60 años del Museo Ignacio Agramonte


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Con la inauguración del Museo Provincial Ignacio Agramonte y Loynaz, el 23 de diciembre de 1955, Camagüey se inscribía en el cuarto lugar entre las ciudades que legitimaban su patrimonio cultural desde una institución museal; con anterioridad, ocupando la primacía, lo habían hecho la ciudad de La Habana con los museos de Historia Natural Felipe Poey, en 1842; el Antropológico Montané, inaugurado el 7 de junio de 1906; Bellas Artes, el 28 de abril de1913; la Casa Natal de José Martí, el 28 de enero de 1925; el de Medicina Tropical Carlos J. Finlay, el 12 de diciembre de 1937 y el Museo Fragua Martiana, abierto el 28 de enero de 1952. Siguió a la capital la ciudad de Santiago de Cuba, con el Museo Municipal Emilio Bacardí Moreau, fechado el 12 de febrero de 1899, aunque el ecléctico edificio que reconocemos hoy como su sede es de los años 20 del pasado siglo. En 1900, el 19 de marzo, para demostrar la fuerza de la localidad en la consolidación de su memoria, se sumó a la organización de una red de sistema de museos en Cuba la ciudad de Cárdenas, con el Museo Municipal Oscar María de Rojas. 

Aunque el Ignacio Agramonte se ubica cronológicamente en 1955, en realidad la historia del coleccionismo de obras con un valor histórico y cultural con fines expositivos aparecen en los años 20, cuando la patriota Mariana Betancourt, descendiente de independentistas abre una sala museal en la sede del Ayuntamiento de la ciudad, labor por la que recibe un salario, lo que ubica el museo de Marianita, como se reconoce esa institución en la historiografía local, como el inicio de la museología en el Camagüey. De hecho, las piezas que formaron parte de esa sala museo, ingresaron con el tiempo al Museo Ignacio Agramonte. Quizás precisamente por la existencia de un Museo Municipal en la región, es que se propone para el que nos ocupa el carácter de Museo Provincial que incluía dentro de sus pretensiones, una biblioteca.

Los antecedentes del Ignacio Agramonte habría que buscarlo en el marco de los festejos por el centenario del natalicio del adalid camagüeyano, el 23 de diciembre de 1941. Aniversario en que se realizó un amplísimo programa de actividades que sumaba a los diferentes sectores de la ciudad. Con el ímpetu que acompaña los grandes acontecimientos,  las sociedades de recreo e instrucción y otras organizaciones elevaron al comité organizativo sus proyectos y los historiadores centraron la atención en su vida y obra, logrando declarar como Monumento Nacional la Casa Natal y la Plaza de San Juan de Dios. La realización de una exposición en el hospital de dicha plaza, sitio en el que fue limpiado el cadáver del Mayor, fue el donante para la creación del Patronato Pro Museo Ignacio Agramonte, al que se integraron  ilustres camagüeyanos como Mario Aquiles Betancourt, designado presidente del mismo. 

Fue precisamente Mario Aquiles Betancourt quien definió las directrices que marcaron la tipología del Museo Ignacio Agramonte. Con una visión moderna, marcada por su tiempo, Aquiles hizo de la museología un sistema de herramientas muy a tono con el acontecer de esa ciencia en otros contextos, particularmente en los Estados Unidos. Registros de entrada de las piezas, almacenamiento, conservación y una divulgación que ofrecía espacio a la participación ciudadana fueron algunos de los principios que mantuvo con sistematicidad al tiempo que agrupaba a su entorno a un grupo de personas que desde la ganadería, el comercio o el ámbito profesional, no solo habían fomentado una solvencia económica significativa, sino también una cultura en la que el pasado y el presente podían dialogar con entera franqueza.

¿Se trataba de fundar un museo histórico?  Aunque la razón fundamental que acompañaba el proyecto estaba vinculada a los aportes de Camagüey a la independencia de Cuba; desde sus inicios el coleccionismo desbordó lo que Marianita había nombrado como “las reliquias históricas”, para fomentar el tesauro institucional desde un prisma sumamente amplio. De modo que acompañaron a la Historia, las ciencias naturales, las artes decorativas y las bellas artes y temas más específicos como la numismática, la filatelia y la farmacia, por citar algunas y lo más novedoso de este proceder radicaba en el hecho de considerar el presente como potencialidad del futuro; una mirada que permitió al Ignacio Agramonte contar con una de las colecciones más importantes de arte cubano, al incrementar su patrimonio, desde el primer lustro de los años 50, con piezas que utilizaban el abstraccionismo como lenguaje estético.

Pero el coleccionar obras contemporáneas con perspectivas del futuro no era muestra de simple elitismo social. Lejos de ello, el patronato del Museo Ignacio Agramonte desplegó una red social cuyas células eran especialistas de alto nivel en cada una de sus materias. Para el caso de bellas artes, además del contacto con jóvenes creadores cubanos que organizaban exposiciones en el Circulo de los Profesionales, el Lyceum u otras instituciones, arribaron a Camagüey personalidades de la talla de Luis de Soto, Rosario Novoa y Graziela Pogolotti,  con el objetivo de impartir conferencias en torno al arte moderno y sus valores estéticos y conceptuales y no en pocas ocasiones los espacios de museo, aun sin inaugurar, fueron sede de tales acciones.

Otra expresión de la dimensión de contemporaneidad que acompañó a este museo desde su génesis quedó impresa en la rehabilitación del edificio sede.  En 1948 pasó al patronato el Hotel Camagüey, establecimiento de la Compañía de los Ferrocarriles de Cuba que tras el cese del dominio colonial español se instaló en el antiguo Cuartel de Caballería, un inmueble que había demostrado su versatilidad  en el cambio de uso —del repertorio militar al civil— sin que se anulara con ello el espíritu del pasado. La concepción de distinguir la entrada principal del museo con una fachada del monumental moderno, al tiempo que se respetaba la solidez de los muros del viejo cuartel y la acogedora ambientación del patio del hotel —con 22 tinajones y 22 palmas reales—; revela una sabiduría por el patrimonio que deja al margen toda posible reducción.  

Así, abrió sus puertas, “el templo de la cultura camagüeyana”, como le llamara el propio Mario Aquiles. Las salas de Historia, Farmacia, Ciencias Naturales y Bellas Artes dialogaron con la celda en que estuvieron Joaquín de Agüero y sus compañeros fueron antes de su traslado a la sabana de Méndez para ser fusilados por insurrectos en 1851. Nació así, uno de los museos polivalentes más importantes de Cuba, el Ignacio Agramonte y Loynaz, consideraciones que avala el hecho de que el Consejo Nacional de Patrimonio, teniendo en cuenta la relevancia y excepcionalidad de sus colecciones, le otorgara la categoría de  Museo Especial.

En su 59 cumpleaños, el museo Ignacio Agramonte es uno de los eslabones más importantes en la enseñanza de las nuevas generaciones. El ser subsede permanente de la Universidad de Camagüey en varias disciplinas y carreras y el hecho de los camagüeyanos encuentren en él un espacio cultural sin límites etario le convierte en institución insigne de la región.

De su pluralidad, de esa dinámica que le imprimió el patronato, y en particular su presidente, Mario Aquiles Betancourt, da muestra la exposición de sombreros que por estos días ocupa la muestra del mes; un proyecto dirigido por la especialista Yudenia Martínez en colaboración con Xiomara Lezcano Lovaco y Orlando García Fajardo. La colección de sombreros, exponentes de diferentes épocas y estilos, se han relacionado con un conjunto de postales que recrean el uso y función de los mismos.

Infinita gratitud a quienes crearon esta joya patrimonial, a quienes con desprendimiento depositaron en ella sus reliquias, a quienes velan y cuidan de ellas, a los que día a día presentan a cubanos y extranjeros un fragmento de cuanto somos. Ha iniciado ya la aurora del Ignacio Agramonte en su 60 aniversario.


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