Alfonso Herrera Franyutti, Caballero martiano


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El pasado 18 de marzo falleció Alfonso Herrera Franyutti en la Ciudad de México, donde residía. Y debo decir que me acompaña desde entonces la triste certidumbre de que no recibiré más mensajes suyos ni podremos platicar más de lo humano y lo divino, sobre todo de la obra martiana, que nos mantuvo unidos desde los años ochenta del siglo pasado.

Nacido en 1930, el ejercicio de la medicina por muchos años contribuyó a aguzarle a este veracruzano la mirada sobre los seres humanos, como nos ha contado en sus varios relatos acerca de sus experiencias profesionales, lo mismo en una cárcel que en una plaza de toros, que en un hospital que atiende a una numerosa población.

Las inquietudes sociales de su juventud le acompañaron siempre, al igual que el bichito de la escritura, que  canalizó  por buen tiempo en una revista de medicina, que le abrió sus páginas para sus narraciones y donde publicó sus primeros textos acerca del Maestro.

El cubano ejemplar se le fue metiendo en el cuerpo y en el alma, y por esa vía  se encontró con Cuba. El triunfo de la Revolución Cubana le sacudió: viajó a la Isla y se amigó con el personal diplomático cubano en México, al que por varias generaciones atendió profesionalmente con presteza, solicitud y de manera desinteresada.

Un momento decisivo fue cuando asistió al Congreso martiano de la Universidad de Burdeos, en 1972. Allí conoció a Juan Marinello, a José Antonio Portuondo, a Cintio Vitier y a Fina García Marruz, entre otros de los tantos estudiosos de la obra el Maestro allí presentes. Sorprendió a todos, como han contado los cubanos que allí asistieron, al escuchar a aquel desconocido mexicano que dio lectura a un texto titulado “La sencilla poesía de Martí en México”.

Desde entonces, y sobre todo tras su jubilación, entró a fondo en la vida y la relación de Martí con México. A pesar de no contar entonces ni con estudios previos ni con una experiencia investigativa en temas históricos y literarios, Herrera  Franyutti dedicó horas, meses y años de labor a hurgar en los textos martianos, en una amplia bibliografía y en los periódicos de época para entregarnos un libro que marcó y sigue marcando un hito en el campo de los estudios martianos.

Me refiero a Martí en México, recuerdos de una época. La primera y muy modesta edición de este libro, asumida por el propio autor, pasó inadvertida en su país, no así entre los cubanos estudiosos de la obra martiana. Creo que todos advertimos desde entonces que nos hallábamos ante una obra trascendente por aportar una información nunca antes recogida acerca de ese bienio tan significativo para el cubano que fuera su primera y larga estancia en México, entre 1875 y 1877.  

Si acercamientos previos habían demostrado la cálida acogida que dieron a Martí los intelectuales y en general la sociedad ilustrada mexicana, Herrera Franyutti abundó y ahondó en múltiples aspectos de su vida y evidenció hasta la saciedad la singular huella que dejaron el hermano país y su gente en el corazón del antillano.

Por suerte, años después este libro fue ganando adeptos y ha tenido varias ediciones mexicanas más, enriquecidas en informaciones y análisis, la primera de ellas del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes (Conaculta) que tuve  la dicha de prologar, y otras dos de la Cámara de Diputados.    

Tal ajetreo por los predios de la investigación acicateó a Herrera Franyutti para emprender nuevas pesquisas, al punto que se convirtió en un imprescindible en la bibliografía pasiva martiana. Aunque no pretendo hacer un recorrido por su copiosa producción no puedo dejar de destacar al menos su cuidadoso seguimiento del recorrido de Martí por Yucatán, la tierra del Mayab, y la tremenda relevancia de sus hallazgos en los archivos de la correspondencia cruzada con Matías Romero, el embajador mexicano en Washington, así como  las dos misivas enviadas por Martí a Porfirio Díaz  durante su corta y última estancia en México, en 1894, cuando le solicitó al entonces presidente la colaboración económica para la guerra independentista que se preparaba en Cuba. Ambas entregas anchan nuestra visión acerca de las capacidades políticas y diplomáticas del Maestro  al igual que la hondura de su pensamiento y la solidez de su antimperialismo frente al expansionismo estadounidense.

 En el Centro de Estudios Martianos lo hemos considerado siempre un eficaz y constante colaborador que nos enviara lo mismo bibliografía impresa en México que una colección microfilmada de la Revista Universal, el diario mexicano que introdujo a Martí en el ejercicio cotidiano del periodismo, y que además realizara numerosas búsquedas para las líneas de investigación institucionales.

Cuba le ha reconocido la valía de su labor más de una vez: le entregó la Distinción por la Cultura Nacional, la Orden de la Solidaridad, la Distinción Pensar es Servir, el Centro de Estudios Martianos y, y La Utilidad de la Virtud, en 2009, que le otorgó  la Sociedad Cultural José Martí. A propuesta de nuestro país, el 28 de enero de este año recibió en La Habana, durante la Conferencia “Con todos y para el bien de todos”, organizada por la Oficina del Programa Martiano, el Premio Internacional José Martí otorgado por la UNESCO.

Cordial,  enamorado de Cuba, leal amigo, Alfonso Herrera Franyutti fue de esas personas entregadas a Martí desde que lo conocen: el Maestro fue para él no solo objeto de estudio sino modelo ético a seguir.  Su sencilla elegancia, su rectitud moral, su ausencia de vanidad, su afecto sincero hicieron de él, una especie de caballero, empeñado en mejorar a las gentes con el ejemplo de José Martí.

La muerte de este miembro distinguido de la familia de los martianos, sé que ha consternado a todos. Al comenzar a  redactar estas líneas, mi primer impulso fue decir  que ya Alfonso, don Alfonso, mi querido hermano —como nos decíamos en nuestras comunicaciones electrónicas casi a diario—, no nos acompañará más en la vida. Al pensarlo mejor, decidí que lo verdadero es que me acompañará siempre en mis recuerdos y que él estará a la cabeza entre los muchos para quienes leo y entrego la edición crítica de las Obras completas de José Martí, ese homagno que nos juntó y nos hizo mejores. Alfonso Herrera Franyutti estará siempre en mi memoria y en mis afectos más hondos. 


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