hasta la pared de enfrente y en Cuba al lado de la autoridad”. El semanario contaba con varias secciones, entre ellas una titulada “Los cuentos de Manigua” en la que se relataba el día a día de una familia asentada en la isla durante los años de la guerra; en que se ridiculizaba con asiduidad a las fuerzas mambisas. A través de sus chistes sueltos, Landaluze se burlaba de los líderes independentistas denigrándoles al representarlo como burros, buitres o cualquier clase de bestia. Los protagonistas de sus caricaturas solían ser Carlos Manuel de Céspedes, Vicente Aguilera o la heroína cubana Emilia Casanova.

Juan Palomo resaltaba la labor de los cuerpos de voluntarios, milicias que no solo provocaron la repulsa de los independentistas, sino también la de los diputados españoles. Uno de ellos, Nicolás Salmerón, durante la sesión parlamentaria del 14 de octubre de 1872 expresó: “(…) la servil flaqueza, la indigna complacencia está en alabar la conducta baja, cobarde y brutal de los voluntarios de La Habana…” Esto último conllevó a que fuera censurada por el Gobierno central y cerrada en 1874.

Se puede resumir que el futuro Héroe Nacional Cubano, creció en un entorno donde la inmensa mayoría de las publicaciones humorísticas reflejaban el punto de vista colonial, y donde se ridiculizaba a los líderes de las gestas independentistas. Esto pudiese explicar su pionera repulsa a la caricatura editorial, manifiesta en valoraciones posteriores.

 

Bibliografía consultada:

—Barrero, Manuel, El bilbaíno Víctor Patricio de Landaluze, pionero del cómic español en Cuba (Universidad de Deusto, UD, San Sebastián, vii-2004), Mundaiz (UD), 68, pp. 53-79.

—Gilarranz Ibáñez, Ainhoa, Juan Palomo: guerra y caricaturas en la Cuba del XIX.

—Trujillo, Marisol,  La caricatura y el 68, en: Centenario, Universidad de La Habana, Año XXXII, No 192 (Extraordinario) pp. 117-194.

 


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